Córdoba CF

¿Quién paga el asunto?

  • La afición se divide entre los que protestan por el proceso de venta del club y los que prefieren apoyar incondicionalmente al equipo · El debut de Fede Vico, la mejor noticia en el décimo empate cordobesista

 El debate es tan viejo como el hambre y tan cansino como leer un libro en sánscrito. ¿Quién debe ordenar y templar en panoramas tan desoladores como el que vive el Córdoba en estos momentos? ¿Es una responsabilidad coral o singular? ¿Es lícito demandar responsabilidades o lo es, por el contrario, apoyar incondicionalmente a los protagonistas? Cualquier respuesta debe ser tenida por válida, porque el abonado medio está en su perfecto derecho de adoptar la decisión que crea oportuna ante el desbarajuste en forma de vodevil por fascículos en el que se ha convertido definitivamente la venta del Córdoba. Comunicados que se rompen, dinero que no viene y no va. Mutismo roto únicamente por declaraciones que acaban resultado antitéticas. Un auténtico dislate, vamos.

Para ayer, sabiamente, la Agrupación de Peñas había decidido decantarse por el fútbol obviando el panorama. Lo único que puede -aunque no parezca sencillo- reportar alguna alegría a una hinchada reventada por tanto chasco. Y apoyó y apoyaron. Mezclaron, eso sí, los aficionados palmas con puyas. De vez en cuando preguntaban por los millones que no terminan de aparecer y señalaban al palco como culpable del caos. De paso, tachaban al teórico nuevo propietario Víctor De Aldama de "tieso". Un adjetivo muy de aquí y que puede aplicarse tanto a la escasez de fondos como al que es "terco e inflexible" (según la Academia). Claro es el empeño del empresario madrileño en hacerse con las riendas de la entidad, pero a la hinchada -de momento y en general- no parece hacerle demasiada gracia su previsible llegada.

 

Peor que la fractura entre grada y palco parece la guerra civil representada en el gallinero. Unos acusan a otros de conformistas. Otros acusan a unos de fomentar el mal ambiente y de no cooperar a la causa con la vehemencia debida. Y todos, en suma, sufren los rigores de lo que casi siempre termina pasando sobre el campo. Ayer incluso se añadió el elemento de la injusticia a sus cuitas. Porque que el Girona, que se parapetó con orden y ya está, marcara antes que el Córdoba y cuando apenas quedaba un suspiro para el final resultaba una puñalada a la lógica. Una que terminó por desencadenar las hostilidades internas e intestinas. Antes ya habían sonado los truenos de un petardo que alguien encendió en el fondo norte y que el árbitro recogió en el acta. 

 

Afortunadamente, Arteaga empató y los muchos que se habían ido se lo perdieron mientras que los pocos que se quedaron achuchaban en pos de una victoria que nunca llegó como si todo hubiera quedado borrado de un latigazo. Empate. El décimo. Nada nuevo.

 

Lo único por lo que pasará a los anales el encuentro de ayer -más allá de ser teóricamente el último de una era antes de que cambie de manos el club- acaeció a eso de las siete menos veinte de la tarde. Un chaval de 16 años con buena planta y grandes referencias se enfundó la camiseta blanquiverde y saltó a pelear por el Córdoba. Siendo cordobés. Fede Vico dijo en petit comité, casi para sí, "si ya llego a marcar..." después de correr como un loco en los siete minutos seguramente más lentos y rápidos al mismo tiempo de su vida. Unos que anoche seguro -sobre todo si va para grande- repasó como un loco buscando la mejora. Que volverá a recorrer como los primeros pasos de un bebé durante el resto de su -ojalá- larga carrera como profesional. 

 

Justo cuando acabó el encuentro eran perfectamente visibles y audibles unos fuegos artificiales que correspondían a la inauguración del complejo Torre de la Barca. Muchos creyeron ver en ellos una señal de euforia moderada por el empate final; otros el brillo que tiene sobre su cabeza la última perla de la cantera cordobesista. Todos, en suma, vieron en el estruendo un anuncio para sí y para navegantes. Como el cometa de Oriente que iluminó a los Reyes Magos que trajeron oro, incienso y mirra. Oro. Lástima que haya quien diga que los Reyes Magos suelen ser los padres.

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