"Escribo como el ciego que va tocando la vida con su bastón"

En su poemario 'Los ojos no están aquí', el madrileño pone a prueba el cuerpo y la mente del lector a través de un lenguaje renovado con trazos de su propia vida

El periodista y escritor Roberto Loya.
El periodista y escritor Roberto Loya.
Sara Fernández / Córdoba

26 de agosto 2012 - 05:00

Roberto Loya, periodista y director de RNE en Córdoba, vuelve a dar vía libre a su faceta de poeta en su libro Los ojos no están aquí (editorial Polibea). En el poemario, el madrileño narra la problemática contemporánea de la identidad, uniendo el mundo exterior al interior y conformando, con ello, la totalidad en forma de verso.

-Su último poemario ofrece un título muy sugerente: Los ojos no están aquí. ¿Dónde cree usted que están los ojos?

-Los ojos están donde nosotros estemos dispuestos a llegar. Yo soy de los que piensan que ser poeta es asomarse a las puertas del misterio y volver de él con la vislumbre de lo desconocido en los ojos. Y de estos ojos sólo se puede sacar poesía.

-Pero no son unos ojos cualesquiera, son unos ojos que miran hacia dentro.

-Tenemos la costumbre de mirar hacia fuera, y con ello estamos perdiendo la capacidad de ver la verdad, lo real. Estos ojos que miran hacia dentro están transformados, son capaces de más. Son capaces de ver los intersticios, y de no limitarse a contemplar la película de la realidad.

-En su poemario no sólo interpreta el mundo, sino también su propia vida a través de la palabra. ¿Integrar ambos mundos -interior y exterior- es una máxima en sus obras?

-Da la casualidad de que ya me paso esto con Artaud en la India y, ahora, me ha vuelto a ocurrir un poco aquí. En la obra, la idea de cuerpo del propio autor está presente, así como la de su propia vida, percibida en pequeños destellos. Una cosa es la primera intención y otra lo que al final acaba sucediendo. En este "al final" he llegado a el no cuerpo: como hacían en el mundo antiguo, he querido ver todo como si fuera una sola cosa. Lo interior, los sentidos, y lo exterior, que es el cuerpo y lo que lo rodea. En el libro hago referencia a que no somos el cuerpo, sino la esencia. Somos como el coco, hay que llegar a lo interior, porque si te comes la cáscara lo más seguro es que te rompas los dientes.

-Aparecen muchos elementos de la naturaleza en su poemario: el sol, el mar, los árboles...

-No he buscado renovar el lenguaje, sino renovar el sentimiento mágico de la vida. Te das cuenta de ello con estos pequeños destellos de la naturaleza, no busco una cosa maximalista. A diferencia de la poesía posmoderna, apenas utilizo objetos en mis poemas. Es una poesía anterior a todo eso, a lo material, a lo que define el mundo contemporáneo. La estructura de estos poemas es incompleta, como si les faltara algo para convertirse en una pieza sinfónica. Es como el esqueleto desnudo de la idea. Aquí aparece el papel del lector, que es el que tiene que completar el poema. Sin lector no hay libro, eso es así.

-También ha hecho alguna mención a los ángeles, a Buda e incluso a Zeus. Pero especialmente habla de los ángeles.

-Los ángeles en este poemario son un poco, como diría Picasso, ángeles torna chieri. En algunos poemas son ángeles que están por nacer y en otros son, como citan los versos, "como la niebla del mundo". Los ángeles son la energía que cose por dentro las cosas, la que cosió el mundo antiguo, la que coserá el nuevo. Son lo que nos hace ser conscientes de nuestra propia conciencia, eso es lo que llamamos ángeles. Lo que significan en el poema, claro.

-Hay un párrafo que me ha llamado la atención: "Un locutor sin voz de oro/ anuncia en la radio/ (es domingo ahora, 6 de la mañana):/ La crisis ahoga a millones de seres / mientras la vida escribe su último poema". La palabra seres aparece en cursiva, ¿quiénes son esos seres?

-No sólo los seres humanos sufrimos esa crisis, nos afecta a todos los seres sintientes que habitamos el planeta y el universo. Esos seres son todas las formas posibles de vida, las que conocemos y las que no... Por eso lo puse en cursiva, para dejar claro que no es una referencia antropocéntrica.

-El poema que cierra el libro se titula El funeral al que nadie irá. Se refiere al funeral de la poesía.

-Pero en realidad significa todo lo contrario a su muerte. El poema quiere reflejar que, en la disolución de todo, quizás exista otro veedor, distinto al poeta, que pueda mirar desde el otro lado de la pluma lo que ocurre. La poesía no puede morir, forma parte del origen de la vida, forma parte de ese misterio. Es como la lluvia, esa lluvia tonta que va empapando todo sin que te des cuenta y luego da lugar a pequeños destellos al día siguiente cuando sale el sol. Ya no es lluvia, pero todo lo ha provocado la lluvia. Yo creo que la poesía está ahí, en esa lluvia, en la esencia de todas las cosas.

-En las presentaciones de este poemario realiza lecturas públicas. ¿Qué sensación causa al auditorio?

-Alguno se ha acercado y ha repetido la idea que Federico Leal escribió en uno de los epílogos del libro, en el que dice sentir cómo sus emociones se movían por dentro. Federico piensa que soy un agitador de emociones, pero yo lo que de verdad intento es compartir con el lector la emoción por el misterio, por eso escribo como el ciego que va tocando las sombras de la vida con su bastón. También me dicen que utilizo un tono que no es el de la poesía actual, el público se queda con la sensación de haber escuchado algo que no pertenece a la época... Y eso ya no sé si es un sentimiento bueno.

-Además de poeta, ha sido articulista en prensa, crítico literario, conductor y guionista de espacios radiofónicos. ¿Le falta algún perfil de la profesión por experimentar?

-Tele no he hecho, pero la verdad es que la televisión de ahora... como que no. Si volviera a emitirse Encuentros con las letras me lo pensaría. Pero un programa de literatura así duraba hasta cuatro horas y en la sociedad de hoy esto es inconcebible, un bodrio. De todas formas no siento que haya tocado casi todos los palos de la profesión, al contrario, tengo la sensación de no haber empezado aún.

-Usted ha debatido mucho sobre las causas y posibles soluciones a la falta de lectura por parte de los más jóvenes.

-El problema no se solucionó ni cuando había dinero en este país. Por aquel entonces las instituciones empleaban mucho dinero en actividades y talleres para fomentar la lectura. Pero el desalentador resultado estuvo muy lejos de corresponderse con el esfuerzo y la inversión que se realizó. El problema es que el hombre moderno no lee libros de la misma manera que antes, ahora se llevan las novelas breves, se tiene una idea más fragmentaria de la literatura. No estoy tan seguro de que con cosas como Cosmopoética se consigan más lectores, quizás sí, pero es otra idea fragmentaria más.

-Luis Racionero dijo hace 20 años que éramos la última generación libresca, ¿es eso cierto?

-Es verdad, los libros en papel ya son una rareza. Las tecnologías están cambiando el modo de leer de nuestros jóvenes. Se pierde el tacto, el olor de los libros y cómo ellos te encuentran en la biblioteca, a la que vas buscando una cosa y te acabas llevando otra, porque el libro te ha elegido a ti. Ese fenómeno mágico y misterioso es el que hay que conservar.

-Los ojos no están aquí es un poemario lleno de sensaciones. ¿Cuál es el sentimiento final que quiere hacer llegar al lector?

-Quiero crear la sensación de no temor, no tener miedo. Yo soy de la ola cultural contraria, pienso que lo que viene es maravilloso. Esa idea está en el libro. Y la otra idea, que comparto con poetas como Juan Carlos Mestre y por la que llevamos años luchando, es que, para que la vida adquiera algún sentido, hay que seguir resistiendo al mal. Resistirnos.

stats