Yo tengo una pena oculta
Desamores y otras pequeñas reflexiones | Crítica de teatro
La ficha
**** Desamores y otras pequeñas reflexiones. Reparto: Alejandro Villanueva, Gonzalo Astiaso y Candela Holgado. Texto y dirección: Candela Holgado. Fecha: viernes, 2 mayo. Lugar: Teatro Góngora. Media entrada.
Nada más estimulante que acudir a una galería y sentarse frente un cuadro contemporáneo, de esos que estrujan neuronas a la mayoría neófita en lo referente al arte de vanguardia que intenta encontrarle sentido, mientras hablas con el mejor amigo de siempre sobre la ruptura con tu novia. Lucas tenía muy claro que era el mejor lugar para hablar de Marta y por eso fue a la galería donde trabaja Dani. Desamores y otras pequeñas reflexiones empieza sobre la escena.
La historia original de Candela Holgado, la cual también dirige e interpreta, invita a reflexionar sobre el significado del amor romántico y cómo el tiempo trasforma este sentimiento, a veces evolucionando y otras degradándose. Será el desamor el que tome las riendas desplegando un cúmulo de situaciones familiares para el público y el trío de personajes interpretará en un ejercicio de metateatro que favorece la comedia.
Cuando se habla de un tema tan común y cercano a nuestra experiencia vital no es necesario precisar de grandes artificios escenográficos. Un banco, varios marcos colgados al fondo e iluminación para diferenciar espacios y tiempos son apoyo suficiente a la acción que cada intérprete desarrolla de forma brillante.
Candela Holgado divierte con su mujer abandonada que navega por aguas tristes intentando salir a flote con todo lo que pilla a mano mientras encuentra significado a la palabra empoderamiento. Alejandro Villanueva rebosa de frescura regalando un Lucas asqueado de lo que hay alrededor y necesitado de ubicarse el mundo. Gonzalo Astiaso convence con su papel de “el que está en medio” y busca la oportunidad de arrimarse sin saber del todo a quien. El juego que despliegan durante noventa minutos mereció el extenso aplauso que el público dedicó al finalizar la obra en el Teatro Góngora.
“Quien yo quiero no me quiere, quien me quiere no me gusta…”. Así lo resumió Rafa Serna y tarareamos su estribillo. Eterno dilema, tan incomprensible como inútil y con el que tropezamos más de una vez en la vida. Quizá la ausencia de amor sea necesaria para apreciarlo en realidad. Quien lo tenga, que lo cuide.
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