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Un ático con vistas (4-4)

  • La falta de tensión y atención defensivas vuelven a condenar al Córdoba de un superlativo Florin a un empate insuficiente. El Nàstic tuvo temple para igualar cuatro veces el partido.

El Córdoba acumula ya seis meses viviendo en la mejor zona de la clasificación. Más que nadie en un campeonato que encara su recta final, la decisiva, la que reparte los premios y los capones sin tener en cuenta el pasado. Una circunstancia tan esperanzadora como aterradora, ya que el equipo se mantiene en la pelea a pesar de que desde hace ya demasiado tiempo que nada entre dudas. No sólo en cuanto al juego, ramplón y sin un orden definido la mayoría de las veces, a expensas de los chispazos de calidad de sus hombres. Sino en otros aspectos determinantes que acaban de decidir partidos. Ser el segundo conjunto más débil en defensa de la categoría -también es el segundo mejor ataque- dice poco de los de Oltra, que en Tarragona se agarraron a un Florin superlativo para sumar un punto que, con todo, les deja un sabor agridulce. Porque los blanquiverdes se adelantaron hasta cuatro veces ante un Nàstic que demostró ser un equipazo de medio campo hacia arriba, liderado por un Emaná que rompió siempre que quiso el entramado defensivo visitante y terminó firmando las tablas a escasos cinco minutos del final. Un epílogo pausado para un choque frenético en el que ambos expusieron todo lo que son. Y les dio para eso. Ni para más ni para menos.

El Nou Estadi ofrecía una nueva oportunidad para la redención cordobesista tras el enésimo fiasco en casa. Horario matinal y rival directo para provocar la combinación más maliciosa posible. Por si fuera poco, enfrente aparecía un Nàstic enrachado que buscaba el récord de partidos invicto -al final igualó las 12 jornadas del Oviedo- al amparo de una afición que ya sueña con algo grande, tras atar el primer objetivo de la permanencia que se le presupone a todo recién ascendido. Motivos tiene para ello. Sin echar en falta a dos de sus mejores hombres, los castigados Tejera y Naranjo, el cuadro de Vicente Moreno empezó a mostrar su buen fútbol desde el inicio, apoyado en el juego en corto de Madinda y Emaná, y la versatilidad de los extremos. Oltra quiso frenar ese flujo incrustando a Deivid como pivote para, de paso, ver si así conseguía cerrar la sangría defensiva. El experimento, al margen del resultado, fue caótico. El equipo encajó cuatro goles y no transmitió nunca seguridad cuando fue exigido. Es más, sufrió por dentro y por fuera, si bien la falta de puntería local evitó un disgusto mayor.

El Nàstic echó en falta pegada, algo que precisamente le sobra a este Córdoba. Con el guión sobre la mesa y el cuadro local apretando arriba para robar rápido, la primera vez que los visitantes pasaron a campo contrario, se adelantaron. Fidel sacó un penalti light a Jean Luc y luego lo convirtió en gol. Minuto 6 y primera ventaja. Otra vez un escenario ideal para ver si con el marcador a favor el equipo era capaz de recuperar la calma y la confianza. No fue así, una vez más. El equipo rojillo siguió a lo suyo, sin desesperar, con temple, jugando por bajo. Las caídas de Emaná y una velocidad extra a partir de tres cuartos de campo eran imposibles de frenar por los blanquiverdes, que poco a poco fueron cediendo terreno... hasta que se encontraron con el empate. Ya había avisado Lobato tras un jugadón de Jean Luc, pero el que acertó fue Aníbal. Golazo con pared dentro del área con Emaná. ¿Dónde estaba la zaga cordobesista? Mirando, defendiendo con la vista. Es raro que así no pusieran en dificultad a la pareja atacante local... Como no podía ser de otra forma, el enfado de Oltra en la banda iba creciendo, porque el agujero entre defensa y medular era gigante y la pasividad de los zagueros a la hora de apretar, más preocupante aún.

Con el empate, el partido siguió bajo el mismo signo. Dominio claro del Nàstic, con juego preciosista y combinativo, y repliegue y transiciones del CCF. Éstas eran escasas, pero con mucho peligro y siempre con la firma de Florin, que se doctoró en la Imperial Tarraco como un delantero de muchos quilates. Un servicio suyo casi lo hacen bueno Caballero y Fidel, pero al final apareció Reina para alejar la pelota. Poco después lo intentó un gris Markovic, mientras que Stankevicius se jugaba un penalti y Rodas la expulsión, ambos ante Aníbal. El partido se abrió encarando el descanso y ese juego en las áreas benefició al más letal: Florin. El rumano hizo dos goles de ariete puro, uno al primer toque, otro conduciendo para definir a la perfección con un toque sutil. Entre uno y otro, Lobato enganchó una volea ante otra indecisión defensiva tras un córner. 2-3 al descanso, con el Gimnàstic poniendo el fútbol y el Córdoba, la pegada. Había que arreglar muchas cosas aún, pero con el viento de cola, se suponía más fácil.

Oltra quiso ajustar piezas y el equipo salió algo más junto, minimizando espacios por dentro, tapando más a Madinda. Pero nada de querer el balón, que al final es lo que cuenta. Y con ese plan, el Nàstic volvió a mandar pronto. Madinda probó a Razak nada más salir con un disparo desde la frontal y Jean Luc no encontró portería tras otra maniobra del incansable Emaná por la izquierda. Al Córdoba le faltaba paciencia para mover la pelota y hacer correr al contrario. Entre otras cosas porque el cuadro rojillo demostró ser muy débil atrás y, acostumbrado a atacar, descubría sus costuras a la mínima. Así, Florin casi rompe el partido con un tiro al poste tras la primera combinación larga de los visitantes. Era el camino, pero no tuvo continuidad.

Vicente Moreno metió aire fresco con Palanca y el partido tomó una nueva dimensión. Emaná no acertó a puerta vacía tras una nueva triangulación genial en la frontal ante la pasividad defensiva cordobesista. El empate se veía cerca y llegó en una acción de pizarra entre Muñiz, que había relevado a un cansado Aburjania, y Palanca, que enganchó el servicio del asturiano para firmar la tercera igualada de la mañana. Con 20 minutos por delante, aún había mucho por decidir. Porque el Nàstic siguió mirando el portal contrario, con esa soltura que le da sentirse ya cumplidor de su objetivo, sin presión alguna. Jean Luc lo intentó tras dejar sentado a Rodas, pero volvió a fallar en la definición. Quizás le haría falta alguna lección de Florin, que acto seguido puso por cuarta vez por delante al Córdoba con un testarazo de ariete puro a envío de Fidel. Otra ventaja prácticamente de la nada. ¿Sería la definitiva? A falta de diez minutos, nadie quería imaginar una nueva reacción local. Pero llegó. Con el Nou Estadi apretando, un pase interior de Palanca a Aníbal, que paseaba solo por el área, terminó con el penalti de Deivid. Emaná no perdonó y puso el 4-4 que ni siquiera un último arreón visitante y un córner cerrado de Muñiz pudieron mover.

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