Harry Potter se prepara para la batalla final

La sexta película sobre la vida del mago más famoso del mundo está llena de sorpresas y nuevos personajes

Hermione Granger en la clase de pociones con el profesor Horace Slughorn.
El Día / Manuel J. Lombardo

15 de julio 2009 - 05:00

Una película se adelanta en los estrenos de la cartelera de esta semana. Se trata de Harry Potter y el misterio del príncipe, una adaptación del sexto libro de la exitosa escritora inglesa J. K. Rowling que hoy llega a los cines españoles, además de proyectarse en Estados Unidos, Inglaterra y Latinoamérica, entre otros lugares.

El filme está dirigido por el director británico David Yates, que ya estuvo al frente de Harry Potter y la Orden del Fénix y, como en las anteriores cinco películas de la misma saga, está protagonizada por Daniel Radcliffe (Harry Potter), Rupert Grint (Ronald Weasly) y Emma Watson (Hermione Granger).

En esta ocasión, el castillo de Hogwarts ya no es tan seguro como lo había sido hasta ahora. Voldemort está cobrando cada vez más fuerza y, con la ayuda de los mortífagos, se está haciendo con el control del mundo mágico y también está empezando a actuar sobre el mundo de los muggles (personas no mágicas).

El director del Colegio de Magia y Hechicería, Albus Dumbeldore, quiere evitar a toda costa que el que no debe ser nombrado siga adelante con sus planes y previendo que la batalla final está cada vez más cerca, centra toda su atención en preparar a Harry para ello.

Pero el Dumbeldore no se encuentra solo para llevar a cabo esta tarea, cuenta con su viejo amigo y colega, que parece tener información muy importante, el profesor Horace Slughorn, encargado de la clase de pociones, que hasta entonces estaba impartida por Severus Snape, pero el profesor más oscuro del castillo sorprendentemente ha cambiado de puesto.

Sin embargo, no todo lo que sucede en el castillo es malo. Los alumnos de Hogwarts han crecido y han pasado de ser niños a adolescentes. Y como todo adolescente, verán cómo comienzan a estar dominados por sus hormonas. Empiezan a aflorar sentimientos antes inexistentes en ellos. Harry se fija cada vez más en la hermana menor de su mejor amigo, Ginny, hasta el punto de sentirse atraído por ella, pero la chica está saliendo con Dean Thomas. La inteligente Hermione tampoco podrá evitar enamorarse y luchará por no demostrar los celos que siente porque Lavander Brown y Ron tienen algo muy especial. Sólo un alumno no dejará que le afecten estas sensaciones, porque debe realizar una tenebrosa misión sin que nada ni nadie le entretenga.

El amor se respira en Hogwarts, pero algo inesperado sucederá al final, lo que hará que cuando Harry y los demás vuelvan el curso que viene, el castillo no sea el mismo.

Drama criminal, España, 2009, 91 min. Dirección y guión: Patxi Amezcua. Fotografía: Sergi Gallardo. Intérpretes: Francesc Garrido, Aida Folch, Manuel Morón, Héctor Colomé. Alkázar.

Aplaudida en el Festival de Málaga con ese entusiasmo excesivo que sólo puede significar que en el reino de los ciegos el tuerto es rey, 25 kilates, debut en el largometraje del navarro Patxi Amezcua, es un forzado ejercicio de género (criminal y policiaco) en el que se detectan muchos de los males, también algunas virtudes, del último cine español. Fiel a la escritura antes que a la puesta en escena, que quiere ser ligera y fresca sin conseguirlo del todo, la cinta hilvana dos historias destinadas a cruzarse en un paisaje urbano atenazado por ciertos clichés del submundo del hampa, de la figura del matón trascendental con pasado trágico a la del poli corrupto y malencarado, pasando por la ladronzuela soñadora y esa fatalidad transversal propia del cine negro.

Siempre un paso por detrás de su estructura dramática, Amezcua acierta al menos a seguir a sus criaturas con una prudencial distancia, temeroso tal vez de sobrecargar más de la cuenta su perfil de estereotipos trasplantados. Aun así, a 25 kilates le cuesta respirar esa autenticidad a la que aspira, ese fatalismo y esa llamada del destino (cruel) que se interpone entre la felicidad y las segundas oportunidades. Y tal vez se trate de un problema de tono, de interpretación incluso. Francesc Garrido no acaba de controlar el perfil taciturno de su personaje, y a Aida Folch tal vez le venga demasiado grande su adolescente al final de la escapada. Manuel Morón tampoco domeña su característico naturalismo y los actores encargados de interpretar a los policías corruptos no pueden quitarse de encima el estigma de ser los más malos de la película en cada plano.

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