Cruel, dura y muy frustrante

Baloncesto l Adecco Plata

El Cajasol pierde ante el Rosalía y se mantiene como colista al borde del descenso

Manolo Camacho trata de anotar ante Rogelio Legasa.
José Carlos León / Córdoba

20 de marzo 2010 - 05:02

El baloncesto está siendo demasiado cruel con el Cajasol, un equipo que no merece estar en el fondo de la tabla y con un pie en el descenso. El colista suele ser un equipo blandengue y denostado, el típico paquete que todos los rivales miran con desdén y como un triunfo seguro en el calendario. El Cajasol no es así. Es un equipo duro que pelea en inferioridad de condiciones contra rivales que le doblan el presupuesto. No es un colista al uso, no se da por vencido, niega su propio destino. En lo único que se parece este equipo a cualquier colista del mundo es que pierde partidos tan duros como el que ayer entregó ante el Rosalía. Es frustrante, incomprensible y cruel en muchos momentos, pero así de duro. Porque la de ayer es una de esas derrotas que desprenden un peligroso tufo a perdedor, a equipo abandonado a su suerte, a bloque dejado de la mano de Dios... a descenso, al fin y al cabo.

Sólo así se explica el resultado final de un partido luchado a cara de perro ante un rival que, como tantos otros esta misma temporada, sólo es superior en número. Y eso que durante los primeros 20 minutos el Rosalía se comportó como una bestia bicéfala que sólo vivía de dos fuentes de anotación: las acciones individuales de Joseph y los triples de Merino, suficientes para producir más del 60% de todo el ataque santiagués.

Contra eso, el Cajasol opuso enormes dosis de espíritu. Sin rehuir el combate, el equipo azul se apoyó en la inspiración de Garrido y Suka para aguantar el tipo. Y eso que el entrenador gallego, consciente de las limitaciones locales, ya había rotado a todo su cinco inicial en apenas cinco minutos.

Así, y siempre en distancias cortas, se pasó de las iniciales ventajas del Rosalía a un tramo en el que el Cajasol pasó a llevar la manija del encuentro. Los azules entraron en los dos minutos finales con un esperanzador 38-33, aunque un parcial 2-12 en 100 segundos estuvo a punto de echarlo todo a perder justo antes del descanso. Pero un triple de Fuad Memcic sobre la bocina arregló la situación para llegar a los vestuarios con vida (43-45).

Parecía una señal del cielo. Si hasta el pusilánime esloveno se había sumado a la causa, todo era posible. En la segunda parte, el equipo de Júnior jugó con casta y con hambre, y, sobre todo, con una intensidad defensiva que asfixió el previsible ataque del Rosalía. Un parcial 18-5 en los primeros cuatro minutos disparó el marcador hasta un 61-50 que por una vez hizo nacer la esperanza en Vista Alegre.

El Cajasol se encontró con un nuevo enemigo, Wilson, un escolta fichado en el mercado invernal y que él solito, con cinco triples en la segunda parte, mantuvo vivo a su equipo en los minutos en los que parecía que los locales podían romper el partido. Cada oportunidad desperdiciada por el Cajasol era castigada con un triple del americano, que completó su obra con un 3+1 que selló un parcial 0-10 para empatar (81-81) a falta de cuatro minutos para el final. Nada de lo que había pasado hasta entonces había servido para nada.

El Cajasol acusó el golpe y los fantasmas de tantas otras noches empezaron a rondar por la cabeza de los jugadores azules. Las fuerzas se agotaban y las esperanzas se esfumaban de la misma manera que los triples que antes entraban limpios ahora se salían burlonamente tras dar un par de vueltas en el aro.

Y por si faltaba algo, llegó el momento arbitral. Al Cajasol le han perdido el respeto, porque es muy fácil perjudicar a un colista pobre como las ratas, que apenas tiene ocho jugadores y al que van a ver 300 personas. Javi Franco explotó tras una dudosa falta y los árbitros castigaron a Suka con una técnica que desembocó en un 86-93 que lo dejaba todo visto para sentencia a falta de poco más de un minuto con un Cajasol desquiciado.

Pero un par de triples le dieron a los locales una última opción a falta de 19 segundos (94-95). Varias series de tiros libres llevaron el choque a una última posesión en la que el triple de Camacho no entró. Como ante el Alaior, la fortuna fue cruel con un equipo que pelea para merecer más, pero la suerte suele ser injusta con los pobres.

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