"Mourinho me apasiona porque sabe absorber la voluntad de los jugadores"
EL COLOR DEL CRISTAL · RAFA BERGES
Inició y terminó su carrera como futbolista en el Córdoba, con un paréntesis de diez años en Primera · Conquistó una histórica medalla de oro en Barcelona’92
No le faltan estímulos en la cruzada personal que ha emprendido para convertirse en entrenador profesional. Y, por supuesto, no en uno cualquiera. Incapaz de concebir el deporte –y la vida– sin marcarse desafíos, no desperdicia ni una sola oportunidad de desempeñar su nuevo rol: ya sea en un conjunto filial, en un histórico a la deriva o, como ahora, en una formación de cadetes. Uno de sus compañeros en la histórica quinta del Cobi, Pep Guardiola, ya entrena al Barcelona. Tiene la misma edad, 37 años, que Unai Emery –técnico del líder de la Primera División, el Valencia–, con quien entabló una sólida relación durante una efímera etapa en el filial del Almería B. “Lucha por tu camino”, le dijo el vasco. Y Rafael Berges Marín (Córdoba, 1971) tiene muy presente el consejo. Desde el banquillo del equipo cadete blanquiverde –invicto después de ocho jornadas, compartiendo con el Sevilla el liderato de la Primera Andaluza–, el único cordobés que posee una medalla de oro olímpica otea su futuro con un optimismo conmovedor. “Soy un enfermo total del fútbol”, admite el ex jugador del mejor Celta de la historia –aquel de las hazañas europeas con Salgado, Mostovoi, Karpin, Makelele...–, que confiesa su fascinación por el poder que demuestra el técnico portugués José Mourinho para “absorber la voluntad de los jugadores” y construir equipos ganadores.
–¿Es el entrenador el gran solitario del fútbol?
–Sin duda. El entrenador debe asumir la responsabilidad de muchísimas situaciones e incluso pagar por decisiones que han tomado otras personas. Se dice que un entrenador es tan bueno como el más malo de sus futbolistas. Es una gran verdad.
En Tercera ha entrenado al Córdoba B, al Lucena y al Almería B. Esta temporada iba a dirigir al Linares, en Segunda B, pero el hundimiento económico del club y el despido de los principales jugadores le hizo desistir. Del Lucena se marchó de forma abrupta, tras la irrupción en la presidencia del ex guardameta Jon Ander. A una edad en la que aún hay muchos jugando, Berges acumula experiencias en banquillos que otros son incapaces de coleccionar en toda una vida.
–¿Puede un entrenador ser amigo de los futbolistas?
–No, son dos parcelas diferentes. Ahí está la capacidad psicológica del técnico, que debe ser la guía. No se puede ser amigo de todos. El que se empeñe en conseguirlo está en un error. Además, eso de la amistad es un tema que va madurando y en el fútbol, con las prisas y las exigencias que hay, pues es difícil. Mucha gente se confunde. Creo que el entrenador debe ser cercano a los futbolistas y velar por la unidad del grupo, pero siendo exigente. El técnico está en un plano distinto al de los jugadores.
–Igual conviene más hacer migas con el presidente.
–Tal y como están las cosas... En ese aspecto, y por mi experiencia, creo que el entrenador que antes ha sido futbolista está más cercano a los jugadores, mientras que los técnicos que no lo han sido se muestran más afines con los directivos y con la prensa. Es lo que yo he vivido.
–¿Le ayuda haber sido jugador en la elite?
–Depende. Seguramente tienes una introducción más cómoda, pero luego se te exige más. Todo el mundo te mira de otra forma. Creo que partimos del mismo sitio, pero cada cual trae un bagaje anterior. No por el hecho de haber jugado antes se es mejor entrenador; hay muchos que no lo han hecho y son grandes técnicos. Al final, vengas de donde vengas, te van juzgar por los resultados.
–Con 37 años tiene un máster de experiencias fuertes. Lucena, Linares...
–Es cierto que no he tenido suerte en ese aspecto, pero lo miro de forma positiva. Me hacen mejor. Con eso tomo conciencia de lo complicado que es este mundo y de la fuerza que hay que tener para labrarte el porvenir. Al final es el tiempo el que da y quita razones, aunque para una persona que no esté dentro del tema y se quede sólo con lo superficial o lo que les llega por los medios puede tener de ti una imagen equivocada. De mí pueden pensar: “Este tipo es un polémico”.
–¿Y no lo es?
–Bajo ningún concepto. Yo he vivido de todo en el fútbol. No es un mundo de color de rosa. Es más bonito ser jugador que entrenador. Si eres técnico estás solo, pasas muy malos ratos... Tienes que tener vocación porque si no es imposible llevar esa vida. A mí me gusta. El fútbol es mi vida, me lo ha dado todo. Me considero un enfermo del fútbol. Entreno, lo veo, estudio...
–¿Y jugar?
–Eso se acabó. No me gusta jugar al fútbol, me veo fatal. Veo que lo he perdido todo. He jugado a veces con los veteranos, pero no disfruto haciéndolo. Lo hago más jugando al pádel. ¿Que por qué? Pues porque tengo un estímulo, un margen de mejora. Hay ex futbolistas, y yo los respeto, que van con los veteranos, que juegan trofeos televisados... A mí eso no me atrae, no me gusta.
Toni Jiménez; Ferrer, López, Abelardo, Solozábal, Berges; Luis Enrique, Guardiola, Lasa; Kiko y Alfonso. Los chicos de oro. Ahora está de moda el revival y vuelven a tocar Queen, Gun’s & Roses o los Hombres G. El fútbol es otra cosa. “Eso ya lo hice y llegué hasta donde llegué”, dice.
–¿Alcanzó su tope?
–No. Estoy convencido de que no. Por la mala suerte de una lesión, creo que no llegué al máximo que podría haber dado.
En la pretemporada de 1998, durante la disputa del Memorial Quinocho ante el Betis, Berges sufrió una gravísima lesión de ligamentos cruzados. “Tenía 27 años, para 28, y mucho por delante”, recuerda. Nada volvió a ser como antes. “De todos modos, fui un privilegiado por haber jugado diez años en Primera”, resalta un futbolista que estuvo “en uno de los mejores equipos de la historia del Celta”. Castro Santos, Irureta, Víctor Fernández... De las salvaciones apuradas a las glorias por Europa. “Eso se hizo con tiempo y continuidad”, asegura resignado.
–¿Y eso puede cambiar?
–Con la dinámica actual es imposible conseguir ningún objetivo. El tiempo y la continuidad son los que dan cultura de club, implicación en la ciudad... Eso se está terminando. Los clubes pierden su esencia y queda sólo el puro espectáculo y el negocio.
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