Cruz Conde, 12

Más de 1.000 razones

  • Claro que se ha avanzado, pero negar que las cosas siguen siendo más cuesta arriba para las mujeres es ridículo

  • Y lo único que se pretende es que dejen de serlo, se vote a quien se vote

Una mujer ondea una bandera feminista en la manifestación del viernes.

Una mujer ondea una bandera feminista en la manifestación del viernes. / Jordi Vidal

Escribe una todavía emocionada por lo que se vivió, por lo que volvió a vivirse, el 8 de marzo en Córdoba. Estábamos algunas algo preocupadas por la respuesta que la convocatoria podía tener, después del éxito del año pasado.

A primera hora de la mañana parecía que no había el mismo ambiente. Desgraciadamente, en este último año las cosas han cambiado y la irrupción del partido de extrema derecha Vox ha provocado que las posiciones en torno al feminismo y la igualdad se recoloquen. Se suavicen en algunos casos, se tome distancia en otros. Afortunadamente no fue así y hubo incluso más participación que el año pasado. Más de 20.000 personas reclamando igualdad. De verdad, solo eso. Igualdad de derechos, igualdad de oportunidades, igualdad en el salario.

El mensaje de la ideología de género, las fake news sobre las denuncias falsas de maltrato, las dudas intencionadas sobre la efectividad de la ley de violencia de género o las ayudas que se otorgan a las mujeres han reforzado las posiciones conservadoras en ciertos colectivos. Muchas de las que el año pasado apoyaban la causa feminista hoy dicen que son femeninas.

Y otra vez hemos tenido que volver a salir a explicar que ser feminista, simplemente, es defender la igualdad entre hombres y mujeres. Que se puede ser feminista y no entender el lenguaje inclusivo; que se puede ser feminista y llevar taconazo y labios rojos;que se puede ser feminista y no hacer la huelga de consumo. Que se puede –se debe– ser feminista, con todas nuestras contradicciones y que se puede ser feminista sin hacer la huelga o, incluso, sin ir a la manifestación (allá cada cual). Pero ya está bien de ridiculizar, de obviar y de ningunear las manifestaciones y de reducirlo todo a la batalla política.

Había más de 1.000 razones para secundar las protestas, decía el lema de este año del 8 marzo. Una de las más poderosas nos las puso en bandeja esta semana la polémica por la actividad que un instituto de Huelva tenía pensado realizar para concienciar sobre la igualdad. La idea consistía en que el 8 de marzo los niños saldrían cinco minutos después al recreo para que, en un ejercicio de empatía, fueran conscientes de la discriminación que sufre la mujer solo por su sexo.

Hay quien se ha echado las manos en la cabeza con argumentos como que se discriminan a los niños solo por ser niños. Yprecisamente esa es la clave de todo lo que las mujeres reclamamos estos días en las calles y cada uno desde la posición que puede. Que no se cierren puertas ni nadie lo tenga más difícil simplemente por ser mujer.

Los contrarios a esta actividad –que es una de las maneras más gráficas de evidenciar la diferencia que ha existido y sigue existiendo entre hombres y mujeres– insisten en que no es de recibo que sin ningún motivo salvo el género se deje a los alumnos sin tiempo de recreo.

Claro que se ha avanzado. Pero negar que aún las cosas se hacen más cuesta arriba para las mujeres es ridículo. Y lo único que pedimos es que deje de serlo. Que esto no se trata de a quien votes y quien no se haya enterado todavía que vuelva a ver las imágenes del viernes.

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