Toros

Finito y Daniel Luque dejan una tarde para el recuerdo en la plaza de toros de Cabra

  • Juan Serrano indulta a un toro en una faena en la que los muletazos, tanto con la derecha como al natural, fueron plenos y rebosantes de estética

  • Los dos espadas salieron a hombros junto a los mayorales de las ganaderías de La Quinta y Fuente Ymbro

Salida a hombros de los toreros y los mayorales.

Salida a hombros de los toreros y los mayorales. / Mika Zarcas

Tarde para la historia lo acaecido en Cabra. O tal vez para el recuerdo. La historia quedará escrita y el recuerdo del 29 de agosto permanecerá imborrable. Es difícil, muy difícil, tal y como está hoy la fiesta de toros, una tarde tan redonda. Toros bravos y toreros dispuestos. Toros para hacer el toreo y toreros dibujando el toreo eterno. El de siempre, el que prende. El que no se borra de las retinas. Algo se conjugó en el coso egabrense que será muy difícil repetir. Página de oro para la historia y el toreo de pureza y solera grabado en la retina de los asistentes.

Finito de Córdoba atraviesa un momento dulce. Treinta años como matador de toros. Con luces y sombras, las menos, durante su ya larga trayectoria. ¿Qué decir o escribir de Finito tras tanto tiempo disfrutando de su torería? Ofreció una tarde pletórica, plena de toreo. Un toreo que se ha asolerado con los años. Un toreo que ha ganado enjundia y que satisface a los paladares de los que tienen sensibilidad. Los que carecen de ella, se lo pierden. De todo tiene que haber en la viña del Señor.

Cuajó una faena bella, llena de plasticidad, suavidad y buen gusto a su primero. Un toro de La Quinta que tuvo calidad y embestía con una dulzura extrema. Ahí se vio al torero artista, con un oficio solvente y bien aprendido. Los muletazos eran pura seda que dibujaba trazos limpios en el albero. Un pinchazo precedió a una estocada. Oreja y petición no atendida por un palco excesivamente protagonista como se pudo ver durante toda la tarde.

A su segundo, un animal en exceso brusco y con genio, se vio a un artista que con su muleta fue modelando las embestidas, hasta lograr domeñarlas, imponerse a la violencia transformándola en una aparente dulzura para acabar realizando otro trasteo importante y con la enjundia y torería por bandera. Ahora la espada sí fue certera y otra oreja al esportón del torero cordobés.

La apoteosis vino en el quinto. Un toro bien hecho de Fuente Ymbro. Fijo, con calidad, bravura y nobleza. ¡Qué pena no se viera en el caballo!. Urge adaptar la suerte de varas a nuestros días. La puya actual es demoledora y el caballo un muro donde los animales se estrellan. La faena de muleta rozó la perfección, aunque la perfección en el arte es inexistente. Faena larga, extensa, pero manteniendo siempre un alto nivel. Los toros bravos precisan de buenos toreros.

En Cabra ambos se conjuntaron. Los muletazos, tanto con la derecha como al natural, fueron plenos, rebosantes de estética, belleza y poder del hombre sobre la fiera. El público comenzó a pedir el perdón para el animal. El torero lo secundó. El ganadero lo pidió. El presidente, excesivamente protagonista durante toda la tarde, se resistió. Al final, imperó la razón. El toro volvió vivo a corrales para viajar hasta Los Romerales y el torero pleno y exultante cinceló una faena para el recuerdo. Aún así habrá quien escupa y rezume bilis. La envidia es mala, pero peor es carecer de sensibilidad ante lo bello.

Juan Serrano durante la faena a uno de su lote. Juan Serrano durante la faena a uno de su lote.

Juan Serrano durante la faena a uno de su lote. / Mika Zarcas

Si Finito estuvo cumbre, este nuevo -porque es otro- Daniel Luque no le va a la zaga. Luque ha vuelto por donde ya apuntara en el pasado que podía hacerlo. Un torero joven con aire fresco, que bebe de los manantiales puros del toreo clásico de siempre. Un torero recuperado que de seguro -cuando la cabeza se asienta todo es distinto- viene a recuperar ese tiempo que perdió, cuando creyó que lo había alcanzado todo.

El tren ha vuelto a pasar por su andén. Ha sido listo y se ha montado en él. Se encontró con un toro de Fuente Ymbro bravo y con mucho que torear. Bella, estética y pura la faena. El toreo puro siempre llena y este renovado Luque cuajó al toro de principio a fin. Lástima que los aceros no viajaran certeros. Tan bella obra de arte no tuvo el premio esperado.

Sí lo tuvo la faena realizada a su segundo, el cuarto de la suelta. Un animal de La Quinta, guapo, en el tipo de la casa. Bravo y noble, pero no tonto. Así se vio cuando prendió a Caricol en el tercio de banderillas. Con la pañosa en la mano, Luque se impuso a él. Faena en la que el oficio, bien aprendido, y el sentido del temple se hicieron presentes. Tandas preñadas de temple y buen gusto, con ambas manos.

Ahora la espada fue rotunda. Dos orejas y triunfo grande para Luque. En el último de la tarde se topó con el peor toro del encierro. El único garbanzo negro. Aún así, Luque fue imponiendo su buen hacer para cuajar una faena intensa y de buen gusto. Otra oreja para continuar poniendo de manifiesto que es un torero a tener muy en cuenta y que está vez ha venido para quedarse.

Luque, con uno de los toros de su lote. Luque, con uno de los toros de su lote.

Luque, con uno de los toros de su lote. / Mika Zarcas

Como anécdota, indicar que la presidencia buscó un protagonismo radical desde el inicio del festejo. Un presidente debe de arbitrar, aplicar la legislación y cumplir con su deber. El gesticular en exceso e intentar aplicar su criterio, en contra de la opinión de quien paga -o sea, el público- le resta credibilidad y autoridad. El protagonismo está sobre la dorada arena, el que se sienta en el tendido, aún más en el palco, siempre debe de pasar desapercibido.

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