Ramón J. Sender en el frente de Córdoba
Contraseña reedita 'Contraataque', una de las obras más comprometidas y olvidadas del escritor aragonés, en la que relata sus vivencias en la guerra civil
La editorial Contraseña ha tenido a bien reeditar una de las obras más comprometidas y olvidadas de Ramón J. Sender, Contraataque, escrita en caliente en los últimos meses de 1936 con las vivencias del escritor aragonés en el frente de Guadarrama y la defensa de Madrid. En el estudio que acompaña a la novela se advierte de que se trata de una "obra de consigna", concebida como "memoria de identificación". En efecto, el estallido de la guerra civil sorprende a Sender con su familia en un pequeño pueblo de la sierra de Segovia y atraviesa el frente para unirse a las tropas leales a la República.
El drama de Sender es terrible. Su mujer, Amparo Barayón, de familia conservadora, buscaría refugio en Zamora, su ciudad natal, donde sería buscada y fusilada por los golpistas en octubre de 1936, un hecho que no conocería el escritor aragonés hasta diciembre de ese mismo año. Por lo tanto, Sender combate y escribe desde el compromiso con el gobierno legítimo, sin estar al tanto del asesinato de su compañera y de la orfandad de sus dos hijos de cortísima edad.
Casi todo el libro está dedicado al frente de Madrid, pero en un momento determinado, que se puede establecer en torno a septiembre de 1936 (no hay referencias temporales en todo el relato) Sender visita el frente de Córdoba de la mano de Cultura Popular, una organización cercana al Partido Comunista de España (PCE) y que, gracias al impulso de la bibliotecaria Teresa Andrés Zamora, llevaba libros a las zonas en conflicto. En octubre ya estaba alistado en el Quinto Regimiento de Enrique Líster -con quien viviría una complicada polémica-, de manera que la fecha suena lógica: en aquellos días se combatía en la zona, y precisamente ahora se conmemora el 80 aniversario de la muy conocida foto de Robert Capa del miliciano caído, tomada en la zona de Espejo.
Sender atraviesa Sierra Morena y llega a Montoro, enclave militar importante en aquellos días. Desde allí intentó el general Miaja la reconquista fallida de la capital cordobesa para la República. Se desplaza a la localidad cercana de Adamuz, donde le sorprende la violenta represión de los golpistas, que ajustaron cuentas con los cabecillas jornaleros, muertos de hambre y estoicos como pocos. A uno de ellos, viejo e impedido, lo asesinaron a balazos en su propia cama, según relata Sender, que en todo momento destaca la crueldad de los sublevados. De Adamuz se trasladan a Villafranca, muy cerca de la primera línea del frente, por una carretera sometida a periódicos bombardeos de artillería. Tanto en Adamuz como en Villafranca los habitantes les piden "folletos de José Díaz", lo que sorprende al autor, que llega a afirmar, erróneamente, que el entonces todopoderoso secretario general del PCE "era de uno de aquellos pueblos", siendo natural de Sevilla. La confusión de Sender no resulta extraña: de conocidas simpatías anarquistas, durante la guerra civil se acercó a las ideas comunistas, para renegar de ellas años más tarde, hasta el punto de revisar algunos de sus propios escritos.
La última parte de la expedición de Sender y sus compañeros de Cultura Popular por Córdoba transcurre en Montoro de nuevo. "El alcalde, un muchacho de treinta años, muy inteligente, era veterano socialista", escribe Sender, pero sin dar nombres. La represión invitaba a la prudencia, sin duda. En Adamuz había conocido a un niño de seis años al que las tropas moras le habían arrancado los ojos tras haber violado y asesinado a su madre delante de él. Y aunque estemos ante una "obra de consigna", como ya se ha dicho, los episodios de crueldad intolerable de la guerra civil son bien conocidos. Que el silencio cubriera la represión no puede ocultar la verdad. En Montoro dejan una biblioteca, y otra en El Carpio. En apenas 16 páginas describe Sender su corta estancia en la provincia de Córdoba. Un testimonio histórico que permite reflexionar sobre el giro de los acontecimientos que afectaría a toda España y al propio autor en primera persona: el periodista crítico que consiguió con Casas Viejas la caída del gobierno de Azaña en 1933, es ahora un firme defensor del presidente de la República, un vehemente literato comprometido, un memorialista de la barbarie de los generales de Franco.
Quizás ya fuera demasiado tarde. En diciembre de 1936 cae en manos de las tropas rebeldes la zona que había visitado Sender y él mismo conoce el asesinato de su mujer, lo que le lleva a viajar a Francia para reunirse con sus hijos, rescatados de Zamora por la Cruz Roja Internacional. Triste coincidencia. "Por todas partes nos salían al paso huellas de crimen", escribe Sender, que tanto hizo por exigir lo máximo a la República para acabar siendo testigo de su derrota y demolición. En Córdoba tendría tiempo de pensar sobre ello, entre libros y viudas y muerte.
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