Parafascismo para la generación Ni-Ni

Parafascismo para la generación Ni-Ni
M. J. L.

26 de junio 2012 - 05:00

Romance, España, 2012, 120 min. Dirección: Fernando Gómez Molina. Guion: Ramón Salazar. Fotografía: Xavi Giménez. Música: Manel Santisteban. Intérpretes: Mario Casas, María Valverde, Clara Lago, Nerea Camacho, Diego Martín, Marina Salas, Andrea Duro, Luis Fernández, Antonio Velázquez, Ferrán Vilajosana, Álvaro Cervantes, Nerea Camacho, Carme Elías. Arcángel, Guadalquivir, El Tablero, Artesiete-Lucena.

Todo filme es, por definición, un filme político. Y Tengo ganas de ti, apresurada e inverosímil secuela de Tres metros sobre el cielo, se alinea con una cierta ideología fascista puesta al día. A ello contribuyen no sólo su estética, que hereda del peor lenguaje publicitario ochentero su saturación de tonos y colores, su brillo seductor que vende cada imagen en un envoltorio de celofán, sus cuerpos esculpidos, embadurnados de aceite y vestidos para una pasarela de carne fresca, sino su estructura narrativa, forzado cruce entre la cursilería del romance juvenil y el melodrama de los ricos también lloran y una no menos tendenciosa deriva moralizante que avisa de los muchos peligros de la vida fuera del redil del orden y la familia.

Detrás de toda esta operación de marketing de falsos sueños de rebeldía con causa y felicidad heterosexual están una vez más el escritor italiano Federico Moccia, nuevo portavoz superventas de la banalidad empaquetada en papel de regalo, un guionista (Ramón Salazar) y un director (Fernando González Molina, firmante también de Fuga de cerebros, o sea, nuestro sostén industrial) que sólo saben marear la perdiz de los estereotipos o filmar los rostros como si de un anuncio de colonia varonil se tratara.

Porque Tengo ganas de ti también es un filme parafascista con su exaltación del macho duro, desafiante y fuerte (ahí está, esa imagen recurrente, del inexpresivo Mario Casas a lomos de su moto) que sólo flaquea ante el amor verdadero (sic), ese macho dominator al que ellas, siempre a punto, tal vez haciéndose las remolonas pero siempre a punto, se terminan entregando entre estampas de videoclip barato al amanecer.

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