Los Patios de Córdoba en Navidad: Otra forma de disfrutar de los Patios
Tradición
La cita de los Patios en Navidad ha echado a andar con la apertura de unos recintos que lucen distintos gracias al toque personal que les han dado sus propietarios y cuidadores
Las fotografías de los Patios de Córdoba en Navidad
Biserka y Darka se han encontrado en Córdoba con los Patios. Estas dos mujeres croatas, de Zagreb, llegaron a la ciudad el lunes para pasar una semana en “esta tierra de califas”, y en un punto de información turística de la ciudad les dieron una guía para visitar los Patios en Navidad. “Vamos a visitar todos los que podamos hasta el domingo”, cuenta Darka mientras apura una copa de vino dulce de Montilla-Moriles en el patio del convento de Santa Marta, uno de los que han abierto sus puertas en la primera jornada de la cita.
Allí, el hermano mayor de la Misericordia, José Manuel Maqueda, ejerce de cicerone antes de que el coro Ritmo Sureste y Aires Navideños hagan el típico recorrido con sus villancicos por este y los otros cuatro recintos que conforman la ruta 1, repartidos por las zonas del Realejo y San Agustín.
Antes, han estado presenciando una de las funciones de teatro –Vecindad gatuna– que se ha puesto en escena en el Palacio de Viana. “Nos han dicho que hay otra representación en el Palacio de Orive”, cuenta Biserka en un español muy notable.
José Manuel les explica que el de Santa Marta, 10 es un patio “cargado de mucho simbolismo”, es el patio de recibo de un convento en el que vive la comunidad de religiosas jerónimas de Santa Marta. Y que “la dinámica de la flor ha cambiado” con respecto a las que se pueden ver durante las visitas de mayo, “básicamente con la decoración de pascueros y algunos tipos de plantas de invierno”. Para él, la apertura del patio cumple el objetivo que tiene la hermandad de “revitalizar el convento”. “De hecho, el pasado mayo este patio ganó el concurso popular, ese que se realizó por votaciones de los visitantes”, cuenta.
Biserka y Darka continúan su ruta por Pedro Fernández, 6, donde Ana Balbuena las recibe con un “pasad a ver el belén y el Niño Jesús que tengo en el fondo del patio”, mientras ellas preguntan si pueden hacer fotos y “donde podemos dejar un donativo”. Para Ana, los Patios en Navidad es una buena cita “para que la gente de mi barrio vea mi patio, que es totalmente distinto a como se puede ver en mayo, todo verde, pero el verde también es muy bonito”. “No falta el goteo de gente para ver un patio que está precioso con tonos verdes”, comenta.
Como Francisco Ramírez y Carmen Vercher, que han llegado desde Valencia, como a Biserka y Darka, en un punto de información turística les dieron una guía de los Patios en Navidad. “Nunca hemos visto los Patios y no sabíamos lo que íbamos a ver y la verdad es que son espectaculares; tienen su encanto”, cuenta él. Ana les dice que “los patios son todos distintos”. “Si van a los de la calle Parras verán que no tienen nada que ver con éste”, aconseja.
En Parras, 6 Rosario Cantillo da la bienvenida “al goteo de gente, que no falta”. Parras, 6 es uno de los patios más clásicos de Córdoba. “Aquí se respira poesía”, define, mientras señala a un limonero que está en todo su esplendor. No falta la gente que le pregunta si es ella la encargada de arreglar un patio en la que esa poesía la destila su abundante y muy peculiar flora de tonos verdosos que no solo luce en Navidad, sino también en mayo, adornando un espacio que atesora entre sus galerías, con artesonado de madera, una casa-museo montada por Chari –como familiarmente se le llama–.
Al lado de Parras, 6, Parras, 8 está lleno de gente que admira su impresionante laurel ataviado como un árbol de Navidad. “En este patio siempre hay algo especial, se siente”, destaca su propietaria, Milagros Aznar. “Ahora se ve el trabajo que realizamos durante el año; ahora es el tiempo de las planteras, de los esquejes, para que luego el patio luzca en mayo”, defiende.
También hay mucha gente en Parras, 5, un patio multipremiado que se despide del público en esta cita. Ya no abrirá más sus puertas a las visitas, como recuerda su propietario, Pedro Montes. Todo el que entra en el recinto se para a contemplar “algo diferente, un pueblo al que los niños le llaman el Pueblo Encantado por la cantidad de muñecos y otras cositas, como un tren, que hemos incorporado”. Muchas de ellas han sido hechas por María Isabel Navajas, su mujer.
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