Del Piero-Pierini: historias de honor

Francisco Merino

09 de noviembre 2008 - 05:02

Ambos son futbolistas de sólida reputación, capitanes en sus respectivos equipos, venerados por los seguidores más concientes de que el valor de los símbolos está siempre por encima de las modas o los vaivenes del mercado. Ambos se han acostumbrado a escuchar, a través de piadosas recomendaciones o de groseras imprecaciones, que su tiempo ya pasó, que su sitio ya no está aquí y que deben cerrar de inmediato un capítulo fundamental de su vida, sea por su propio pie o a patadas. Pero ellos no están dispuestos a hacerlo. Qué va. Son italianos, gente orgullosa. Calciatori.

Alessandro Del Piero y Alessandro Pierini, estandartes sentimentales y futbolísticos -que cada cual ponga el porcentaje de cada aspecto que entienda adecuado- en la Juventus y en el Córdoba, cada cual en su circunstancia, se hermanaron en una semana inolvidable. Marcaron goles y dieron una lección de hombría. Otra más entre muchas.

El delantero de la escuadra turinesa protagonizó un episodio estelar de su delicioso ocaso en el Santiago Bernabéu, un templo del fútbol mundial en el que todo lo que sucede alcanza una resonancia magnífica. El trequartista -el segundo delantero de aquí… para quien juega con dos, claro- apareció y se hizo dueño de la escena con esa conmovedora estampa de los veteranos que ya no tienen la necesidad de demostrar nada, pero que lo hacen porque lo llevan en la sangre. Hay sitios en los que hay que dejar huella. Un testimonio recordable, que homologue los sueños que se forjan desde crío. Como la casa del Real Madrid, cuya afición se esmeró en esa ingrata y noble labor de homenajear a su verdugo con un atronador aplauso. Lo de vitorear al rival para recriminar al equipo propio es un ejercicio muy habitual en estadios de alto rango, pero esta vez las palmas y los gestos reflejaban más agradecimiento que reproche. El 10 de la Vecchia Signora se retiró después de fulminar a Casillas con dos goles soberbios que dejan al Real traumatizado en ese camino ideal que se había trazado para alcanzar la Décima. Del Piero sonreía en el banquillo, zarandeado cariñosamente por sus compañeros ante la grandeza del tributo recibido por parte de su víctima. A Pinturicchio, que ha sido más de cien veces internacional, que es el jugador que más partidos y más goles ha logrado en la historia de la Juventus, que es el italiano que más cobra en el Calcio y que está incluido por la FIFA entre los 100 mejores futbolistas del siglo XX, le brillaban los ojos como si fuera un niño sorprendido con un regalo inesperado. Esas cosas pasan. Sobre todo a quien se las merece.

Como Pierini, al que las futuras generaciones de cordobesistas conocerán a través de un retrato que irá adquiriendo aura de leyenda, similar a la del que sigue siendo el extranjero más célebre en la historia del club, el argentino Onega. Si el talentoso medio que se trajo Campanero a Córdoba -sí, el presidente fue a por él a su país, en aquellos locos años 70- acabó siendo un personaje de cuento transmitido vía oral por los más viejos del lugar, el zaguero de Viareggio puede terminar siendo un héroe de cómic para el mundo blanquiverde. Nadie puede con él. Hay pocos jugadores que se mantengan en activo como profesionales a los 35 años. Aún menos que jueguen con regularidad. Y hay uno, el único, que siempre está ahí. Sí, es él. Esta semana se publicó una impactante estadística, reveladora del pellejo del que está hecho el Tano: es el único jugador mayor de 35 que no se pierde un solo minuto en Segunda División. Se entretuvo el buen señor en marcar un gol al Huesca en El Alcoraz, donde la simple mención de su nombre provoca una emoción difícil de definir. "Cuando le he visto calentando me ha dado un escalofrío", reconocía un periodista oscense a propósito del central italiano, que marcó la senda del ascenso blanquiverde abatiendo a los azulgranas con un golazo en mayo de 2007. Esta vez volvió a anotar, pero su tanto sólo sirvió para dignificar una derrota lamentable. En las buenas y en las malas. Ahí está. No se ha hartado de nada, pero lo ha probado todo. Ha ganado títulos (uno: la Copa de 2000 con la Florentina), ha sido internacional con su país (una vez, ante Argentina, compartiendo línea con Cannavaro y Maldini) y ha jugado en tres categorías profesionales en España: Primera (con el Racing de Santander), Segunda y Segunda B. Las dos últimas con el Córdoba, con el que lloró un descenso y rió un ascenso.

Del Piero, que ha sido infinitas veces candidato al Balón de Oro, y Pierini, al que le dan homenajes en la Peña de Cañero, se vistieron juntos en el vestuario de la selección azzurra y se cruzaron un puñado de veces en la Serie A italiana. Hoy, veteranos supervivientes en un mundo en el que la experiencia es un valor denostado, siguen buscando nuevos retos. El defensa toscano lleva un lustro de blanquiverde, toda una vida, y su adiós apenas se vislumbra; el delantero de Treviso, que acabará su contrato en 2010 con 36 años -hoy, 9 de noviembre, cumple 34-, aspira a catar la Premier. Menudos tipos Del Piero y Pierini. Dos veteranos unidos por el hilo invisible del orgullo.

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