El poeta que fue condenado a no pronunciar palabra alguna

Cordobeses en la historia

Abú Úmar Yusuf Ibn Harun al-Ramadí creció ajeno a las maestras de los harenes y las madrazas de los sabios de la época , fue panegirista del caudillo Almanzor y llevó la moaxaja de Cabra a Zaragoza

El poeta que fue condenado a		 no pronunciar palabra alguna
El poeta que fue condenado a no pronunciar palabra alguna

09 de mayo 2010 - 01:00

REINABAN Abderramán III y las artes y las ciencias en la corte de Córdoba. La ciudad emanaba esplendor, y sus gentes, instruidas o iletradas, dominaban la palabra con tal maestría que los literatos y poetas salían a los zocos y arrabales para beber del verbo que, a modo de trova, solía servir de entretenimiento a artesanos y campesinos.

En uno de aquellos barrios humildes nació el poeta Abú Úmar Yusuf Ibn Harun al-Ramadí, posiblemente en el 917. No se tienen noticias de su formación, ni de cómo llegó a ser considerado en la cohorte de escritores y poetas oficiales de la Administración de Alhaken II; quedando por su obra como uno de los más destacados autores de moaxajas. A decir de Emilio García Gómez, fue "uno de los más influyentes en la evolución de la lírica arábigo andaluza en más de un sentido".

Con la llegada de Almanzor, se convirtió en su panegirista y poeta cortesano, a quien menciona Ibn Hazm en uno de los capítulos de El collar de la paloma. Tiene como escenarios la Puerta de los Drogueros, la del Puente, la del Arrabal y el cementerio de los Omeyas: "El poeta Yusuf Ibn Harun, más conocido por al-Ramadí", encontró a una muchacha que "se apoderó de las entretelas de mi corazón y cuyo amor se filtró por todos los miembros de mi cuerpo". La siguió por los lugares descritos y sólo pudo conocer su nombre, Jalwa (Soledad). La joven le citó cada viernes a la misma hora y lugar del encuentro, pero ni ella volvió jamás ni él dejó de esperarla cada semana. Tras un "viaje que por su causa hizo a Zaragoza -prosigue Ibn Hazm- , consiguió tener noticias suyas; pero es una historia muy larga".

Jalwa le inspiró durante años. También las flores, fruto quizá de su condición de poeta a las órdenes de Almanzor; autor de la quema de una buena parte de los libros de Alhaken II. Escribir para él no debió ser tarea fácil. Quizá por eso el poeta hizo de las flores, los jardines y las almunias, sus temas favoritos. Aún así, en el 978 se vio envuelto en una conspiración para asesinar al califa-florero Hixem II, urdida por un oficial esclavo y el eunuco Djaudhar, con objeto de alzar al trono a otro omeya que no estuviera dominado por Almanzor. Pero fueron descubiertos, juzgados, condenados a muerte y enviados a prisión: "Nos hicieron marchar a Zhara como reos de alta traición. Yo iba en medio de una multitud de literatos y Djaudhar llevaba los vestidos de gala desgarrados", reseña Dozy.

Su prestigio, su condición y la presión de sus colegas, lograron la conmutación de la pena por el mutismo perpetuo para él y hacia él. Así, "erraba en adelante como un muerto" por entre las gentes de Córdoba, y con el nombre de "el muerto" empezó a conocérsele. Tomó la misma determinación que Ibn Hazm y escapó de Córdoba, "emprendiendo el vuelo" hasta la ciudad del Ebro, en torno a 972. A él se debe la difusión de la poesía cordobesa en aquella provincia del Califato, así como la introducción de los usos y estilos literarios cordobeses en Zaragoza.

Perdonado por Almanzor, regresó a Córdoba y se instaló en al-Zahira. A partir de entonces participó en campañas bélicas, sin abandonar la literatura, y se aficionó, aún más, a las tabernas y las zambras.

En 985 formó parte de las tropas que participaron en la campaña de Barcelona y se enamoró apasionadamente de un mozárabe que desterró a Jalwa de su creación. Entra así en otra etapa de pasión, común a otros poetas masculinos andalusíes, amantes de sus reyes, como Almutamid (último Rey de Andalucía) con el poeta Ibn Ammar. Esclavo rasurado de al-Ramadí dice así: "Rasuraron su cabeza para engalanarlo de fealdad,/por celos y miedo a su hermosura./Si antes de rasurado era la noche,/ahora han borrado esa noche y han dejado la aurora". Con las composiciones dedicadas al joven, "aportó una curiosa información a la posteridad sobre los usos y costumbres de los mozárabes de aquella época", dice Galindo Aguilar.

Con la desaparición de Almanzor y de la paz, volvió a marcharse. Apareció, ahora referenciado por Henri Pérès, "a fines del siglo X o muy a comienzos del XI" en Portugal, entonces territorio andaluz, con el gobernador de Santarém. Era habitual que los poetas anunciaran sus visitas y los alojasen con acomodo. Pero en este caso "el funcionario encargado de hacerlo, por inadvertencia o negligencia, le asignó una sórdida habitación". Al-Ramadí, indignado, le envió unas composiciones que transcribe Pérès: "Un huésped llegado junto a ti, a quien has dicho 'ahlan wa sahlan' (bien venido), tiene que regocijarse con creces de la vergonzosa recepción que le han hecho: tiene por toda ropa de cama una esterilla de las de 'musalla0 (orar)". El error fue subsanado inmediatamente y el gobernador le respondió, también en verso, pidiéndole perdón y rogándole aceptara a una de sus esclavas como presente.

Ahí se pierde su rastro definitivamente. Algunos historiadores dicen que murió en 1012. El escritor y biógrafo de Al-Ramadí, García Gómez, señala el aó 1022, mientras Galindo Aguilar concluye: "Murió en la miseria física y moral un día de San Juan de 1013".

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