Fantasía hecha a mano
exposición | una inmersión en el cine de animación
El Caixafórum de Sevilla acoge la muestra 'Disney. El arte de contar historias', que recoge más de 200 dibujos y otras piezas que ilustran "el trabajo entre bambalinas" de la mítica compañía
Asentado desde hace décadas como un mito moderno, hábil y eficaz autor de viñetas publicitarias e infatigable buscador de novedades tecnológicas que se elevó a sí mismo a las categorías de pionero, mago y Rey Midas de la animación, Walt Disney grabó a fuego en las retinas de millones de personas de todas las edades un imaginario inconfundible compuesto por narraciones ancestrales, no pocas veces de raíz oral, traducidas a un lenguaje que exprimió las posibilidades del cine, el arte que transformó la cultura del siglo XX. Disney (Chicago, 1901-Burbank, 1966) supo verlo y a su audacia cabe atribuir también, paradójicamente o no, la temprana comprensión de que él mismo "era fuera de toda duda un magistral contador de historias, pero no el mejor artista del mundo". Disney, por tanto, lo que todos entendemos por Disney, en realidad es una enorme construcción colectiva, obra de una multitud de artistas americanos y europeos anónimos que el gran patrón de la compañía, con el olfato que nunca le faltó, fue a buscar allá donde estuvieran. La factoría de sueños, esa expresión recurrente para referirse a la productora, puede ser un lugar común, pero no exactamente una metáfora.
En este aspecto sobre todo, pero también en la reivindicación de la condición de "obra de arte" para cada uno de los miles y miles de dibujos que conforman los 57 largometrajes y los más de 500 cortos animados que ha producido la firma desde los años 30 hasta el presente, se centra la exposición que acoge el Caixafórum de Sevilla hasta el 18 de febrero.
La directora de la Walt Disney Animation Research Library y jefa del equipo de comisarias de la muestra, Mary Walsh, señaló que "el archivo no está abierto al público, así que estas exposiciones constituyen la única oportunidad de asomarse al trabajo entre bambalinas del estudio ya que estas obras sólo suelen verlas los equipos de producción. En el archivo custodiamos 65 millones de obras de arte, por lo que, para no plantear una exposición inabarcable, fijamos cinco temas y en torno a ellos aportamos muestras del proceso de colaboración de muchos artistas sin los cuales las películas no existirían". La exposición incluye 212 piezas entre dibujos, bocetos, fragmentos de guiones o muestras de storyboards, junto a tres cortos y un documental. Dividido en cinco apartados, el recorrido comienza con un espacio con mesas inclinadas, que facilitan la contemplación de las piezas y sobre todo pretenden evocar el ambiente del estudio de Disney durante los años 30 y 40. Se muestran en este ámbito, dedicado a Los mitos, las historias en las que Disney, Walt, se inspiró directamente en ese mundo simbólico de dioses y seres asombrosos que, con sus poderes extraordinarios y ajenos a las pequeñas leyes de los humanos corrientes, protagonizan hechos que pasaron, pasan y seguirán pasando hasta el fin de los tiempos. El público encontrará aquí dibujos y bocetos de El rey Midas (1935), La diosa de la primavera (1934), La sinfonía pastoral de aquella piedra de toque que fue Fantasía (1940), y de Hércules (1997).
El itinerario continúa con Las fábulas, en un espacio delimitado por unos paneles que remiten a la forma de la cabaña que aparece en Los tres cerditos, irresistible corto de 1933 con el que la compañía, en una época cataclísmica, dio respuesta, propugnando el esfuerzo sostenido y la actitud práctica, y endulzando mucho por cierto la versión original de la historia, a la monstruosa angustia que causó la Gran Depresión de aquella década. La tendencia al sermoneo (conservador) de Disney es a estas alturas más que proverbial, pero en eso consistieron siempre las fábulas al fin y al cabo -en mostrar el repertorio de vicios y virtudes humanas escenificados en el mundo animal con un final moralizante- y en ellas se han inspirado con frecuencia sus producciones. Las piezas que se incluyen pertenecen a la mencionada Los tres cerditos, El saltamontes y las hormigas (1934), La liebre y la tortuga (1935), El sastrecillo valiente (1938) y Lo mejor de Donald (1938), obra cómica de acusado tono pedagógico que debe su existencia a Eleanor Roosevelt, primera dama de EEUU en aquel entonces, que sugirió por escrito a Walt Disney que adaptara un cuento del alemán Heinrich Hoffmann, Pedro el Desgreñado, sobre un grupo de niños que se ve en graves dificultades por su mala conducta. La exposición muestra la carta original, mecanografiada, firmada y enviada en enero de 1934 por la esposa del presidente Roosevelt, él mismo también "devoto" de Disney.
En el tercer ámbito, Las leyendas, perpetuadas a través de narraciones orales y textos escritos y generalmente protagonizadas por un héroe (o una heroína), una comunidad o un pueblo que hace mucho vivió una situación increíble, tanto que pasado el tiempo no se sabe ya si fue real o ficticia, pero cuyo valor simbólico permanece intacto en todo caso. Es el caso de El flautista de Hamelin (1933), Merlín el Encantador (1963) y Robin Hood (1973), piezas de las que se muestran, como en el resto de la exposición, una gran amplitud de formatos y técnicas (lápiz sobre papel, pastel y rotulador, fotocopia sobre acetato, mina de grafito, pintura sobre acetato...).
El cuarto apartado aborda, casi con toda seguridad, parte de la producción más desconocida de Disney, la que se basa en los tall tales, relatos basados en el folclore estadounidense, humorísticos, exagerados y transmisores los valores fundacionales de la nación, por los que Disney sentía debilidad. La leyenda de Juanito Manzanas (1948), Tiempo de melodía: Pecos Bill (1948) y John Henry (2000)dan fe de su pasión hacia esas historias de pioneros y adversidades superadas pese a todo que, en estas piezas audiovisuales, adquirieron, como las hechos que narran, rasgos más aventureros o experimentales.
Cómo no, se completa el recorrido con Los cuentos de hadas, todas esas historias de "Érase una vez...", reinos absolutos de la fantasía donde habitan el Bien y el Mal sin matices. Dibujos y borradores del primer largo de la productora, Blancanieves y los siete enanitos (1937), cuya protagonista a punto estuvo de ser rubia o pelirroja; de La bella durmiente (1959), La sirenita (1989) y Frozen (2013), único título de producción eminentemente digital que se recoge, cierran una exposición que defiende, como el legendario artífice del emporio animado, la "vigencia de los relatos clásicos".
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