La sociedad del cansancio | Crítica

El 'rockstar' de la filosofía

  • Byung-Chul Han analiza en 'La sociedad del cansancio' el hastío y la depresión del hombre del siglo XXI

Byung-Chul Han, el pasado agosto en la UIMP de Santander.

Byung-Chul Han, el pasado agosto en la UIMP de Santander. / Román G. Aguilera / Efe

A la par que Slavoj Zizek, tal vez sea Byung-Chul Han (Seúl, 1959) uno de los filósofos más leídos en la era tardía del tiempo líquido. Goza de predicamento entre una audiencia masiva pero aturdida, vende muchos libros y actúa, tal vez a su pesar, como gurú del pensamiento crítico frente a aspectos como la depresión del hombre tardomoderno o la sobrasada de información continua que nos aplasta.

En sus libros ha acuñado términos sutiles –engañosos para sus detractores– como los de Infocracia o las No-cosas (Marc Augé acuñó otro término feliz y parecido: el No-Lugar). A su juicio, la democracia está degenerando en infocracia, lo que a su vez ocasiona otros males añadidos, como la mediocracia, la infodemia o la telecracia (todos ellos vinculados al exceso de grasa de la falsa información).

El filósofo plantea la necesidad de volver a lo prístino. Volver, por ejemplo, a la contemplación, a la ociosidad como estadio superior de conocimiento, a la lentitud espiritual. "La ociosidad es el fin último de la sociedad", ha dicho hace poco en la Menéndez Pelayo de Santander. "Sólo la vida contemplativa abre un espacio para la verdadera actividad. Es esa respiración lenta, como reinterpretación del espíritu. Por tal falta de descanso, nuestra civilización se dirige a una nueva barbarie".

Su discurso enlaza directamente con la idea de "la sociedad del cansancio". Esta expresión la formuló hará unos diez años, razón por la cual la editorial Herder, impulsora notable de la obra de Byung-Chul Han, ha reeditado ahora el libro de idéntico título: La sociedad del cansancio. Si a decir de Galdós todo hombre lleva consigo su novela, el filósofo y rockstar de moda lleva consigo sus temas y los va filtrando en sus libros, cuya recepción, como queda dicho, halla cálida acogida en miles de lectores (Felipe González entre ellos).

Pese a su indolencia viajera, Byung-Chul Han domina el ámbito mediático sin perder cierto aura zen. Señala que la digitalización frenética y bárbara está anulando la pausa, la lentitud que nos procura, entre otras virtudes, mostrar respeto por el conocimiento. No detesta la tecnología como tal, aunque gaste un Nokia de hace 30 años, pues se vale igualmente de un smartphone que le permite, entre otros deleites, ponerle nombres a las flores y plantas que descubre en sus paseos (Byung-Chul Han, siguiendo la tradición volteriana del cultivo del jardín propio, es un amante de la jardinería).

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro. / D. S.

La sociedad del cansancio, como título y como concepto, alude a una de las capas de la barbarie de la civilización, a la que abocan la celeridad, el frenesí informativo, la fragmentación de la atención y toda suerte de efectos disruptivos que han hecho que la sociedad actual no sea más que una argamasa de inmadurez, anulación y caos depresivo.

Baudrillard ya hablaba de la fatiga que producía la "obesidad informativa", ante la que el hombre no tenía defensa inmunológica. Byung-Chul Han lo matiza: la fatiga y el agotamiento ante la sobreabundancia es producto de violencia neuronal y no es de índole vírica o inmunológica. Entre otras pérdidas, la superabundancia de hoy ha traído consigo la pérdida espiritual del aburrimiento (Walter Benjamin hablaba del aburrimiento como "el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia"). Se hace imposible alcanzar la contemplación total, la que le llevó a Cézanne a decir que podía ver los olores de las cosas. Este fin de la contemplación ya lo entrevió Nietzsche en la hora nefasta de su tiempo, donde la hiperactividad del hombre no hacía si no generar desasosegados en masa: la civilización, como la de ahora, había entrado en estado de barbarie.

Hannah Arendt hablaba de cómo la deseada vita activa había sido corrompida por el animal laborans que implantó la sociedad del trabajo para aborregarlo y sacarlo de su individualidad. Sin embargo, el filósofo la matiza. El trabajo autogestionado y febril de hoy (el teletrabajo, por ejemplo) es el reflejo de la individualidad más radical, lo que da pie a la hiperactividad y a un viciado concepto de libertad. La sociedad del rendimiento trae consigo la autoexigencia, pero con la complacencia en muchos casos del propio individuo que la sufre, cual hámster obligado a girar más rápido sobre sí mismo.

Hoy no somos más libres que ayer: la represión ha dado paso a la depresión

Para Byung-Chul Han el célebre y críptico "I would prefer not to" del Bartleby de Melville ("Preferiría no hacerlo") es en sí misma una historia de agotamiento. Asimismo, rescata de Peter Handke su concepto de "cansancio fundamental" o "cansancio despierto", extraído de su Ensayo sobre el cansancio, que es el que procura una suerte de no hacer sosegado, donde los sentidos alcanzan una fertilidad especial.

La depresión del hombre tardomoderno, que desemboca en el burnout o en el llamado síndrome del trabajador quemado, no es sino el reflejo de la relación tensa, sobreexcitada y narcisista que el propio hombre tiene hoy consigo mismo, lo que le lleva a adoptar rasgos destructivos, mientras todo a su alrededor son chiribitas de Likes, postureo epidérmico y exposición.

Esa sociedad del cansancio es, por tanto, un producto del exceso de positividad (la individualidad en el espacio laboral y la autoexigencia no se ven de partida como ingredientes tóxicos). La sociedad de ayer, con su carga moral y religiosa, tal vez fuera más represiva ambientalmente; pero hoy, a decir del filósofo, no somos esencialmente más libres. La represión ha dado paso a la depresión, a la vida como supervivencia, a la histeria por la salud.

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