Están los delanteros, acaparadores de las loas por ser los más cercanos al gol. O los centrocampistas, de distinto corte: altos, menudos, rocosos, técnicos, de todo un poco, un poco de nada... Quitando al portero, el auténtico sufridor en este circo, la zona más ingrata para un profesional del balón es la defensa, donde los errores se notan más al ser especialmente gravosos. Y dentro de la zaga, los centrales tienen más responsabilidad que los laterales.

Ayer era un día extraño para Antonio y Rubén. El sevillano, después de pasarse casi toda la primera vuelta en el más absoluto ostracismo, ha participado en los tres últimos partidos. Tuvo que salir en el descanso en Ferrol y ha completado dos de los encuentros más atractivos de la temporada, las visitas a El Arcángel de la Real Sociedad y el Celta. Mientras, el zurdo se ha amparado en su polivalencia para disfrutar de minutos con cuentagotas: de hecho, se estrenó con el Córdoba en la Liga BBVA como lateral derecho (suplió a Dani en Cádiz), y su trayectoria quedó marcada por una tarde negra en Las Palmas, de nuevo en ese puesto ajeno a su perfil natural. Ayer también tuvo que amoldarse: salió como central, posición a la que sí llegó a habituarse años atrás, cuando militaba en el Málaga B.

El Córdoba encaró al Celta con dos centrales de urgencia por las bajas de Pierini, Aurelio y Pablo Ruiz. Evidentemente, se notó. Antonio y Rubén cumplieron, pero no resistieron la comparación con el tocayo de este último y Lequi, sus homólogos en el otro bando. Los bastiones celtiñas aplicaron su envergadura y su oficio en una cita exigente, como todas. Mientras, los blanquiverdes tuvieron enfrente a dos diablos como Canobbio y Jesús Perera, que burlaron la vigilancia del veterano zaguero hispalense en ambos goles.

Paco quitó a Rubén en el 73' y el Córdoba afrontó la recta definitiva con tres atrás. Antonio resistió en el césped y Perera le robó la cartera en el 0-2, emulando a un Canobbio fantástico en el 0-1. Sin piedad.