Una resurrección en quince días

Córdoba CF

Una inesperada metamorfosis ha acercado al Córdoba a la salvación · El cambio de mentalidad y de talante, claves

Una resurrección en quince días
Una resurrección en quince días
Toni Cruz

23 de mayo 2008 - 05:50

¿Cuánto ha transcurrido desde el cuatro de mayo? ¿Dos semanas? ¿Un mundo? ¿Seis puntos? El Córdoba ha experimentado una metamorfosis tan radical como imprevisible en un muy corto espacio temporal. Son los mismos que sucumbieron con estrépito en Elche. Pero parecen otros. Y hay varias circunstancias que pueden entenderse como claves para explicar tal mutación. Algunos opinan que todas son una y una son todas. Otros, los menos, prefieren creer que es cosa de suerte.

Estrellas invitadas. El fiasco del Martínez Valero trajo daños colaterales que contribuyeron a teñir aún más de épica el siguiente duelo con el Xerez. Pablo Ruiz y Juanlu fueron expulsados, al tiempo que Diego Reyes y Katxorro cumplieron ciclo de amonestaciones.

Ante tal tesitura, a José no le quedó más remedio que recurrir a Antonio en el puesto de central y, debido a las molestias físicas de David Arteaga, a Cristian Álvarez a banda cambiada. Y casualmente, como suele ocurrir en los inventos más geniales de la humanidad, el remiendo funcionó.

El argentino se ha convertido en estos dos últimos partidos en improvisado contrapunto defensivo de las galopadas de Guzmán (decisivo en la mejora del resto del equipo) por la diestra. Por otra parte, en defensa, Rubén por la izquierda y Mario por la derecha han progresado hasta hacerse insustituibles, mientras que Antonio se ha revelado como un reemplazo de garantías para Pablo.

Pero si hay dos jugadores que han sacado los mejores momentos de fútbol en estos choques clave, son los mediocentros. Ito y Acciari están rindiendo muy por encima de lo que lo han hecho durante el resto del curso (especialmente el extremeño). El resumen de este apartado, o la más sintomática de las cifras, se encuentra en los autores de los dos goles en las victorias ante el Xerez y el Albacete: Rubén y Acciari.

Ataque revitalizado. Otra discusión que parece haber desaparecido es si Javi Moreno debe o no ser titular en la zona de vanguardia. Por dos factores: el primero, el buen momento de Arthuro, quien ha recuperado el tino goleador en el mejor instante; el segundo, la aparente propia rendición del atacante valenciano, que parece no tener fuerzas (o espíritu) como para revertir su actual situación de ostracismo en los entrenamientos. Asen, eso sí, sigue sin marcar en la segunda vuelta, aunque su concurso sigue resultando imprescindible para José, como lo fuera para Paco.

Discurso desesperado. Al Córdoba se le dan bien los dramas. Las situaciones extremas parece que motivan a una plantilla acostumbrada a complicarse la vida cuando más fácil lo tiene y a salvar bolas de partido in extremis. Después de perder en Elche, el discurso manido de Todos unidos lo conseguiremos dio paso al desesperado alegato de Estamos en Segunda B (... y hay que ascender en seis partidos). Con esa mentalidad, la de maldito, la de reo de muerte, la de condenado prematuramente, han afrontado estos dos encuentros. Y han salido ganando en dos batallas agónicas de corazón y de pundonor. Por eso José no quiere perder ese talante y ha insistido esta semana en recordar que sólo la diferencia de goles les aleja del abismo. Para mantener el hambre, nada mejor que mentar el ayuno pasado.

La afición. Nunca falló, pero estaba agotada. El Córdoba apenas le ha dado alegrías este año y le faltaban fuerzas para gritar algo que no fuera su propia desesperanza. Así hicieron Cordobamanía y Brigadas después del partido de Elche. Los primeros anunciaron que no desplegarían un inmenso tifo que tenían preparado para cubrir la grada ante el Xerez; los segundos, directamente, que no animarían. Todo quedó en agua de borrajas, en parte, por la acertada gestión de Rafael Rojas (acabó viendo el último encuentro en El Arcángel como un forofo más en el sector ocho). El público estuvo soberbio, asumió la importancia del reto... y el Córdoba lo ganó. Lo de Albacete no fue más que la enésima entrega de una novela que, por narices, tendrá que tener un final más digno algún día. Mil cordobesistas en el Belmonte que hicieron sentir a los jugadores como en su casa. Ante el Numancia se espera un llenazo. En plena feria. Y seguro que, esta vez, no habrá ni un solo pito. Ni un reproche. Ya saben lo que está en juego. Y quieren ganarlo.

La quiniela bendita. Para los supersticiosos. La semana previa del choque contra el Elche en el que, no cambiando la suerte, cambió la historia, Julio Pineda confesó que tenía una particular quiniela. En ella, el Córdoba ganaba cinco de esos siete encuentros. Casi nadie le creyó. Y menos tras la remontada sufrida en el Martínez Valero. Pero lo que algunos no sabían es que el camero ya contaba con ese pinchazo. Y con otro más que no ha querido desvelar pero se intuye (¿El Molinón?).

Quedan cuatro partidos. Para muchos, la permanencia (esa quimera hace tan poco tiempo) será un hecho sólo llevándose los dos que se celebren en El Arcángel.

Pero, para eso, tendrán que empezar por ganar al Numancia. Un rival sin bajones. Que es de Primera. Que sólo perdió en Gijón. Y el Córdoba no ha ganado tres partidos seguidos en lo que va de campaña. Pero, realmente... ¿le importa eso a alguien visto lo visto en estos últimos quince días?

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