Museo Arqueológico de Córdoba: Encuentro de Culturas

La pila de al-Rummaniyya

La pila de al-Rummaniyya.

La pila de al-Rummaniyya. / Museo Arqueológico

El Museo Arqueológico de Córdoba es una puerta abierta para conocer el pasado de nuestra ciudad, y las diferentes culturas de aquellas personas que antaño ocuparon este solar. Su visita se puede abordar desde muy distintos puntos de vista prestando atención a distintos objetos que nos pueden resultar más atractivos: la delicadeza con que están decoradas algunas cerámicas neolíticas, las variedad de armas que conforman el armamento de un guerrero ibérico, la grandiosidad de las esculturas romanas, los ladrillos de barro decorado de las primitivas iglesias visigodas o los intricados motivos geométricos que decoran capiteles y celosías andalusíes.

También se pueden realizar visitas temáticas centrándonos en un aspecto concreto: las distintas religiones, los distintos ajuares y útiles encontrados en las viviendas o la explotación de los recursos naturales, como por ejemplo la captación y uso del agua. Un elemento imprescindible para el ser humano y que tanto se echa de menos en períodos de escasez como el que estamos viviendo ahora y que ha sido utilizado con fines muy diversos a lo largo de la historia.

Si nos centramos en el periodo andalusí, una de las etapas en las que Córdoba alcanza su máximo esplendor y desarrollo, podemos apreciar la importancia que para esta cultura tiene el agua, la diversidad de usos y como todas ellas se encuentran representadas en el museo.

Hay piezas que nos hablan de importantes obras hidráulicas como consta en una de las inscripciones, también cerámicas de variadas formas y técnicas decorativas que se utilizaban para almacenar, servir o consumir este preciado líquido. En la religión ocupa un papel destacado por la necesidad de realizar abluciones antes de los preceptivos rezos. Es indispensable en la higiene, función para la que estaría destinada la alcolla de cerámica decorada con la técnica de la cuerda seca total.

Y también para adorno y disfrute en jardines que rodeaban almunias y casas palaciegas como es el caso del surtidor de fuente en forma de cervatillo y la pieza que ahora nos ocupa: la pila de al-Rummaniyya.

Esta pila, realizada en mármol blanco, es de forma rectangular con unas medidas de 98 centímetros de largo, 71 cm de ancho y 28,5 centímetros de altura. Sus paredes son rectas y el fondo liso con un orificio circular para la salida de aguas.

Lo más destacado es la profusa decoración que presenta a base de elementos vegetales y zoomorfos. De la parte inferior de sus paredes nacen hojas de acanto lisas. Entre ellas tallos unidos desde los que se desarrollan nuevas hojas que se abren hacia los laterales y doblan sus extremos en forma de espiral, sensación que se acentúa por el trabajo rizado que presentan.

Cabezas de dos tipos de animales alternan entre la decoración vegetal: unas identificadas con leones y las otras con cabras, gacelas o íbices. Por último, las cuatro esquinas se rematan con cabezas de íbice.

Los leones aparecen representados con frecuencia en el período andalusí, los encontramos en cerámicas de verde y manganeso. También en elementos arquitectónicos, como la voluta de capitel procedente de este mismo yacimiento, en figuras exentas de bulto redondo o incluso decorando pequeños objetos de uso cotidiano como el peine de marfil procedente de Cercadilla. La figura de este felino siempre se ha relacionado con el poder.

Detalle de la pila. Detalle de la pila.

Detalle de la pila. / El Día

El íbice es menos común. Algunos animales parecidos, como la gacela se encuentra en algunas fragmentos de cerámica decorada en verde en manganeso procedentes de los arrabales occidentales de la ciudad o en el propio peine de Cercadilla ya citado.

Antes de que unas obras acometidas en 1926 sacaran a la luz esta pila, el insigne arquitecto Velázquez Bosco había realizado entre 1911-1912 una intervención arqueológica en lo que hoy es Madinat al-Zahra y en terrenos que se encontraban más al Oeste. Allí se localizaron los cimientos de varias estructuras y una gran alberca. En un primer momento esas edificaciones fueron identificadas como pertenecientes a la Munyat al-Amiriya.

Este nombre es el que perduró en el tiempo hasta que nuevas investigaciones y análisis de las fuentes escritas de la época realizadas por el gran arabista Ocaña Jiménez, corrigieron esta identificación con la almunia del al-Rummaniyya

Esta almunia pertenecía a un fatá y jalifa eslavo llamado al-Durri que estuvo al servicio del califa al-Hakam II (961-976). Bajo su reinado llegó a ostentar cargos importantes, visir y tesorero y adquirió una gran fortuna, parte de la cual invirtió en la construcción y adecuación de una almunia que recibió el nombre de Rummaniyya: la de las granadas. En mayo del año 973, al-Durri le regala esta almunia al califa al-Hakam II.

Estas almunias, además de ser explotaciones agrícolas, también contaban con residencias temporales para sus propietarios y junto a las casas se desarrollarían jardines y patios en los que fuentes y pilas servirían para refrescar y relajar el ambiente, función que cumpliría la pieza que aquí hemos presentado y también otras similares conservadas en el museo cordobés.

De algunas sólo conservamos fragmentos, pero hay dos completas. Una procede también de al-Rummaniyya y presenta una decoración similar, utilizando los mismos motivos vegetales y zoomorfos. Tiene forma de artesa y es mucho más reducida.

Otra procede de Madinat al-Zahra, también con forma de artesa, tiene la particularidad de estar decorada con una inscripciónen cúfico en el borde que no ha podido ser leída por completo: " Soy morada, mansión y asilo del agua, aposento del Señorío. No convengo más que a magnates y al varón cargado de gloria. No me placen otras aguas...".

En estos jardines, el agua siempre debía de ocupar un lugar importante. Testigos de esta presencia son no sólo las pilas y fuentes, también las albercas, las acequias... Para algunos investigadores, los jardines estarían identificados con el paraíso.

Lugar de disfrute y de inspiración de poetas, son muchos los que describen estos parajes y añoran su estancia en ellos , sirva como muestra este poema del poeta Ibn Jafaya (1058-1138):

"Oh gente de al-Andalus, dichosos sois / Agua, sombras, ríos y árboles / El paraíso de la eternidad no está más que en vuestra patria. / Si yo escogiera, por este optaría".

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