El puente de nombre impronunciable

Urbanismo Una nueva infraestructura para la ciudad

Decenas de personas acuden a ver de cerca el puente de Ibn Firmás, el séptimo sobre el Guadalquivir, que por la tarde quedó abierto al tráfico rodado para mejorar la comunicación con la zona del Aeropuerto

1. Un grupo de peatones, ayer a mediodía, camina por el nuevo puente, que fue inaugurado el viernes por la tarde por el ministro de Fomento, José Blanco. 2. Un ciclista fotografía la estructura aérea de la pasarela, inspirada en el pensador Ibn Firnás. 3. Los coches pudieron atravesar por primera vez el puente por la tarde.
Á. R.

16 de enero 2011 - 01:00

Los cordobeses tardan en acostumbrarse a las novedades. Muchas de ellas nunca son aceptadas y otras, aunque de manera tardía, acaban integradas en todo paseo dominical que se precie. Del primer grupo forma parte la pasarela que lleva a Miraflores, repudiada por el óxido que la recubre. Y en el segundo grupo se podría meter el Puente Romano, denostado por muchos tras su restauración pero pronto aceptado, fotografiado y mil veces paseado. El séptimo puente sobre el Guadalquivir pasaba ayer su prueba de fuego después de que el ministro de Fomento, José Blanco, lo inaugurara el viernes por la tarde.

La ciudadanía pudo examinarlo, escrutarlo, y en ese cara a cara convenció. Decenas de personas acudieron, cámara en mano, para atravesarlo por primera vez. Fueron familias al completo, ciclistas, parejas y jubilados, atraídos por una silueta que ya forma parte del paisaje local. Ahora, dado el visto bueno, y tal y como ocurrió con la glorieta de Ibn Zaydun, dedicada al célebre poeta árabe andalusí, toca aprenderse el nombre: Ibn Firmás, un homenaje al precursor de la aeronáutica.

Mezcla de historia y de leyenda, se dice que Firnás inventó el paracaídas cuando, en el año 852, se decidió a volar lanzándose desde una torre de la ciudad con una enorme lona para amortiguar la caída. Sólo sufrió heridas leves. En el 875, a los 65 años, el científico hizo construir unas alas de madera recubiertas de tela de seda que había adornado con plumas de rapaces. Subió a otra torre y se lanzó. Aunque se fracturó las dos piernas en el aterrizaje, el vuelo fue un éxito, pues permaneció en el aire una decena de segundos.

El nuevo puente lleva, precisamente, al Aeropuerto de Córdoba. Luis Sánchez, un jubilado del Campo de la Verdad, se refiere a él, simplemente, como el puente "de las alas". "De cerca es más bonito todavía que desde lejos. Deberían haberlo hecho donde está el de Miraflores", propuso. La estructura, de un blanco inmaculado, despliega rotunda las alas sobre el Guadalquivir y exhibe en el centro esa cola que Ibn Firnás olvidó añadir a su prototipo para mantenerse en el aire y que es parte esencial de cualquier aeronave.

Desde el puente, la mole del molino de Casillas y el pequeño salto de agua que lo movía queda a unas brazadas. Algunos descubrieron ayer esta perspectiva. Luisa Montes, de Ciudad Jardín, nunca antes había contemplado este paraje: "Es un rincón de Córdoba que merece la pena. Y el puente es una maravilla. Lo más bonito que se ha hecho en la ciudad en mucho tiempo", dijo con la cámara de fotos en la mano.

A Carlos Rodríguez, ingeniero, también le sorprendió. "Sólo lo había visto en la prensa, pero de cerca impresiona más", subrayó. "En Córdoba hacía falta una obra de ingeniería así", dijo. La silueta de la pasarela es ya una referencia en la ciudad, con sus cables tensados y sus alas de pájaro desplegadas, como salida de un sueño del propio Ibn Firnás. Pasado el mediodía, el puente se abrió por primera vez al tráfico rodado y será difícil que en algún otro momento pueda quedar para el disfrute exclusivo de los peatones.

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