"Puedo visualizar la poesía como una amorosa enemiga"

La escritora venezolana, autora de 'Casa o Lobo' y 'El cielo de París', es una de las representantes de la poesía de América Latina en la quinta edición del encuentro

Yolanda Pantin, una de las poetas invitadas a Cosmopoética 2008.
Yolanda Pantin, una de las poetas invitadas a Cosmopoética 2008.
Alfredo Asensi / Córdoba

01 de abril 2008 - 05:00

Llegará a Córdoba en los próximos días para compartir una lectura con Carlos Germán Belli, Javier Rodríguez Marcos y Abdoul Hadi Saodun y ofrecer un taller de escritura poética en compañía de Eduardo Mitre y Christian Uetz. Yolanda Pantin (Caracas, 1954) es poeta, ensayista y editora. Entre sus poemarios destacan Casa o Lobo (1981), Correo del Corazón (1985), El cielo de París (1989) y País (2007). Perteneció al grupo literario Tráfico, de gran importancia en la reciente historia de la literatura venezolana.

-¿A qué componente otorga un mayor relieve en su poesía: el reflexivo o el emocional?

-Me entregué al impulso emotivo que responde a la musa cuando era joven. Mi primer libro, Casa o Lobo, fue escrito en raptos de inspiración. Recuerdo que en ese entonces me acostaba con la certeza de que iba a soñar un poema. Y así los escribía al despertar, dejando que las palabras surgieran, sin contenerlas. Mis últimos tres libros son distintos, yo misma he cambiado, ya no soy joven... La última línea del libro La quietud de 1998 anuncia algo diferente: "Es preferible el silencio / a los bellos edificios de palabras que caen". En el proceso de crecimiento personal que también recoge la poesía aprendí a desconfiar de las palabras, a temerle a la palabrería, de manera que mi poesía se fue haciendo reflexiva y esto tiene que ver para mí con el reconocimiento del otro. Parece fácil decirlo, u obvio, pero a mí me costó años de escritura hasta que pude hacer el recorrido del interior al exterior.

-Luz/oscuridad, muerte/deseo… Hay mucha lucha de contrarios en sus poemas.

-Esta pregunta tiene que ver con la anterior, lo que decía del reconocimiento del otro, y en ese sentido, ya no del monólogo, sino del diálogo poético. He tenido con la poesía una relación difícil al punto que la puedo visualizar como una amorosa enemiga. Las partes en disputa, la luz y la sombra, la muerte y la vida, la tiranía del deseo, son las cosas con las que he tenido que batallar… Pero a partir de la publicación en 2002 del libro La épica del padre mi poesía cambió. Con respecto a los contrarios, también hay que tener en cuenta la luz cruda del trópico y la necesidad de recogerse en el interior. Recuerdo un verso de Blanca Varela: "El suplicio comienza con la luz". Ahora que lo pienso tu pregunta tiene que ver también con la oscuridad o la claridad de la frase, el hecho de que muchos de nuestros poemas resulten herméticos, cerrados, muy oscuros. Por alguna razón que habría que analizar, la poesía venezolana, al contrario de lo que ocurre en otros países caribeños, suele ser refractaria a la luz.

-¿Cómo ha evolucionado su voz poética? ¿Se reconoce en sus primeros poemas?

-Reconozco a una muchacha que escribía poemas y que fue honesta, reconozco a la persona que fui yo en el tiempo. Cuando publiqué mi Poesía reunida tuve la tentación de corregirme pero preferí serle fiel a esa muchacha, no avergonzarla de su torpeza. En todo caso, todo lo que he escrito me llevó a mi último libro, País, del año 2007. En sus páginas pude dar una estructura a lo que hasta ese momento habían sido recurrencias sin centro: el tema de la infancia, la casa materna, el paisaje, el oficio de escribir, etc. El libro en sí mismo recoge todo mi proceso: el reconocimiento de los orígenes familiares, la microhistoria desde donde se puede ver la Historia, el extrañamiento de la realidad y el lugar que ocupa la poesía, su pertinencia o no en estos tiempos. Con respecto a la construcción de la frase que comentaba en la pregunta anterior, ahora aspiro a la diafanidad, que diga lo que tiene que decir.

-¿Qué papel representa la ironía en su poesía?

-Yo necesito distancia, una distancia natural. No soy una persona que confía demasiado en sí misma, tengo siempre dudas acerca de lo que veo, de lo que siento, de lo que pienso, de lo que escribo. La ironía como recurso literario me protege a veces (no siempre) del patetismo, es una forma del pudor que paradójicamente nos desnuda.

-¿Sigue pensando que "abril es el mes más cruel"?

-Usé como epígrafe el verso de Eliot para el poema El cielo de París, pensando en el suicido de Paul Celan el 20 de abril de 1970, pero el tiempo nos confirmó a los venezolanos que abril fue el mes más cruel, el 11 de abril de 2002.

-¿En qué momento se encuentra la poesía en Venezuela? ¿Y en América Latina?

-La poesía venezolana en este momento es muy diversa, difícil de encasillar, y creo que lo mismo ocurre en otras regiones del continente. Por la misma dificultad de la circulación y distribución de libros entre nuestros países, siempre aparece algo que nos sorprende, un verso, una idea, un autor que no conocíamos. Me acaba de ocurrir con Manuel Silva, un poeta chileno autor de un poemario maravilloso llamado Lobos y ovejas de 1976, dedicado a Enrique Lihn. Los últimos libros de la poeta argentina Diana Bellessi, La rebelión del instante y La edad dorada, son extraordinarios. Hablo de autores sobre los 50 años, como el venezolano Luis Alberto Crespo, cuyo poemario Tórtola de más arriba es de los mejores que se han publicado aquí en mucho tiempo. ¡Así que soy muy optimista!

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