Se acaba 2025, qué largo me ha parecido. Y cíclico, como un día de la marmota, sobre todo en lo referente a la política. Vaya ambientito se respira. Estamos como estábamos o puede que algo peor. Seguimos en la noria, subidos en la misma carroza que ya nos conocemos de memoria. Todo sigue igual, como si lo cantara Julio Iglesias, con ese deje suyo. Acaba 2025 con las elecciones extremeñas que nos vendieron como un anticipo de lo que vendría después en toda España. Como un Nostradamus demoscópico. Descalabro socialista sin paliativos, del que apenas se aprovecha el Partido Popular de Guardiola, que dependerá de un Vox al alza y de una izquierda a la izquierda que sube, pero que sigue siendo irrelevante. La utopía que no suma. O sea, solo gana uno, y me temo que perdemos la mayoría.
Tanto socialistas como populares deberían plantearse que no van por el camino adecuado, que la estrategia es fallida, por no decir nefasta. Deberían darse cuenta de que ese tú más en el que andan metidos, es la alfombra roja sobre la que camina la ultraderecha. Pedagogía, sentido de estado, y líneas imposibles de traspasar, es lo que requiere este momento tan complicado y convulso de nuestra historia. Estamos a tiempo de remediar males mayores, pero todos tienen que poner de su parte y, sobre todo, todos tienen que ceder para alcanzar un acuerdo que satisfaga a la mayoría de los españoles.
Ya vienen los Reyes Magos, pero ojalá, como en el fútbol, un VAR de las cartas que deberíamos haber escrito, solicitando lo que realmente necesitamos. Peticiones para un año nuevo. Ojalá un 2026 de cordura, de pensar en el interés superior de los españoles y de frenar lo que no nos merecemos. Porque el pasado no puede ser el alquitrán de la carretera que nos conduzca al futuro. El ayer no forma parte del mañana. Es mucho, muchísimo, lo que nos jugamos.
También deberíamos pedir para el 2026 que nos roza el flequillo, un poco más de calor, de cariño, de humanidad. Esforzarnos en comprendernos, en conocernos. Solemos odiar o despreciar lo que desconocemos. La ignorancia nunca trae nada bueno, nada. Tampoco la desmemoria, no querer recordar lo que fuimos, donde estuvimos.
También pido conjugar con más frecuencia el verbo respetar, en todos sus tiempos. Cuando dejamos de hacerlo, sea por el motivo que sea, somos peores. Mucho peores. Si lo hiciéramos, no tendríamos que pedir por la paz, por el fin de la violencia, por erradicar la intolerancia. Vendría dado. Ojalá un 2026 entre iguales, sin pobreza, curados por la ciencia y una sanidad pública, accesible y de calidad. Vacunas para todas esas enfermedades que nos acechan.
Ahora que cito a la sanidad y a la enfermedad, para mí solo pido salud, nada más. Saciado de amor, de cariño, de trabajo, solo necesito y pido salud, restablecer la que perdí. En ese camino me encuentro. Por eso tendré un comienzo de año extraño, sin los míos, lejos de casa. Será duro. Espero que el coste tenga su recompensa. Estoy tan nervioso y asustado como esperanzado. Camino por este oscuro túnel, que empieza a ser demasiado largo, pero creo ver la luz al final. Me dirijo hacia ella, nunca he dejado de hacerlo (hasta cuando no existió). Seguro que será un buen año. Nos lo merecemos, todos.
Espero que las peticiones sean atendidas. Nunca he tenido claro cuándo debemos comenzar a decir Feliz Navidad y cuándo tenemos que dejar de felicitar el año. Hay quien lo alarga hasta febrero. Aprovecho para felicitarle ambas. Que sean días junto a las personas queridas y que 2026 sea ese año deseado. Seguimos.