El éxito de la honradez

El Lucena remonta al líder en el descuento para hacer justicia a su mayor empuje La victoria comprime la tabla y reaviva las esperanzas de salvación

El éxito de la honradez

19 de abril 2015 - 05:02

La grandeza del fútbol se vive en episodios como el que ayer protagonizó el Lucena, que superó al líder del Grupo IV para reavivar sus esperanzas de permanencia tras tres jornadas sin ganar. Además, lo hizo a lo grande, remontando en una segunda mitad que hizo justicia a lo hecho durante el partido y con un tanto ya en el tiempo de prolongación. La honradez y la profesionalidad del vestuario celeste, que aliviaría su situación económica apenas con una nómina de las que paga el Cádiz, pudieron más que cualquier otra cosa y lograron lo que parecía imposible: dar lustre al regreso de Falete al banquillo. Sin duda, un plus de motivación más para un grupo y una afición que rememoraron algunos de sus mágicos episodios de hace bien poquito. Hoy la guerra es otra, pero a buen seguro que también será ganada por una ciudad que no quiere ver caer a su equipo de fútbol.

Con Javier Martí Asencio de vuelta al palco, la plantilla del Lucena inició el partido como siempre últimamente, de rodillas en el suelo en señal de protesta a su gestión. Esta vez, la afición se sumó a las críticas a los dirigentes, en una clara muestra de que se han dado cuenta de que entre todos será más fácil poner punto y final a esta farsa. Claro que para eso es básico ganarse la salvación en el verde. Ahí, con el césped sintético más seco que de costumbre por órdenes de un Falete que tuvo que sentarse en la grada al no estar liquidado aún Serafín Gil, los lucentinos salieron a morder y dejar claro al Cádiz que tampoco esta vez lo iba a tener fácil para sumar algo en tierras cordobesas. Da igual la distancia que dicta la tabla o la diferencia de potencial, pues al final, el trabajo en el campo equilibra fuerzas. Así, hasta pareció que el cuadro local vivía aún esos años de bonanza en los que se codeó con los más grandes.

Ahora la situación es mucho más delicada. Y obliga a tirar de compromiso y conceptos futbolísticos claros, sin florituras. Correr más que el rival, pegar más que nadie, dejarse la piel tirando de esa rabia contenida por ver al que tanto daño te hace tan cerca y sin soluciones. Pero, claro, eso no siempre garantiza el éxito, sobre todo cuando enfrente hay un rival de entidad que necesita de muy poco para hacer daño. El Cádiz salió complaciente, sintiéndose campeón, y aunque nunca tuvo el control, sí avisó con las primeras llegadas, de Airam o Hugo Rodríguez, que hizo diana en el primer tiro entre los tres palos de los amarillos en el primer acto, ya casi al filo del descanso. El Lucena no merecía tal castigo; tampoco mucho más, pues su intensidad y control de la situación naufragaban cuando veía de cerca el área cadista. Con todo, esa imagen de entrega y amor propio contagiaba a la grada de que la remontada era posible.

Y empezó a fraguarse tras el descanso. Falete retiró a un desacertado Abou y dio cancha a Maxi, que cambió el partido. Eso sí, primero avisó Domingo con un cabezazo al larguero que invitaba a que algo bueno estaba por llegar. No tardó en empatar el cuadro local, que a partir de ahí fue llevado en volandas por su gente. Cuando podía caer, el aliento desde la grada lo mantenía en pie, cuando podía perder el balón, un grito de ánimo le hacía llegar antes que el rival...

El Cádiz movió ficha buscando reactivarse, pero le costaba horrores imponer su calidad ante un equipo más bregoso y con más chispa. Un Lucena que no se rindió nunca, siguió intentándolo y encontró su premio ya en el tiempo de prolongación. La alegría fue inmensa en un vestuario que luego recibió noticias sobre la situación del club de manos de Martí Asencio, al que debió quedarle claro desde el palco que estos jugadores son mucho más honrados de lo que se merecen sus dirigentes. Ellos no quieren dejar caer al club. Y lo lograrán.

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