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Luna, el último de un filón cíclico

Que el Córdoba haya tenido en algo más de 50 años de vida más entrenadores que el Real Madrid en ciento y pico resulta, además de una curiosidad estadística, una dato revelador de una realidad siempre cambiante. La provisionalidad es el estado natural de un CCF que esta semana -como el Madrid, mira- ha pegado un volantazo para tomar una vía distinta y, principalmente, encontrar un argumento para lo que ahora llaman pensar en positivo. Que viene a ser una mezcla entre la esperanza -una expectativa basada en hechos- y la fe -creer en lo que no se ve-. Los dos encontraron a su salvador en un pueblo de la España profunda. En la casa blanca manda ahora un tipo natural de Pedro Muñoz, pequeña y noble villa manchega. En El Arcángel agarra el bastón de mando uno de Fernán Núñez, tierra de peloteros ilustres del cordobesismo. De allá llegó el meta Luna, al que apodaban El Bestia por razones fáciles de comprender para quienes le vieron jugar más de medio partido con una clavícula partida en Chapín, ante el Xerez, y no recibir ningún gol. Ahora le toca al otro Luna: Juan, El Porro.

A Luna Eslava le han encomendado que ponga freno a una tendencia. Lo mismo que le pidieron hace ocho meses a José González cuando suplió a Paco Jémez. Les fichan, en ambos casos, para evitar el descenso de un equipo que no ha tocado la zona de descenso, lo que no deja de ser impactante. "Todos sabemos cómo se toman las cosas aquí en Córdoba, que es un poco especial en estos asuntos", reconocía en una entrevista el Canal Sur Radio el meta Raúl Navas, uno de los fichajes del último verano y pieza indiscutible en la formación cordobesista. "Pero uno ya no se sorprende de nada", añadió. Los cambios de entrenador han perdido su rango de acontecimientos excepcionales para transformarse en una perversa rutina en el Córdoba. En lo que va de siglo veintiuno, sólo en dos ocasiones se ha mantenido el inquilino del banquillo de principio a fin. Y fue el mismo: Pepe Escalante. Sí, el del perfil bajo, el ideario anticuado y los ascensos.

Más que los números -inquietantes, qué duda cabe-, lo que provoca descomposición intestinal es la imagen que se proyecta. A los que dirigen este simpático club no les convence. No es algo nuevo. Se trata, simplemente, de adelantarse a los acontecimientos. Hace años, el Córdoba echaba a los entrenadores cuando el equipo estaba muerto y, en algunos casos, enterrado. Ahora, en cuanto se detectan los primeros síntomas, se pone la vacuna. Por lo que pueda pasar. Paco Jémez dejó un equipo loco, un batallón de kamikazes sin suerte ni mesura, y José González se marcha dejando un grupo triste, encogido y huérfano de líderes. Luna busca, como sus antecesores, el equilibrio. El de Fernán Núñez se suma la extensa lista de ex futbolistas del club que, al cabo del tiempo, terminan tomando las riendas de la primera plantilla. Casi todos sin experiencia previa, con sobredosis de ilusión y herederos de circunstancias complicadas. La historia blanquiverde, una auténtica fuente de paradojas, muestra un interesante proceso cíclico. Dos plantillas, las de los cursos 68-69 y 88-89, han resultado un filón de técnicos.

En la campaña del descenso de Primera División, hasta siete miembros del plantel ocuparon la máxima responsabilidad como entrenadores. Fueron Escalante (récord de presencias en el banquillo, con dos ascensos a Segunda: 1999 y 2007), Crispi (éste en Segunda B y en Segunda A, en dos etapas), Luis Costa (el primer técnico de la era Rafael Gómez), Rafael Jaén, Juanín, Rodri y Ángel Torres. Veinte años después, en un Córdoba que desempeñó un mediocre papel en su grupo de Segunda B germinó una nueva hornada de entrenadores: cinco. Luna Eslava es el actual. Debutó ayer en El Arcángel. Antes lo hicieron Perico Campos (actualmente en el Liverpool, formando parte del staff técnico de Rafa Benítez, con el que lleva ya ocho años), Miguel Ángel Portugal (director técnico del Real Madrid), Pepe Murcia (en el Celta) y Paco Jémez, precisamente el hombre que tuvo a su lado al de Fernán Núñez como segundo.

Siete entrenadores del equipo de la temporada 68-69, cinco de la 88-89... ¿Y del actual? ¿Cuántos saldrán? Si se cumple la regla, alguno habrá. Resulta difícil imaginarlo. Tanto como para los aficionados de entonces pensar que algún día el Córdoba podría haber estado en manos de aquel defensa del Zumbacón que lucía una larga melena al viento o del duro zaguero de la cantera que labró su carrera con dedicación espartana. ¿Austeridad y cantera era el lema? Pues ahí lo tienen. Porque, salvo excepciones -la del burgalés Portugal, precisamente el único no cordobés del lote-, todos llegaron con nóminas modestas y en situaciones límite.

La semana fue funesta para el gremio de los entrenadores en Córdoba. Sólo 72 horas después de la destitución de José, el Lucena, segundo equipo de la provincia, puso en la calle a Antonio Montero Nene. También por razones que van más allá de los números: la desconfianza y los recelos pesaron lo suyo. Ahora puede llegar Antonio Gutiérrez, un guerrero de culo pelado.

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