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Lo que queda un año después del 24-J

24 de junio de 2007. En Huesca muchos más de 175 cordobesistas (unos mil, más o menos) y en Córdoba todos los que no pudieron viajar celebraban como posesos el retorno de su equipo a la categoría que nunca debió abandonar. A una Segunda División bien diferente a la que abandonaron en 2005. Han pasado 365 días de aquello y muchas cosas han cambiado en el seno de la entidad de El Arenal. Todas menos una, la esencia pura del sentimiento de sus seguidores: el sufrimiento.

Porque desde aquel entonces hasta ahora, desde que El Alcoraz, Vista Alegre y luego Las Tendillas se sumieran en una bacanal de banderas, petardos y alharacas variadas hasta esta fecha se han vuelto a vivir una ensaladilla de emociones variadas aderezadas con la salsa especial de la casa: la polémica.

24 horas después, el delantero que como El Cid había contribuido al logro sin poder entrar en la la batalla (Javi Moreno) enarbolaba gozoso una bengala en Las Tendillas y luego encima del caballo del Gran Capitán. Una temporada después no ha podido ni despedirse de una hinchada que le idolatra por las perentorias necesidades clasificatorias.

Pocos días más tarde de visitar el Ayuntamiento y a todas las instituciones pertinentes se fue el entrenador responsable de aquello. A Pepe Escalante le despidieron, más bien, pese a haber renovado su ampliado dos años más automáticamente al haber subido al equipo. Se marchó sin levantar el tono ni señalar a nadie.

Llegó Paco Jémez y su estrella duró lo que tardó en llegar marzo. El miedo, ese caballo en el que se galopa más deprisa que la mente, pasó por encima de las palabras (las de unos y las de otros) y se cargó su figura. A pesar de desarrollar, según Campanero, "el mejor fútbol de las últimas temporadas". Precisamente, el presidente del ascenso también anunció su despedida en dos fases. La fecha definitiva, el 24 de octubre de 2008. A priori.

La marcha del primer técnico de la temporada fue suplida por un José González que tomó un equipo fuera de la zona de descenso y que, en cinco jornadas nefastas, se metió de lleno en ella. El acongoje, lógicamente aún mayor, estuvo a punto de costarle el puesto también al gaditano.

Sin embargo, por aquello de qué dirán, se le confío la aparentemente imposible misión de la permanencia. Y cumplió ganando al Xerez, al Albacete y al Numancia.

Luego, un tropiezo ante el Sporting obligaba a la machada ante el Ferrol y la Real Sociedad. Se venció a los gallegos (en ese encuentro se labró verdaderamente la salvación) y luego se arrancó un punto de Anoeta. Un tanteo que pudo haber sido insuficiente porque, en Segunda, y este año, la lógica no ha existido.

Entonces ¿qué no ha cambiado desde aquel 24 de junio? Por ejemplo, la fidelidad de la afición. Ésa que, ni en las peores tardes, dejó de lado sus colores y se desplazó a Albacete (como el verano anterior a Pontevedra y a Huesca) con un plan entre ceja y ceja (darlo todo por ellos y luego que fuera lo que Dios quiera). Tampoco ha cambiado demasiado el estadio. Un recinto que, aún inacabado, será cerrado por un encuentro debido a lo que ocurrió en el partido ante Las Palmas (ése fue otro de los puntos álgidos de la temporada). No se ha notado tampoco en demasía el nivel del arbitraje. En Segunda no han demostrado, salvo honrosas excepciones, ser mejores que en Segunda B.

El penalti de Abraham Paz, ese palo bendito, contuvo el aliento de muchos durante más de cinco minutos. Parecía que lo logrado unos meses atrás se iba a ir al garete en otro final maldito. Se fue fuera, pese a quien pese, y la celebración colectiva fue como un lamento de masas. Un suspiro. Nada que ver con lo vivido el 24 de junio de 2007. Aquello fue otra historia. Uno supo a gloria, lo otro… también. Por supuesto.

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