La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

El "mi arma" de Montero

Cualquier crítica se intensifica si tiramos de cinismo, pero no nos escondamos (y liemos) con tópicos y falsos debates

La ministra andaluza María Jesús Montero, este lunes en el Senado.

La ministra andaluza María Jesús Montero, este lunes en el Senado.

Lo primero que preguntamos desde la otra Andalucía a los políticos locales cuando los fichan de consejeros en Sevilla es si ya se atreven con la Cruzcampo y dicen "mi arma". Es la prueba de fuego para calibrar cómo va la batalla del Reino Nazarí con el extremo noble del Guadalquivir.

Los prejuicios siempre venden, en ocasiones divierten, pero también cansan. Sobre todo cuando se utilizan para alimentar el victimismo. Lo hizo este lunes la ministra Montero cuando aseguró en el Senado que en Andalucía estamos todo el día con el "chiqui", "mi arma", "cariño" o "chiquillo"; dijo con vehemencia que "son un reflejo del habla andaluza" y arremetió contra el PP por querer "desprestigiar" nuestra comunidad. Otra vez.

El portavoz popular, Javier Maroto, había criticado el proyecto de Presupuestos recurriendo a una frase muy conocida de la titular de Hacienda cuando llevaba la cartera en la Junta: "Eso se arregla, chiqui, eso se cuadra"... Para Montero, no sólo es una ofensa a todos los andaluces, también es "machismo". Porque en la hemeroteca del "profundo desprecio del PP a Andalucía" siempre se encuentran "ministras" como evidencian las sonadas polémicas con Magdalena Álvarez y Celia Villalobos(la malagueña es del PP pero es mujer, así que también vale).

La 'historia' de la Cruzcampo tiene menos de batalla que de guasa

Sus señorías: ¡no nos confundan! Es evidente que cualquier crítica se intensifica si tiramos de cinismo y condescendencia. Y hace bien la ministra en molestarse y en replicar con dureza. Pero por el fondo, no por la forma. Sin escudarse en tópicos ni parapetarse detrás de los andaluces. Llevo más de dos años atravesando la A-92 y les puedo asegurar que la historia de la Cruzcampo tiene menos de batalla que de guasa (¡la 1925 arrasa hasta en Sevilla!) y que la agonía del "mi arma" es proporcional al relevo generacional.

Con permiso del monotema del Covid, acabamos de desempolvar el debate sobre la subida del salario mínimo, pero la preocupación nacional ahora es si los socios de Gobierno discrepan. Todavía no hemos visto los informes que justifiquen decidir qué ni cuándo, poco se analiza la brecha que nos separa de Europa y menos parece interesar compararnos con Alemania (planea una subida del 2,7%), Francia (1%) y hasta Portugal (4,7%). En España, a los funcionarios sí toca pero no a los trabajadores. ¿No es el momento? Porque nunca es el momento. Y si de verdad no lo es por la crisis, estaría bien debatirlo. Pero en serio. Con cifras y argumentos. Sin mantras ni distracciones.

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