El renacer de la calle Cruz Conde

El precio del suelo en la calle Cruz Conde supera tras su remodelación a Gondomar · Comercios tradicionales conviven con las grandes franquicias, la apertura de nuevos bares, boutiques de diseño y peluquerías a la última.

El renacer de la calle Cruz Conde
Ángel Robles

02 de octubre 2011 - 01:00

Son apenas 400 metros de longitud, una línea recta que durante décadas ha sido el principal foco del comercio tradicional. Pero la calle Cruz Conde ha mutado, ha cambiado su piel de asfalto por un pavimento granítico tomado por los peatones. Con el tráfico fuera, esta vía abierta a mediados de los años 20 ha rejuvenecido, renacido, hasta el punto de que el metro cuadrado de suelo supera por primera vez al del eje Gondomar-Concepción, durante años la milla de oro de la ciudad. Según los sondeos más recientes, hasta 5.000 euros por metro cuadrado hay que pagar, una suma elevada que no ha impedido la apertura de terrazas, boutiques de diseño y locales a la última, todo ello bajo la atenta mirada de las grandes franquicias, que comienzan a conquistar la zona mientras luchan por sobrevivir los comercios de toda la vida.

El ambiente que ahora se respira en Cruz Conde recuerda a la madrileña Gran Vía, con sus edificios imponentes y proyectada sobre plano. Quien hace el símil es Juan Morales, uno de los responsables de la firma de ropa de hombre Silbon, que el pasado marzo trasladó sus instalaciones de Alfonso XIII al número 6 de la calle Cabrera, a pocos pasos de Cruz Conde. Entrar al establecimiento es como irrumpir en el vestuario de una película de Alfred Hitchcock, pues las americanas marca de la casa no desentonarían en la figura de galanes como Cary Grant o James Stewart. Entre jerseys estilo Oxford y tejidos de tweed, uno esperaría que el príncipe de Gales atravesara la puerta en cualquier momento. "Nos dimos cuenta de que Cruz Conde iba a experimentar un cambio radical con las obras, por eso nos trasladamos", explica Morales.

Su boutique estilo british es única en Córdoba, como también lo es la propuesta de Álvaro Moreno, una casa especializada en ropa de hombre al estilo sevillita, tal y como la describe la responsable del establecimiento, Sarai León. El negocio abrió en noviembre del año pasado, vivió todas las molestias de las obras y ha experimentado el boom de la calle: "Con la peatonalización, el tránsito de gente ha aumentado muchísimo. El paso de cualquier vehículo sería fatal", dice. La firma made in Osuna Álvaro Moreno propugna las americanas entalladas y los polos con motivos taurinos que lucen personajes como Víctor Janeiro, Beatriz Trapote o el humorista Manu Sánchez. "Por lo general, los cordobeses son muy elegantes", afirma León.

En la calle Cruz Conde conviven farmacias, estudios fotográficos, agencias de viajes, joyerías y boutiques clásicas como Orga, supervivientes de una época en que las grandes franquicias le daban la espalda a esta vía. Las primeras en hacerse un hueco fueron Springfield y Blanco, y posteriormente desembarcó Inditex, lo que ha animado a que las nuevas generaciones paseen y compren en Cruz Conde. Hay locales que permanecen vacíos desde hace meses como consecuencia de los precios desorbitados que alcanzan ahora los alquileres, y negocios que planean su mudanza.

Es el caso del establecimiento de artículos religiosos que regenta la familia Oriol desde marzo del 56, un negocio único en la ciudad que hace que muchos cordobeses se santigüen ante los escaparates cuajados de imaginería religiosa. Manuel Mensua, la tercera generación de comerciantes, ha sido testigo del devenir de Cruz Conde: "Mi familia vivía en el quinto piso de este mismo edificio. Al principio había muy poco tráfico y jugábamos en la calle a la pelota. Los comerciantes eran como una gran familia y en Navidad hacíamos una comida en La Manzanara [un restaurante ya desaparecido en la misma Cruz Conde]. Cada uno ponía lo que podía. Ahora no queda nada de aquella hermandad", dice.

Pocos establecimientos permanecen de aquella época, aunque Mensua es capaz de enumerarlos de carrerilla: Naylonplex y sus artículos de plástico; Fuentes Guerra, que comenzó siendo una ferretería; la Suiza, especialista en electrodomésticos, y boutiques como La Barata, Campos y Caymo, que han vestido a varias generaciones de cordobesas. "Era otra época. No había la competencia del pisoteo que suele existir ahora", lamenta. Las obras han "embellecido" y "dado más vida", pero no han cambiado ni un ápice la actitud para que haya "hermandad" entre el gremio. Ajeno al devenir de los nuevos tiempos laicos y de la crisis, en Oriol se mantienen las ventas de sus dos productos estrella: San Pancracio -el patrón de la salud y el trabajo- y de San Judas Tadeo -el patrón de las causas difíciles, a quienes muchos suplican en estos tiempos que corren-. Por cierto, un cliente le encargó una vez un San Cucufato: "Fue imposible. Ni siquiera en Olot (Gerona), donde están los mejores fabricantes de imaginería, lo tenían en el catálogo".

Un breve paseo separa este establecimiento de estética monacal de la peluquería Guns & Pinups y su decoración rompedora. Paredes negras y mobiliario barroco en el número 4 de la diminuta Marqués de Boil, una callecita en la que convive con cervecerías, relojeros y un bazar de productos importados desde Irán -Persépolis-. "Lo que está surgiendo en Córdoba alrededor de Cruz Conde es parecido a lo que uno puede encontrar en ciertos barrios de algunas capitales europeas como Amsterdam, con pequeñas boutiques y locales modernos entre edificios antiquísimos", dice Jordan, experimentada peluquera y viajera.

Aparte de los peinados y los cortes que esculpe, su obra es también su local, inaugurado hace seis meses, en pleno arreglo de Cruz Conde: "En Córdoba hay muchísimas peluquerías y queríamos algo diferente", dice. De inspiración londinense -la tienda no desentonaría en el vanguardista East End-, encontrar el mobiliario deseado fue una odisea: "Los sillones de barbero vintage viajaron desde Reino Unido en camión. Y los sofás llegaron de Bruselas". "Desde las obras de Cruz Conde, noto que la gente está apostando por hacerse hueco con nuevas ideas. Han abierto tiendas muy recomendables de ropa afrancesada, chic, retro...", dice.

Parte de esa efervescencia se debe a las dos primeras terrazas de la calle: la de la cafetería Marta -todo un clásico- y la de Tacos, un establecimiento especializado en jamón y productos ibéricos de Los Pedroches. Inauguró como tienda gourmet hace seis meses, y hace pocas semanas montó la primera terraza en esta calle para deleite de los paseantes. "Las ventas han subido un 60%", desvela uno de los trabajadores, Juan José García, contrario a que regrese el tráfico. "Córdoba necesitaba una calle así para pasear, mirar, tomar algo...", dice. Por sólo un euro, es posible beberse una cerveza y degustar una tapa de ibérico entre compra y compra. El producto estrella es la paleta de jamón Don Gutiérrez, de 14 meses y curación natural, aunque elegir entre el surtido de ibéricos de la casa se harto complicado. Y para los sibaritas, otras propuestas: anchoas San Filippo -"como conducir un Ferrari", bromea García- y el solomillo de atún de Barbate, "exclusivo en Córdoba".

A pocos metros del nuevo bar, se mantiene desde el año 46 La Central, una mercería de sabor añejo, con mercancías hasta el techo, que ha sabido conservar la clientela durante décadas: "Vienen las hijas de clientas de toda la vida. Y eso se agradece", cuenta el propietario, Blas Ventosa, entre botonaduras, cremalleras y lazos de colores. La modernidad llegó al negocio hace poco, con un ordenador que permitió informatizar con paciencia los casi 5.000 productos almacenados en cajas, cajones y anaqueles. "El público ya se ha adaptado a pasear, y sería incomprensible que volviera el tráfico", dice el comerciante. En su negocio el problema no es la falta de accesibilidad al centro de la que se quejan otros muchos empresarios, ni la temida crisis económica que obliga a los gobiernos a meter la tijera y a las familias a hacer malabares para llegar a fin de mes. "Simplemente, la gente ya no sabe coser", lamenta Ventosa mientras una clienta llegada de Trassierra le da la razón con un discreto movimiento de cabeza. Otro problema más de la posmodernidad.

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