Mickey Rourke regresa a la gran pantalla en la piel de un boxeador

65ª Mostra de venecia El festival entrega hoy sus premios

El veterano actor aspira a ganar la Copa Volpi del prestigioso certamen por su papel en 'The wrestler', la nueva película del director neoyorquino Darren Aronofsky

Efe/ Venecia

06 de septiembre 2008 - 05:00

The wrestler, la película del director neoyorquino Darren Aronofsky proyectada ayer en competición en la Mostra de Venecia y con Mickey Rourke como protagonista, muestra que la historia del boxeador acabado aún funciona. Técnicamente Rourke no es un boxeador, sino uno de esos luchadores del espectáculo llamado wrestling (lucha libre), pero para la historia poco afecta esta variante, pues, como explicó Rourke, el tema central del filme es un problema que se le plantea a cualquier atleta: "Es el momento de irme. ¿Adónde voy?".

Además, para el buen resultado de la película ha sido muy oportuno que el atípico actor estadounidense se dedicara durante años al boxeo profesional, tras su erótica historia con Kim Basinger en Nueve semanas y media (1986).

Y, por si fuera poco, Rourke reconoció que "desafortunadamente" tiene "muchos paralelismos" con el personaje, porque "hace quince años" tiró "a la basura" su carrera.

The wrestler muestra a Randy Robinson, un luchador al final de su carrera profesional, cuando se sube a cuadriláteros de tercera categoría y su salud empieza a pasar la factura de los años de peleas, no por amañadas menos brutales.

Randy empieza entonces su particular ajuste de cuentas con la vida, una hija abandonada, interpretada por Evan Rachel Woods, y una soledad en la pobreza que intenta superar con el amor hacia una streaper, Marisa Tomei.

En definitiva, la película es un clásico, pero funciona y muestra que tras su sonado fracaso con La fuente de la vida, Aronofsky encuentra otra vez el camino de la narración y es capaz de enganchar al espectador. El filme ha colocado además a Rourke entre los favoritos para la Copa Volpi al mejor actor de la Mostra de Venecia, al tiempo que afianza su carrera, que ya empezó a enderezarse con Spun y con Sin City, por la que consiguió varios reconocimientos en el género del cine fantástico.

La película tiene incluso su lectura metafórica, la de ese gigante que es EEUU pero al que empiezan a pasar también factura sus múltiples peleas.

Otra de las películas proyectadas ayer en Venecia fue Il seme de la discordia, el cuarto trabajo del italiano Pappi Corsicato, que puso el remache al clavo de las críticas por el nacionalismo de la Mostra. Se trata de la tercera película italiana en competición producida por Mediaset, la compañía audiovisual de Silvio Berlusconi, a la postre presidente italiano.

La cinta narra la historia de Verónica, a quien encarna la actriz Caterina Murino, quien se queda embarazada presuntamente por una violación, con tan mala fortuna que lo anuncia el mismo día en que el marido conoce que es estéril.

Por otra parte, el cineasta italiano Ermanno Olmi recibió ayer en Venecia, de manos de su amigo Adriano Celentano, el León de Oro a toda su carrera, en la que, con títulos como El árbol de los zuecos o La leyenda del santo bebedor, ha mirado la realidad desde el punto de vista de las clases menos favorecidas.

Nacido en Bérgamo (norte de Italia) hace 77 años, Olmi se reconoció "sordo como una tapia" durante la rueda de prensa que ofreció en la Mostra, pero fue desgranando con aureola de sabio venerable la filosofía de su cine y de su vida.

El director resumió su trayectoria como un trabajo consagrado "a una de las posibilidades más nobles que ofrece el cine: conseguir que la gente se reconozca en él, captar la civilización".

Heredero directo, ya casi el único, del neorrealismo italiano, Olmi recordó cómo ese cine sacó a la cultura "del pantano en el que estaba, de ese estado absolutamente parado y fuera de la realidad". Y así, Rossellini y Vittorio de Sica, primero, y Pasolini y él después, se atrevieron "a contar la realidad de la que procedían".

El festival veneciano entrega hoy sus premios. No hay favoritos claros, si bien a la mayoría de los críticos les han gustado Bumaznyj Soldat, dirigida por el ruso Aleksei German, y Teza, del etíope Haile Gerima.

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