Pornografía melodramática con disfraz progresista
Drama/Romance, Bélgica, 2012, 110 minutos. Dirección: Felix van Groeningen. Intérpretes: Veerle Baetens, Johan Heldenbergh, Nell Cattrysse, Geert Van Rampelberg, Nils de Caster, Robby Cleiren. Guion: Felix Van Groeningen y Carl Joos. Música: Bjorn Eriksson. Arcángel.
Basada en el espectáculo músico-dramático The Broken Circle Breakdown, creado por el intérprete de esta película, Alabama Monroe es un melodrama impúdico que incurre en la peor pornografía sentimental, revestida de tono realista indie y de reivindicación de la ciencia frente a lo que se considera integrismo religioso. Buena ensalada.
El belga Felix van Groeningen utiliza dos horas que parecen cuatro para contarnos la historia de una tatuadora y un músico bluegrass que se enfrentan a desdichas mucho mayores que el desamor. Tan grandes que merecen un tono más serio, menos dado a la lágrima fácil y al panfleto elemental. Lo primero que se muestra es una niña en una camilla a la que le ponen una inyección intravenosa -con el pinchazo en primerísimo plano- y a sus padres recibiendo la peor noticia. Caen las primeras lágrimas. La niña tiene cáncer. No se podrá curar. Morirá. A través de flash backs se nos contará la historia de los tres para concluir con la desintegración de la pareja tras la traumática experiencia.
El romance entre la tatuadora y el músico destila una cursilería que lo explícito de sus encuentros no remedia. Cabalgando al atardecer mientras suena una canción, música en torno a la fogata y esas cosas. El curso de la enfermedad de la niña, con todos sus detalles lacerantes, encaja mal entre estos cursis flash-back y huele a refregar cebolla de melodrama tramposo para provocar las lágrimas. Y esto es lo más grave, junto a su elemental manipulación ideológica, que se le puede reprochar a la película: el dolor y la muerte de los niños no es una mercadería expuesta en el bazar de los melodramas.
Lejos de tratar los temas más serios con respeto, es decir sin sensiblería que mercadea con lágrimas, a la muerte de la niña se suman el suicidio y la eutanasia. Todo ordenado a un supuesto discurso ideológico a favor de la experimentación con células madre dirigido contra los conservadores e integristas (que resultan ser todos los creyentes de todas las religiones) que, con Bush al frente, se oponen a ella.
Al igual que la cobertura realista huele a truco para encubrir la cursilería y la explotación melodramática del dolor, el discurso pretendidamente ideológico parece querer absolver la pornografía emocional revistiéndola de lucha progresista y anti integrista con argumentos tan elaborados como "¡que se metan su cruz por el culo!", el primario discurso contra Yahvé durante un concierto o el ridículo enfrentamiento entre la pareja, él un ateo más bien primario y ella de una difusa religiosidad new age.
La niña Nell Catrysse trabaja admirablemente. Veerle Baetens tiene el mérito de dar humanidad a su endeble personaje gracias a una gran interpretación. Johan Heldenbergh -curiosamente el autor e intérprete de la obra teatral- se desgañita gritando sin lograr hacer nunca creíble su personaje. Vaya una solitaria estrellita para Nell y Veerle.
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