El camino del Córdoba CF de Pablo Alfaro hasta la decisiva jornada final
Córdoba CF
En 14 partidos al frente del equipo, la agitación continua del técnico maño ha involucionado al equipo
Aunque mantiene tendencias, los cambios sobre todo sin balón lastran demasiado a los blanquiverdes

"Hay que disfrutar el camino". El mensaje de Pablo Alfaro desde su llegada al banquillo del Córdoba CF el pasado mes de diciembre siempre ha ido marcado por el corto plazo, sin apartar la vista de los objetivos clasificatorios fijados (y aceptados) al inicio del curso. Dos vías que este domingo, ante el Betis Deportivo (El Arcángel, 12:00), se dan la mano, pues los blanquiverdes alcanzan la jornada final de la primera fase de la competición en Segunda B en una situación límite, dependiendo de terceros (y de sí mismos, lógicamente) para amarrar la Primera RFEF, su mínimo exigible. Todo después de una trayectoria de luces y sombras, en esa secuencia, que ha hecho que el disfrute haya sido casi ilusorio.
De momento hay una cosa clara y es que los 14 partidos (11 de la competición liguera y tres de la Copa del Rey) que Alfaro ha dirigido al Córdoba han sido una agitación continua, y no siempre para bien. No se le podrá negar al preparador aragonés su afán por buscar soluciones, pues ha tocado todas las cartas de la baraja, pero lo que ha terminado dibujando es una involución patente que ha alejado al equipo de la fiabilidad exigida en la categoría para estar con los mejores. Entre otras cosas porque en estos tres meses y medio, el CCF no ha logrado cambiar algunas tendencias, peligrosas, que ya arrastraba de la etapa de Juan Sabas y en otras, las modificaciones no siempre han dado el resultado apetecido. ¿Qué ha cambiado y qué no en este tiempo más allá de las urgencias clasificatorias?
Porque precisamente ese punto, que pasa por ser el principal y consecuencia directa de los otros, es el que por desgracia sigue inalterable. A finales de noviembre, tras aquel 2-0 en Linares que puso fin a la etapa de Juan Sabas, los blanquiverdes eran sextos, fuera de distancia del liderato y a dos puntos de la tercera plaza que permite seguir en la lucha por el ascenso. Hoy, a una cita de bajar el telón a la primera parte del curso, son quintos, a tres puntos de la primera plaza, inalcanzable por los goal averages, e igualado a puntos con su siguiente rival, el Betis Deportivo, y el Sevilla Atlético, que le gana el duelo particular y deja todo en manos de una carambola: victoria propia y tropiezo del filial sevillista. Solo así el objetivo estará cumplido, aunque haya costado sangre, sudor y lágrimas, pero no será fácil.
Además, en estos más de 100 días de manejo con el entrenador aragonés, el Córdoba ha prolongado algunas tendencias cuanto menos dudosas. De un lado, sigue moviéndose en marcadores muy cortos, en partidos de mínimos; de sus siete victorias, solo dos han sido por más de un gol, y hasta cuatro han sido anotando únicamente un tanto, lo que esconde ese teórico potencial que de tres cuartos de campo para adelante atesora esta plantilla. Y esto último es algo que va íntimamente relacionado con el pobre juego del equipo, incapaz de tirar de calidad y galones sobre el verde sea cual sea el sistema o incluso los jugadores elegidos para ejecutarlo, lo que termina por sostenerlo con transiciones rápidas y, en más ocasiones de lo recomendable, juego directo al punta desde la línea de zagueros. Nada que ver con el guion que en la cabeza de todos está cuando se visualizan los nombres de los futbolistas…
Unos profesionales que de un tiempo a esta parte se ven superados por la situación, sin saber muy bien si es fruto de una presión mal entendida, lo que termina por reflejarse en falta de confianza para hacer su labor en el verde. No tiene nada que ver con la actitud ni las ganas, sino que es algo que va un punto más allá, hasta llegar a convertirse casi en sufrimiento; la liberación final tras las últimas victorias sobre el Linares y El Ejido no lo pueden dibujar mejor. Y ese esfuerzo por creerse capaces de ganar, sonreír y disfrutar, y hasta por entender por qué toca jugar siempre como un equipo menor que cede la responsabilidad el enemigo, termina pasando factura, tanto en las piernas por los kilómetros de más que toca hacer para robar; como en la mente, por el esfuerzo que supone verte donde debería estar el otro.
De hecho, dando ya por asentados los problemas para mandar desde la posesión, por hacer cosas con la pelota en los pies, esos cambios han terminado por afectar también a la concepción de este Córdoba en las tareas defensivas. Aquella presión en bloque alto, casi en el área rival, con la que arrancó la etapa de Pablo Alfaro ha ido conduciendo hasta un grupo que espera en bloque medio y termina casi por meterse en bajo para proteger su arco con todo, como ocurrió en los minutos finales en El Ejido o en gran parte de la segunda mitad ante el Linares -los dos últimos triunfos-, y que acaba por dejar hacer con relativa comodidad al adversario de turno (ahí es donde entra en juego el correr tras el balón y el desgaste tanto físico como mental que eso conlleva).
Y eso, con mucha asiduidad, se convierte en inseguridad, pues el CCF ya no transmite esa fiabilidad de antes y ahora cualquier llegada enemiga es sinónimo de peligro, más allá de que en el último choque la puerta volviera a quedar a cero. Un camino que ya ha quedado demostrado que es el más corto, aunque no el más disfrutón seguramente, para ganar, y que toca seguir el domingo para superar al Betis Deportivo. Es lo único que está en la mano propia para hacer que este camino pueda concluir con una sonrisa...
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