El penalti más claro que jamás fuera pitado
Siempre traen cola. Si exceptuamos el último duelo entre el Córdoba y el Celta -algo soso, pero que supo a gloria-, todos los envites entre blanquiverdes y olívicos en Andalucía en los últimos tiempos han regalado algún que otro hito. Siendo justos, el de septiembre pasado también sirvió para romper un par de pesadas losas estadísticas. La primera, global y que duraba un decenio, era que El Arcángel nunca veía ganar dos veces seguidas a su equipo como local. El 3-1 al Villarreal B y el 1-0 a los vigueses (obra de Agus, un ex céltico precisamente) vencieron al pasado.
La otra dinámica -ésta particular- violada con el resultado de la temporada pasada fue la de victorias consecutivas de los gallegos junto al Guadalquivir. Tres veces habían visitado el coliseo en el nuevo siglo y tres veces habían ganado. Algo que tampoco extraña tanto si se tiene en cuenta que en tiempos pretéritos tampoco había andado el asunto mucho mejor (únicamente salieron derrotados antes del gol de Agus en la 75-76, y también por 1-0).
La primera vez desde el ascenso a Segunda del 99 en la que los vigueses llegaban a El Arcángel lo hacían con la vitola de equipo grandísimo. La campaña anterior habían competido a lo grande en la Champions antes de precipitarse con estrépito a la categoría de plata. Para realzar la distancia entre unos y otros, el Córdoba era un desastre en esos instantes. Hundido en la cola de la clasificación, con cuatro puntos (era la jornada doce) y una alineación llena de gorrillas (liderados por aquel gran poeta llamado Juanmi). El Celta ganó 0-1, gol de cabeza del chileno Contreras, y fulminó de su puesto al querido y muy profesional Roberto Fernández, quien primero fuera capitán de la nave blanquiverde y su fugaz (aquel era su quinto encuentro) entrenador. En aquel Celta que retornó por la vía rápida a Primera corría en el lateral zurdo Israel (luego cordobesista). En el otro lado, defendiendo el arco de Jauregi, el anteriormente céltico Cáceres.
Hace dos campañas el hito en el Córdoba-Celta lo marcó Gardeazábal Gómez (que bajó el año pasado a Segunda B). En una desapacible tarde, a pesar de las alternancias en el marcador y los siete goles (3-4), él fue el protagonista del choque con una actuación cuanto menos contradictoria. El segundo árbitro que más penaltis (nueve) pitó en Segunda esa campaña se comió el más claro que tuvo a su alcance. Corría el minuto 58. Despeje en largo de la defensa del Córdoba que pilla desprevenida a la zaga rival. La pelota le llega a Asen, que profundiza zafándose de su par. Cuando llega a la línea de fondo centra con sutileza viendo la incorporación de su compañero, Gastón Casas, quien espera el balón como agua de mayo. Entonces ocurre lo imprevisible. Casas hace un amago viendo cómo Notario inicia la salida de su arco. No se podía imaginar que el portero nunca detendría su carrera. Así, el granadino consideró secundaria la presencia de un ser humano en su derredor y arrolló al ariete de larga cabellera mientras, instintivamente, movía histriónico sus brazos como condenado tratando de liberarse de un sambenito. Gardeazábal no quiso ver falta en la acción. La grada, obvio es decirlo, se lo comió con sus cánticos durante un ratito. Luego sí estuvo más certero para, precisamente, condenar al destierro al propio Cristian Álvarez con una roja bastante rigurosa.
José González, mordiéndose la lengua, sólo tuvo valor para decir aquella noche: "No creo que no lo haya querido pitar, pero todos lo hemos visto y sería muy doloroso pensar que un árbitro viene a conciencia a fastidiar". Cristian Álvarez fue más contundente: "¡Hasta mi viejo, que está en Argentina, vio el penalti!".
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