El Escáner | Análisis de la temporada en blanquiverde

Las claves del batacazo del Córdoba CF

  • El conjunto blanquiverde consumó el descenso en un curso en el que partía con el reto de subir a Segunda

  • El bajo rendimiento de la plantilla, la cuestionable planificación y el formato de competición lastraron al equipo

Javi Flores, Moutinho, Diego Domínguez y Luismi, abatidos tras el descenso a Segunda RFEF.

Javi Flores, Moutinho, Diego Domínguez y Luismi, abatidos tras el descenso a Segunda RFEF. / Miguel Ángel Salas

El descenso del Córdoba CF es una realidad. El conjunto blanquiverde jugará la próxima temporada en la cuarta categoría del fútbol español, algo que no sucedía desde 1985. Una auténtica hecatombe que llevará a la entidad a tener que reinventarse y que deja muy tocado el proyecto de Infinity, después de un curso en el que el objetivo era ascender a Segunda División y se ha terminado cayendo a la Segunda RFEF.

Las claves del desastre son múltiples, desde los despachos al césped, pasando por el banquillo. Una serie de aspectos concatenados que se han sucedido en una temporada atípica, marcada por un formato extraño y que no permitía margen de error, al que el CCF no se adaptó bien en ningún momento. La decepción en el rendimiento del equipo se explica desde muchos prismas, pero la consecuencia es solo una, dura y preocupante, pues llevará al club a un lugar que hacía más de 30 años que no habitaba.

La presión, mal entendida

Desde que Miguel Valenzuela afirmara al final del mercado veraniego de fichajes que el Córdoba tenía la mejor plantilla de Segunda B hasta la consumación del descenso, han pasado apenas siete meses. Aquella frase lapidaria, más allá de su significado literal, escondía la exigencia que pesaba sobre los jugadores desde el primer momento.

Y a la vista está que la plantilla, y el club en general, ha terminado siendo víctima de sus propias exigencias. Sin entrar en el absurdo debate de comparar a más de un centenar de plantillas que componían la categoría, es evidente que el Córdoba tenía equipo para conseguir resultados mucho mejores que los cosechados. La presión, casi siempre mal entendida, de tener que ser candidato número 1 desde el primer momento ha pasado una tremenda factura.

En el club solo se contemplaba el ascenso a la Segunda División, sin querer ni hablar de la Primera RFEF, y al final se ha terminado viendo como ese paso intermedia despreciado en un primer momento habría sido un salvavidas para el proyecto, en un año especialmente complicado, marcado por la pandemia y un formato de competición que no te permitía desfallecer en ningún momento.

Los veteranos, de lujo a lastre

Buena parte de ese convencimiento que había en el club sobre la categoría de la plantilla confeccionada residía en el caché de un grupo de jugadores veteranos y con mucha experiencia en superiores categorías, que estaban llamados a ser los que marcaran las diferencias. Los Javi Flores, De las Cuevas, Isaac Becerra, Moutinho, Piovaccari, Valverde, Willy o Jesús Álvaro componían un núcleo duro que generaba confianza en la entidad de que el rendimiento sería el adecuado.

Es por ello que en el club, durante la planificación, decidió no prescindir de algunos de estos jugadores, con contratos astronómicos para la Segunda División B, en su mayoría heredados del curso anterior. Lo que se consideraba un lujo, pasó a ser un lastre por el bajo rendimiento de la mayoría de ellos. En apenas unos meses de competición, el Córdoba se dio cuenta de que tenía gran parte de su masa salarial destinada a un grupo de jugadores que no estaba cumpliendo con su rol de liderar el equipo. Una papeleta de difícil solución, que ha sido uno de los grandes problemas de la temporada. En verano, prescindir de esos jugadores habría sido visto como un sacrilegio, pero el tiempo ha terminado por demostrar que se puso demasiada confianza en jugadores que han dado muy poco al club.

El escaso acierto en los fichajes

Para complementar a ese núcleo duro de veteranos, la dirección deportiva apostó por futbolistas de un perfil complementario, en su mayoría jóvenes con experiencia en la categoría que tenían que elevar la competitividad y ser una alternativa a los teóricos pesos pesados para que el grupo funcionara de manera regular durante todo el curso.

De nuevo la realidad distó mucho de lo planificado en verano. De los diez fichajes en el mercado estival, apenas Mario Ortiz ha terminado dando un rendimiento aproximado a lo esperado. También lo estaba ofreciendo Samu Delgado, pero una desgraciada lesión truncó su temporada. Pero al margen de ellos, las apuestas de la dirección deportiva no ha terminado de cuajar. Hombres como Espeso, Farrando, Djak Traoré, Bernardo Cruz o Álex Robles no han cumplido las expectativas. Mención aparte merecen otros como Sidoel, Alain Oyarzun y Alberto Salido, que salieron por la puerta de atrás y sin aportar nada solo tres meses después de llegar a El Arcángel.

Un deficiente mercado invernal

Aunque el presupuesto ya estaba muy condicionado por la importante masa salarial del equipo, el mercado invernal fue otra oportunidad perdida por la dirección deportiva para corregir el errático rumbo. El empecinamiento en no reconocer las carencias llevó a la entidad a un cambio de cromos en la punta de ataque (Salido por Ródenas) que no supuso la mejoría necesaria para un equipo que tenía poco solvente ofensivamente.

En las bandas, donde los refuerzos eran perentorios, se apostó por Nahuel y Sidibé. El primero ha rendido a un nivel demasiado irregular. El segundo es, directamente, uno de los mayores fiascos de la dirección deportiva, tanto por rendimiento como por actitud. Una muestra más de que el acierto a la hora de acudir al mercado no ha estado ni cerca de ser el adecuado.

La elección de los entrenadores

Otro aspecto cuestionable del trabajo de los responsables deportivos del CCF es la elección de los técnicos. La apuesta por Juan Sabas para el presente curso ya nació tocada, pues su perfil se veía más como un revulsivo para el curso pasado que como el impulsor de un nuevo proyecto. El compromiso con el técnico después de la paralización de la campaña anterior hipotecó al club, que tras la sexta jornada tuvo que prescindir del madrileño ante el errático rumbo del equipo.

El Córdoba ya había perdido para entonces un largo verano y un mes y medio precioso de competición, pero aún había margen para acertar con su sustituto y que el equipo recobrara el vuelo. Para eso llegó Pablo Alfaro, cuyo espectacular inicio hizo albergar esperanzas tanto al club como a los aficionados.

Ese efecto gaseosa, sin embargo, acabó diluyéndose, dejando claro que los principales problemas venía del césped, y no del banquillo. En el debe del entrenador maño hay que poner también su cuestionable manejo de algunos hombres importantes del vestuario, algunos planteamientos incomprensibles y hasta aspectos básicos como la gestión de los cambios durante los partidos. A la vista está que, en tan solo tres semanas y aportando solo algo de coherencia y sentido común, Germán Crespo ha conseguido que el equipo sumara siete puntos de los últimos nueve. Una muestra clara de que el nivel de la plantilla era superior al mostrado y de que la elección de los técnicos ha sido otra mancha en el expediente de los responsables deportivos.

Un equipo muy irregular

Los errores en la planificación o en el banquillo no quita ni un ápice de responsabilidad del desastre a los principales culpables, un grupo de jugadores que no ha cumplido ni con la mínima exigencia de un club en el que han vivido excesivamente cómodos durante toda la temporada. Y es que, paradójicamente, el pero año en cuanto a resultados se recuerda, ha sido también el de más profesionalización de la entidad, especialmente en el entorno del primer equipo. Los jugadores han tenido a su disposición a profesionales cualificados para que su rendimiento fuera el óptimo, y han terminado decepcionando de manera lastimosa.

Los números definen la labor del equipo sin necesidad de calificativos. El Córdoba no ha sido capaz de ganar más de dos partidos seguidos en todo el curso, ha sumado solo cuatro victorias en 12 partidos en El Arcángel y tiene en Willy a su máximo goleador, sin alcanzar siquiera la decena de tantos (se quedó en ocho). ¿Dónde han estado los pesos pesados que iban a tirar del carro?

Generalizar siempre es injusto, y señalar nombres concretos no llevaría más que a un enfrentamiento poco constructivo, pero lo cierto es que se pueden contar con los dedos de una mano los futbolistas que han estado a la altura de lo esperado, tanto en rendimiento (casi todos) como en profesionalidad (algunos casos muy particulares). La mayoría del escueto grupo de jugadores que ha rendido bien no estaba llamado a ser sostén del equipo y lo ha terminado siendo por demérito de sus compañeros.

Quizás una de las pocas noticias positivas que deja este batacazo del Córdoba es la finalización del contrato de muchos de esos jugadores que no han aportado nada a la causa, pese a contar con suculentos emolumentos que, a la vista de su rendimiento, no van a volver a disfrutar en sus carreras. Eso sí, su legado no puede ser más demoledor para el club.

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