Tribuna

La polémica del indulto de Cabra

  • La gracia ganada por Soplón, de la ganadería de Fuente Ymbro, tras la brillante faena de Finito de Córdoba ha contado con tantas voces discordantes como defensores a ultranza

Finito de Córdoba da un muletazo a Soplón durante la corrida del pasado domingo en Cabra.

Finito de Córdoba da un muletazo a Soplón durante la corrida del pasado domingo en Cabra. / David Hernández

El pasado domingo se indultó un toro de la ganadería de Fuente Ymbro en la plaza de toros de Cabra. Como es habitual, cada vez que un animal se gana el perdón de la vida en el ruedo, comienzan a aflorar tanto voces discordantes, cada vez más, como de defensores a ultranza de tan inusual premio. Los primeros argumentan que el galardón se ha banalizado en exceso y ha perdido toda razón de ser; los segundos, mientras tanto, ven con buenos ojos la gracia, ya que consideran que es una de las mejoras más importantes que ha ganado la lidia con el paso del tiempo.

El indulto de los toros siempre estuvo presente en el toreo. Era un premio inusual y excepcional. Llenas están las bibliotecas y hemerotecas de lances de animales que por su fiereza, la bravura indómita de antaño, se ganaron el perdón de la vida. Una indulgencia, ya ha quedado dicho, extraña y rara en las plazas de toros.

En el reglamento nacional de 1962, un buen reglamento que sería aplicable a día de hoy con muy pocas modificaciones, no se contemplaba tal gracia. No es hasta la entrada en vigor del Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero, cuando el indulto de los toros no se contempla en la legislación a aplicar. Dicha gracia se mantuvo en el reglamento posterior de 1996, así como en los elaborados para aplicar en cada comunidad autónoma, que tienen la competencia en los espectáculos taurinos.

El indulto siempre viene aparejado de cierta polémica. El del pasado domingo en Cabra, como era lógico, también. Mucho se ha escrito, y lo queda, de lo acontecido en el centenario coso egabrense. Las redes sociales, cada vez con más peso en nuestro día a día, han servido para que cada usuario mostrase su opinión. La polémica, como siempre, está servida. Unos dicen que sí, y otros que no. Los dos bandos se repiten. ¿Pero se ajustó ese indulto a la legislación vigente?

La respuesta es afirmativa. Aunque es obvio que haya que hacer algunas puntualizaciones aclaratorias. El indulto en el Reglamento Taurino de Andalucía se contempla en el artículo 60, que recoge que “en las plazas de toros permanentes, exclusivamente en corridas de toros o novilladas con picadores y al objeto de preservar la raza y casta de las reses, cuando una res por sus características zootécnicas y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia sin excepción y, especialmente, en la suerte de varas, sea merecedora del indulto, podrá concederlo la Presidencia del espectáculo, de manera excepcional”.

Con el reglamento en la mano se cumplieron varios requisitos. En primer lugar la plaza de toros de Cabra es un recinto permanente y el festejo donde se produjo el indulto fue en una corrida de toros. También hay que hacer constar que el animal indultado tenía una presentación un punto superior a la categoría de la plaza. Su comportamiento fue siempre a más, un animal con una duración superior a la media de las reses que se suelen lidiar a diario. En la suerte de varas, es cierto que acudió al relance y se repuchó cuando sintió la puya, si bien luego empujó al caballo con humillación, sin dolerse al castigo. Tal vez al caer la puya primeramente, en el llamado pico de la paletilla, zona plagada de ramificaciones nerviosas, más difíciles al bloqueo del dolor por parte del toro, éste se doliese, pero cuando el piquero rectificó y picó en la zona aconsejada, el toro cambió totalmente de actitud.

Luego el animal fue un dechado de virtudes. Lo tuvo todo. Humillación, repetición, prontitud, transmisión, remate y sobre todo fijeza. Aguantó una faena exigente; tanto es así que, de forma espontánea, algunos espectadores comenzaron a pedir la vida del animal. Finito de Córdoba continuó la faena y la petición fue creciendo de forma mayoritaria, por lo que se cumplió con otro de los requisitos previstos en el reglamento, como es que “sea solicitado mayoritariamente por el público”.

Entonces fue cuando otro de los requisitos previstos, como es la “solicitud del diestro a quien haya correspondo la lidia de la res”, se hizo presente, ya que Finito hizo señas a la presidencia de las bondades y cualidades del toro. El ganadero, presente en el festejo, mostró su conformidad, como se pudo contemplar en la retransmisión de la corrida por televisión, por lo que el indulto se ajustó totalmente a ley.

Tal vez sobró la gestualidad del presidente, que si bien desde el inicio del festejo hizo notar un protagonismo excesivo, a la postre cumplió con el reglamento, ya que fue contando el tiempo de la faena, con los avisos preceptivos, antes de sacar el pañuelo naranja al antepalco. Un presidente debe de aplicar el reglamento y pasar desapercibido para el público y para los actuantes. Quizás el usía, llevado por un celo excesivo en su cometido, o tal vez por su propio ego, cometió el error de tomar un protagonismo inusual para la categoría de la plaza.

Luego queda la sensibilidad capaz de apreciar la plástica y la estética que se pudo contemplar en el ruedo. Una plástica que no precisa de leyes, ni tampoco de reglamentos, ya que el arte del toreo no lo necesita cuando fluye de forma rotunda, como lo hizo el pasado domingo en Cabra, donde Finito de Córdoba y el toro Soplón, de la ganadería de Fuente Ymbro, cincelaron una conjunción que permanecerá en la memoria de la historia de la plaza de toros de Cabra, así como en la retina de todos los que tuvieron la suerte de verla.

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