Los patios con más solera
Algunas de las casas que albergan los recintos que se presentan al concurso tienen más de seis siglos de historia
En 1977, Ana de Austria presentó su patio, ubicado en el número 22 de la calle San Basilio, por primera vez al concurso. Y lo hizo sin tiestos "porque no nos dio tiempo". En su lugar, colocó las plantas en "las latas de chóped de dos kilos que me regalaban", recordó ayer. Pero en esas latas, Ana de Austria también ponía todo su esmero y cuidado y las pintaba de verde, el mismo color que ahora lucen las más de 600 macetas que pueblan su patio.
El patio de esta mujer es uno de los más antiguos que se presentan al certamen y en todo este tiempo ha ganado en tres ocasiones el segundo premio y varios accésit; todas estas distinciones las guarda en una de las habitaciones de su casa, que según reza en la puerta de entrada es de 1898. Mientras se celebra el concurso, tanto Ana como su marido, Francisco Leiva, reciben a todos los turistas en la entrada con una sonrisa, responden sin problemas a las preguntas que les hacen y agradecen todas las felicitaciones que reciben.
Leiva fue uno de los creadores de la asociación de vecinos de San Basilio, allá por 1977, y recuerda que en aquella ocasión desde el barrio "presentamos una decena de patios". "Las ayudas que nos daban eran 25.000 pesetas de las antiguas", esto es, unos 150 euros actuales, apunta. Por su constante participación en el concurso de patios, el jurado concedió a este matrimonio de San Basilio un premio especial en 1988.
Después de todo este tiempo, Leiva considera que el certamen y el público que llega a su casa durante el mes de mayo "ha cambiado mucho", en todo caso, mucho menos que el patio. "Lo único que hemos cambiado es la parte de la entrada que era de piedra y ahora está enlosada", detalla.
A pocos metros de la casa de Ana de Austria y Francisco Leiva se encuentra la de Dolores Jurado, en el número 14 de la calle San Basilio. "Esta casa puede tener más de 500 años", sostiene Enriqueta Maya, suegra de Dolores Jurado. También ella se atribuye el honor de vivir en el primer patio de San Basilio, porque "aquí antes no había viviendas, esto eran las cuadras de los Reyes Católicos", sostiene. Geranios, gitanillas, azaleas, petunias, pendientes de la reina o begonias pueblan las paredes de esta casa de San Basilio, inundada a todas horas por turistas, tanto nacionales como extranjeros. A estos últimos, a Enriqueta le cuesta entenderlos cuando le hacen algún comentario, pero "por señas acabamos entendiéndonos", asegura. La mujer incide orgullosa en la calidad de su patio y en cada uno de sus detalles, como los arcos "que son los más antiguos que hay" de San Basilio. "Yo me he criado aquí y he pasado toda la vida; por eso, es una responsabilidad cuidar el patio", reflexiona sentada en una silla de enea. Al tiempo añade que a pesar de la avalancha de turistas de los próximos días "es un orgullo que la gente venga sólo a ver tu casa".
Rosario Cantillo no tiene aún muy claro el año concreto en el que se construyó su casa, pero sostiene que es del siglo XVI. Ubicada en el número 6 de la calle Parras, la vivienda atesora en su interior otro de los patios con más solera de la capital. La tía de Rosario Cantillo presentó este espacio a concurso en 1954 "cuando el alcalde era Antonio Cruz Conde", destaca. Durante algunos años su familia no participó en el certamen y lo volvió a hacer en 1969, aunque de manera ininterrumpida hasta que Cantillo recogió el testigo en 2001 y, desde entonces se presenta al concurso porque "merece la pena". Cuando tira de recuerdos, reconoce que "antes no era lo mismo porque no había tanto turismo, aunque ahora hay mejor ambiente". Su patio cumple con todos los requisitos de la categoría de arquitectura antigua, con su suelo de "piedras antiguas, las galerías y los techos artesonados y el pozo justo en medio" y está presidido por una inmensa esparraguera celestina, describe.
"Fuimos al catastro y nos dijeron que esta casa ya estaba en 1800", apunta Ana Muñoz, propietaria del patio del número 9 de la calle Tinte, otro de los clásicos por excelencia del concurso, al que se presenta desde 1975 "y sin interrupciones porque al final siempre te entra el gusanillo". La familia de Muñoz también tuvo que recurrir al principio a las latas de embutido para mostrar sus plantas, es más, Muñoz aún tiene una "fresa plantada en una olla pintada de verde", confiesa. Su pasión por el mundo de las flores se la inculcó su abuela "desde bien pequeña y yo plantaba todo lo que pillaba", incide. En estos 35 años, su casa y su patio apenas han cambiado de aspecto, tan solo "pusimos unas losas en el suelo del patio, que son feas, pero era lo más parecido a las piedras antiguas que había antes". Ana reconoce que no sabe quién va a recoger el testigo.
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