"Me sentí impotente por no contar con una ayuda rápida y eficaz"
Una paciente coge por el cuello a una doctora que se negó a atenderla en ese preciso momento porque no había sacado cita, tal y como establece el protocolo
No era la primera vez que Antonia Ortega sufría episodios de violencia en su consulta, pero sí de las pocas ocasiones que las amenazas e insultos se convertían en una agresión física que pudo tener fatales consecuencias.
Esta doctora del centro de salud Polígono Guadalquivir ha vivido recientemente uno los momentos más delicados de su larga trayectoria como médico de Atención Primaria, cuando una de sus pacientes se abalanzó sobre ella echándole las manos al cuello al negarse a atenderla por no tener cita previa. "Había 40 personas esperando para entrar a verme, todos ellos con su número, así que le pedí que siguiera el procedimiento y protocolo habitual", recordó ayer a El Día esta doctora entre hueco y hueco de su abarrotada consulta. "Quien viene aquí sabe que los insultos están a la orden del día, forman parte de la cultura de este barrio, de modo que intentamos minimizarlos todo lo posible", añade. "Esa tarde lo pasé muy mal e intenté superarla echándole mucha fuerza, tolerancia y equilibrio, pues esta persona entró absolutamente descontrolada", recuerda.
Pero lo que realmente le sumió en una profunda desesperación e impotencia fue la falta de medios para contar con una ayuda rápida y eficaz. "No tenemos timbres antipánico en las consultas y, además, en el momento de la agresión el vigilante de seguridad no se encontraba en el centro", matiza. Tras forcejear con su agresora, logró llegar a la puerta y pedir auxilio al resto de pacientes. Al tiempo, llegaron refuerzos y el ambiente se calmó. El compromiso con su trabajo y su vocación profesional le permiten seguir hacia adelante, incluso en momentos tan "duros" como los vividos hace unos días. En situaciones así, "te planteas si merece la pena tirar todo el trabajo por la borda y piensas especialmente en el resto de pacientes; ellos no tienen la culpa y necesitan nuestro servicio", explica. "En mi cupo hay gente realmente maravillosa, pero también tengo personas conflictivas, que buscan la polémica, y la mujer del otro día era una de éstas", explica.
El testimonio en primera persona de Antonia Ortega lo pueden corroborar otros profesionales del centro, como el ATS Vicente Gil. "Los insultos se producen un día sí y otro también, porque la gente viene exigiendo", asegura este enfermero que después de cuatro años en el centro ha vivido "más de un momento de agresividad".
La supervisora del ambulatorio también reconoce cierta violencia, "aunque la inseguridad no está aquí dentro, sino en la calle, pues los vecinos del barrio nos conocen a todos, saben perfectamente quién es quién". El año pasado otra doctora fue víctima de una agresión con un paraguas y otra sufrió una depresión por un hecho similar. La responsable aclara, no obstante, que la mayoría de la gente es extraordinaria.
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