Sanidad

Los trasplantes de órganos, una luz entre la oscuridad de la pandemia

Antonio Velázquez, en su habitación del Hospital Reina Sofía.

Antonio Velázquez, en su habitación del Hospital Reina Sofía.

En mitad de esta pandemia que está causando tantas pérdidas, hay historias de vida y esperanza que animan a pensar en positivo. Aunque el covid-19 esté acechando en cada esquina, la actividad trasplantadora en el Hospital Reina Sofía ha salido adelante con más medidas de seguridad y encaminada a seguir dando segundas oportunidades a personas que estaban esperando un órgano.

Las de Antonio Velázquez y Manuel Pérez Gallero son dos de esas historias que ponen luz a la oscuridad que ha traído la pandemia. Son dos ejemplos de que la vida se abre paso entre las tinieblas del coronavirus, de que sigue habiendo familias generosas que dicen sí a la donación de órganos y profesionales sanitarios que continúan su trabajo infatigable dentro de los programas de trasplantes.

Tanto Antonio como Manuel fueron intervenidos el pasado mes de octubre en el Reina Sofía. Ambos recibieron un trasplante de pulmón (el primero unipulmonar y el segundo bipulmonar) y ahora se recuperan ingresados en planta y haciendo cada día sus ejercicios de rehabilitación. La vida acaba de empezar otra vez para ellos gracias a sus donantes.

"Estoy deseando salir del hospital para vivir"

Los problemas de Antonio Velázquez, que ahora tiene 65 años, dieron la cara a raíz de dos neumonías consecutivas. Siempre ha sido una persona muy deportista y con buena complexión física, aunque cuando era joven tenía que compaginar estudios y trabajo y lo acompañaba de mucho tabaco y café. Durante años fumó mucho, pero esto no había afectado a su salud, al menos que él notara. Por ejemplo, no se solía resfriar, por eso cuando tuvo lo que pensaba que era un catarro lo dejó "un poco pasar porque pensaba que era tomarme dos aspirinas y seguir trabajando". Cuando vio que no mejoraba, acudió el médico, le hicieron una radiografía y le descubrieron "una neumonía de caballo".

A los pocos meses sufrió otra y, tras varias pruebas, a finales de 2015 el neumólogo le confirmó el diagnóstico: tenía fibrosis pulmonar idiopática, una enfermedad crónica que, poco a poco, reduce la calidad de vida y la supervivencia. Entonces le recetaron Nintedanib, un medicamento que ha tomado hasta que le hicieron el trasplante, el pasado 29 de octubre. 

Antonio es de Sevilla y en estos años ha estado vigilado tanto por los especialistas de su cuidad como por los del Reina Sofía, ya que lo derivaron a Córdoba al ser el único hospital de Andalucía en el que se realizan trasplantes pulmonares. Fueron los médicos del centro cordobés los que le recomendaron que usara una botella de oxígeno portátil, pero realmente la ha necesitado "pocas veces y para la calle nunca". En 2017, tras realizarle un estudio completo, entró en lista de espera para un trasplante.

En noviembre de 2019 ya recibió una llamada por un posible pulmón. En ese momento, le recorrió el cuerpo una sensación de "sorpresa y a la vez alegría", pero finalmente el órgano no era apto. Así, ha tenido que pasar otro año para que llegara su oportunidad. El pasado 29 de octubre entraba por fin en quirófano. "Sabiendo que la única solución hoy en día era esa, aparte del nerviosismo y cierto temor, en un principio sentí una gran alegría", recuerda.

"Todo el mundo no puede donar, por lo que es un lujo que además da mucho fruto"

Todo esto en plena segunda ola de la pandemia del covid-19, una situación que incluso le hizo perder un poco la esperanza. "Después de seis años enfermo, ya no me lo esperaba, así que ha sido una sorpresa inmensa", incide. Este órgano le da la oportunidad de tener más esperanza de vida porque "ya estaba limitado en el tiempo aunque yo me sintiera bien".

A su vez, cuando entró en quirófano su familia sintió "paz". Su confianza en los médicos "era absoluta, no teníamos dudas", explica la mujer de Antonio, y sabían que "el peligro existía, pero también existía antes". "Hay que ser muy respetuosos con la decisión, muy positivos y hay que saber apoyar y acompañar", algo que es "difícil, pero se hace con mucho cariño", puntualiza.

Antonio y su familia son creyentes, lo que les ha ayudado "muchísimo" a la hora de afrontar y aceptar esta situación. "No sé qué hubiera sido de nosotros si no hubiéramos tenido fe", indica su mujer, que ha rezado por el donante "desde mucho antes de que llegara". Ahora están muy contentos, pero sobre todo "agradecidos". "Tenemos que ser conscientes de que todo el mundo no puede donar, por lo que es un lujo que además da mucho fruto" y además es "un gesto infinitamente valioso que se produce en un momento de un dolor inmenso", destaca su esposa. 

Ahora, tras la intervención, las ilusiones que tenían han vuelto. Un ejemplo de ello es que Antonio salió del quirófano diciendo que va a ir a Santiago de Compostela, explica su mujer, un plan que tenían previsto desde hace años y estaban esperando la jubilación para cumplirlo. "Estoy deseando salir del hospital para vivir", asegura él.

Su recuperación está siendo tan rápida que los médicos están sorprendidos. Solo estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) dos días y medio y la rehabilitación va muy bien. En el hospital hace, junto a otros trasplantados, ejercicios respiratorios y de esfuerzo para ir aumentando la capacidad pulmonar de forma progresiva. El resto del tiempo están "confinados en la habitación y con el covid detrás de la puerta", pero gracias a la "empatía, la ternura y los cuidados" del equipo de profesionales del Reina Sofía se sienten como si estuvieran "en un cachito de cielo".

Manuel Pérez Gallero, en una de las sesiones de rehabilitación. Manuel Pérez Gallero, en una de las sesiones de rehabilitación.

Manuel Pérez Gallero, en una de las sesiones de rehabilitación.

"Se pasa miedo, pero tal y como estaba, no había otra solución"

Hace unos ocho años que a Manuel Pérez Gallero lo diagnosticaron de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) tras acudir al médico por ahogos, aunque no fue hasta 2019 cuando le propusieron un trasplante que llegó el pasado mes de octubre, en plena pandemia.

A Manuel, que es de Los Rosales (Sevilla), lo derivaron al Hospital Reina Sofía para que desde allí le hicieran un control y seguimiento de su enfermedad, que poco a poco ha ido ganándole terreno. Ya hacía unos años que se ahogaba mucho y "no podía ni andar dos pasos". Tenía una botella de oxígeno en su casa y apenas salía a la calle, solo una media hora a un parque donde se sentaba un rato para que le diera el aire.

A sus 63 años, el desgaste físico había provocado que acciones cotidianas como ducharse le costaran "mucho trabajo", lo que lo obligaba a pasar la mayor parte del tiempo sentado. Cuando intentaba desplazarse por su casa, tenía que agarrarse porque no podía ni con su cuerpo.

El 7 de octubre recibió la tan esperada llamada telefónica desde el Reina Sofía: había dos pulmones compatibles, por lo que tenía que desplazarse a Córdoba de inmediato. En ese momento, sintió como si se le cayera "el cielo en lo alto", pero era una oportunidad que no podía perder porque, a pesar del temor, su vida dependía de ello. "Se pasa miedo, pero tal y como yo estaba ya, no había otra solución", explica.

"Ha tenido mucho valor, el trasplante es algo que te tienes que pensar mucho", dice María

Tras salir de la operación en la que se sometió a un trasplante bipulmonar, estuvo 22 días en la UCI porque tuvo una complicación: un coágulo en uno de los órganos hizo que tuviera que volver a entrar en quirófano. Una vez en planta hospitalaria, de lunes a viernes hace rehabilitación alrededor de una hora, lo que lo está ayudando a mejorar su capacidad pulmonar. "Ahora estoy mucho mejor", asegura.

Su familia ha visto de cerca su deterioro progresivo según pasaba el tiempo, un proceso que han vivido "fatal" porque "nada más que de ver que no podía dar ni dos pasos me ponía mala", señala su mujer, María. "Ha tenido mucho valor porque el trasplante es algo que te tienes que pensar mucho", añade.

Manuel no solía ponerse enfermo y tampoco ir al médico, por lo que esta enfermedad cayó por sorpresa en su familia. Cuando lo llamaron para el trasplante, "lo primero que sentimos es mucho miedo", pero era la única solución, apunta María.

Los 22 largos días que ha pasado en la UCI su mujer se ha alojado en un piso de la asociación A pleno pulmón, con la esperanza de que pronto lo subieran a planta. Ahora lo ve "muy mejorado y va muy bien" e incluso ya le han quitado la mitad de los puntos. "Gracias a Dios, en Córdoba hay unos médicos y enfermeras muy buenos", agrega.

Tras ver cómo su marido tiene una segunda oportunidad gracias a un trasplante, María tiene claro que "donar órganos salva vidas". "Si no fuera por el donante no sé qué hubiera pasado", finaliza.

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