Mayo Festivo

Marroquíes, 6: El patio de Córdoba que es como un minibarrio

  • Es uno de los recintos de mayor dimensión del concurso y de los más laureados, con nueve primeros premios; se distribuye en siete callejones

Una de las calles del patio Marroquíes, 6.

Una de las calles del patio Marroquíes, 6. / Juan Ayala

Marroquíes, 6 –el palacio popular de las flores, mucho más que un patio– es como un minibarrio dentro de Santa Marina. Se distribuye en siete callejones laberínticos con una amplia variedad floral en los que están repartidas las viviendas familiares y talleres artesanales, vías que diseñó ya hace más de un siglo Enrique García Sanz como casa de vecinos y en las que llegaron a convivir hasta 23 familias. Ahora lo hacen ocho, más los arrendatarios de los talleres (guitarra española, cerámica, vidrieras,...) que pagan la renta mensual. 

Se podría definir como un "pequeño pueblecito", considera Mari Ángeles, una de las arrendatarias. "Si no me equivoco, la extensión del patio es de unos 600 metros cuadrados", calcula echando mano de la memoria ante una pregunta que, después de los años, ya ha sido repetida. Y en conclusión, una "clásica casa de vecinos formada por pequeñas calles", donde algunos apartamentos -los más grandes- cuentan hasta tres habitaciones con cocina y cuarto de baño independiente. En su mayoría, son herederos familiares de los que vivieron antes.

La vida comunitaria, aquí, no se simula, se práctica. Como la vida misma que es. "Como era el modo de vida de las vecinas que antiguamente tenían que compartir las pilas para lavar la ropa, que utilizaban el agua del pozo o que compartían las cocinas para cocinar", explica Mari Ángeles dentro del taller de cerámica, sin prisa y sin nervios, como si no tuviera cientos de personas paseando por su barrio. 

Se comunican entre sí dejando al descubierto dependencias en las que se hace vida común: "se saca el tendedero después de hacer la colada, porque no hay terrazas; se toma el fresquito en verano cuando se va el sol", narra Mari ángeles. Aunque durante las dos semanas al año que llega el Concurso de Los Patios a Marroquíes, 6, "se toma por costumbre" el bullicio, explica otra de las vecinas.

Una vez se clausuran las jornadas de puertas abiertas, "esto se cierra a cal y canto", señala Mari ángeles, dejando solo visible su muralla, como si fuera un castillo, para permitir la entrada "solamente a quien venga a los talleres" -además de los residentes-, llamando previamente al telefonillo. Un toque de modernidad. Aún así, en otras ocasiones, también se ha podido visitar en rutas extraordinarias fuera del concurso como Descubrir los patios cordobeses.

Entres las flores que adornan sus paredes blancas y puertas azules, destaca mucha variedad: dos espectaculares buganvillas, gitanillas, geranios, jazmines, rosales,..."y otras variedades que duran dos o tres como las surfinias". En la repartición de tareas para que el patio esté impecable, "cada vecino tiene que encargarse de lo que ocupa su fachada", explica Mari Ángeles.

También hay tres pozos, aunque solo se utiliza uno, "el que está junto a las pilas". En cada calle, hay una toma de agua con una goma que se utiliza para regar las plantas, explica la artesana.

Los numerosos galardones recibidos en el concurso -entre los que destacan nueve  primeros premios y una mención de honor, en 2014- los han invertido los vecinos en introducir mejoras que han convertido al recinto en aún más tradicional, uno de los más costumbristas y singulares de los visitables en Córdoba. Es un trozo de la Córdoba más clásica de principios del siglo XX que ha sabido mantenerse vivo en la ciudad gracias a que cautiva a quien contempla sus estrechas callejuelas perdidas entre un mar de flores.

"Aquí vive un artista"

El embrujo de este patio se confirma en el número 6. Allí vive un personaje único. Es conocido como "el sastre", en honor a la que fue su profesión. Lo confirman la placa que hay en lo alto de la puerta y su variedad de trajes con los que se le puede ver paseando por las calles del centro de Córdoba. Ahora, jubilado, disfruta la vida como un artista y presume de ello: "Aquí vive un artista", pone en el azulejo junto a la puerta. 

Casa-taller del sastre en Marroquíes, 6. Casa-taller del sastre en Marroquíes, 6.

Casa-taller del sastre en Marroquíes, 6. / H.G.

Se llama Juan Pérez Latorre, modisto, sastre, bohemio. Por los pocos archivos que se conocen de él, se define a sí mismo como alguien "difícil de cazar" y se termina comprobando. La puerta está cerrada y al llamar no abre nadie. "No estará aquí", dice una mujer de los talleres, aunque la muchacha que trabaja como controladora en la puerta confirma que "nadie" le ha visto salir en todo el día. Otro día será.

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