Opinión

La imperfección de la Justicia

  • José Carlos Pérez Arias analiza la situación de la Abogacía en 2023, un año marcado por las huelgas de funcionarios, letrados de la Administración de Justicia y jueces

José Carlos Pérez Arias

José Carlos Pérez Arias / M. G.

"La Justicia es tardía, pero siempre llega". Probablemente, querido lector, habrás escuchado esta afirmación en alguna ocasión, ya sea porque hayas sido cliente de un letrado o has tenido algún familiar con algún problema en manos de la Justicia.

Sin embargo, las circunstancias y vicisitudes de este año 2023 están acabando con la sana paciencia de todos los operadores jurídicos y cunde el pesimismo. La falta de medios técnicos y tecnológicos, la concatenación de huelgas en la Administración de Justicia y la escasa importancia social que tiene la Justicia han dado jaque (¿mate?) al sistema y su credibilidad.

A todo ello, se une la ausencia de corporativismo y de un espíritu de lucha colectiva y generosa de todos los operadores por el bien de los justiciables. En todo caso, cada colectivo tiene unos objetivos e intereses legítimos e incluso imprescindibles, pero terminan enarbolando su propia bandera e ignorando las necesidades del resto de profesionales.

Por un lado, los funcionarios luchan por sus mejoras salariales y de las condiciones laborales. Los jueces y los Letrados de la Administración de Justicia han mostrado especial preocupación en fortalecer su condición de autoridad y la retribución que reciben por el ingente trabajo que realizan. Los abogados siguen siendo el último eslabón de la cadena, centrando sus reivindicaciones en la mejora integral de la Justicia Gratuita y medidas de conciliación familiar.

En particular, durante los últimos tiempos, la abogacía se está enfrentando a una difícil encrucijada. Además de la amplia competencia y oferta de servicios, los clientes se muestran más exigentes y desean una atención profesional e integral. Por lo tanto, la labor diaria consiste a su vez en superar los obstáculos actuales de la Justicia, más allá de los problemas que pueden conllevar las normas.

La conclusión resulta clara y obvia: la justicia es imperfecta. Se trata de una realidad que no está exenta de las carencias y los errores humanos. Pero, los tiempos están demandando nuevas respuestas, máxime cuando toca afrontar unas nuevas Elecciones Generales y la Justicia sigue siendo concebida como una necesidad superficial y última. Toca agarrarse a la máxima acuñada por Antonio Machado: “hoy es siempre todavía”.

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