Figuras y variaciones sobre fondo blanco

Muchas veces se empeña uno en buscar en Hong más de lo que hay, tal vez acomplejado o movido por esa desarmante sencillez con la que el coreano pulsa siempre a través de sutiles variaciones y repeticiones los pequeños asuntos, miserias y misterios de la vida común y ordinaria, también sus devaneos y ensoñaciones fruto del alcohol.

Y así, esta nueva entrega de su opus continuo, antepenúltima de las suyas en estricto orden cronológico, hace dialogar generacionalmente a padres e hijos entre unas invernales y nevadas postales en negro y blanco de Seúl, la costa este coreana y Berlín, no casualmente el lugar donde Hong suele presentar sus películas, para seguir declinando sus viejos asuntos en nuevos ritmos, cuerpos y paisajes.

Un médico acupuntor apesadumbrado, su enfermera de toda la vida, su joven hijo aspirante a actor, la enamorada de este último en plena mudanza a la capital alemana para estudiar moda, dos madres empeñadas en echarle una mano a sus hijos con su carrera, un veterano actor-consejero, un amigo inesperado en una comida… Estos son los personajes que Hong acompaña y cruza entre las habituales escenas de conversación, comidas y sobremesas con soju, paseos callejeros o encuentros en las puertas o en la orilla del mar que conforman esta pequeña pieza de cámara en tres movimientos donde la juventud intenta abrirse paso, confusa, embriaga y dubitativa, en un mundo de certezas aparentes y confesiones adultas.

Misteriosa en su estructura temporal viva y mutante, tan apegada a lo concreto como al sueño, que en Hong nunca avisa de su irrupción, Introduction se gestiona entre abrazos, confesiones, esperas y visitas sorpresa, entre los retazos autobiográficos del cineasta y los enigmas de sus criaturas, tal vez con la única intención de extraer de todo ello nuevos relatos, nuevos gestos y figuras de una vida en marcha donde el más pequeño detalle o la frase más escueta pueden ser objeto de una reinterpretación trascendental para la cámara.