La tele más Real del año
La nuera del rey poeta que habita en la leyenda
Cordobeses en la historia
Zaida Ben Tahir llegó de Levante, se instaló en el Alcázar Califal, vivió la tragedia en Almodóvar, regaló un heredero a la corte de Castilla y fue enterrada junto a los restos del rey Alfonso VI.
EN el año 1063 de los cristianos, el reino murciano estaba gobernado por Ben Tahir, padre de la princesa Zaida, nacida en esa fecha y en aquel lugar, por donde anduvo el poeta Ibn-Ammar, hombre de confianza de Almutamid que moriría a manos del monarca por ofender en un poema a su amada Romaiquia. Aquella princesa, por la que corría la sangre del máximo gobernante de Denia y Lérida, acabó casándose con Fath al-Mamun, hijo del rey de Sevilla. Poco más se sabe de los orígenes de la levantina, salvo que su vida coincide con la del emir almorávide Yusuf, el último en cruzar las antiguas Columnas de Hércules, desde África, el 30 de junio del año 1090.
En Córdoba, el hijo del último rey de Andalucía presidía las cenizas del Califato desmembrado en astillas o taifas. Hasta sus murallas llegaron noticias del avance de Yusuf un fatídico mes de marzo de 1091, y como ya hiciera Aurora con los tesoros de Madinat al-Zahira, cuando sintió tambalearse su poder frente a Almanzor, la joven sultana huyó a la fortaleza de Almodóvar del Río, llevándose con ella las últimas posesiones reales.
A mediados de marzo de ese año, Alfonso VI el Bravo intentó inútilmente alcanzar las lindes de Córdoba. Amigo y aliado de Almutamid, parece probable que Fath al-Mamun le encomendara al cristiano tanto a su esposa cuanto sus bienes al verse asediado el 26 de marzo de 1091, día en que los almorávides entraron en la ciudad, según Dozy, sin que le opusieran resistencia: "Fath intentó entonces abrirse camino con su espada a través de los enemigos y de los traidores", y su cabeza fue paseada por Córdoba sobre la punta de una lanza.
Al día siguiente los almorávides llegaron hasta Almodóvar; pero Zaida había huido, al parecer a la ciudad de Toledo, con una carta de recomendación de su suegro, Almutamid, para ponerse al servicio de Alfonso VI, incluidas sus posesiones. Coincide con la segunda esposa del cristiano, Constanza de Borgoña, después de haber enviudado de Inés. Y aunque algunos cronistas consideran a Zaida su tercera mujer, parece más cierto que tras morir Constanza en 1093 (dos años después de la caída de Córdoba), el Bravo contrajo matrimonio con Berta, por lo que Zaida debió ser su cuarta esposa, luego de haber sido su concubina, aún después de nacer el hijo de ambos, Sancho Alfónsez, en el mismo año de la muerte de Constanza.
No cuadran las fechas, si consideramos las fuentes que aseguran que Zaida murió al dar a luz a su primer y único hijo; si bien encajan con otros datos como la llegada de dos niñas más, Elvira y Sancha, la última nacida en el año del fallecimiento de la madre. Lo que sí parece claro es que el niño heredó la bravura del regio cristiano, pues murió en la batalla de Uclés siendo apenas un chiquillo y antes de cumplir los 15 años. Era el único heredero de Alfonso VI, llamado a reinar en León, Castilla y Galicia. Según la Literatura, que no la Historia, el hijo del "cristiano y la mora" falleció con sólo 10 años defendido por el Conde García Ordóñez, a quien la pérdida le partió el corazón. Igual que al Rey, que feneció apenas un año después.
Al niño lo enterraron en San Benito (Sahagún), lugar mítico para los leoneses y amantes de su genealogía, como rezan los anales de la Real Academia de la Historia firmados por el Conde de Cedillo en 1909 (Biblioteca Virtual Cervantes). En ellos, el académico de la Real de San Fernando, Fernández Núñez, escribe que los restos mortales del monarca Alfonso VI fueron hallados en aquel monasterio junto a "los de sus cuatro esposas, Doña Inés, Doña Constanza, Doña Berta ó Alberta y Doña Isabel ó Zaida" (sic), consolidando la tesis de la condición de cuarta esposa.
El mismo planteamiento defiende un interesantísimo artículo de Julio Porres, que recoge a su vez una traducción de Fernández Valverde de la obra de Sancho de Nebrija (1545), en la que asegura que, tras morir las tres esposas, el Rey contrajo matrimonio con "Ceyda", después de adoptar ella un nombre cristiano: "Ésta, que había oído de las grandes hazañas de Alfonso, aunque no lo conocía en persona se enamoró perdidamente, hasta el extremo de abrazar la fe cristiana…".
Volviendo al académico Fernández Núñez, dice aportar datos ilustrados fotográficamente de la inscripción que certifica el enterramiento en "una caja, groseramente hecha, de madera sin labrar", que sirve de cubierta a una segunda de madera de chopo. Tras una descripción de los huesos encontrados, habla de otra "caja" que contiene los restos de las reinas. Y da noticia también de que el cuerpo de Zaida, como el de sus compañeras y el del monarca, anduvo oculto en algún lugar ignoto. Pero para las gentes de Almodóvar, Zaida nunca partió del castillo que asoma sobre el encaje blanco del pueblo. Dicen que no tuvo más amor que el hijo del último rey andaluz, muerto a la vez que el esplendor de Córdoba. Y dicen también que vaga por entre las almenas y los oscuros pasadizos de aquella fortaleza, y que la ven y la sienten en torno a la fecha fatídica del 26 de marzo de 1091; el día en que los almorávides arrasaron esta ciudad y murió la princesa Wallada, y el príncipe Fath al-Mamun, y toda esperanza de "volver a ser lo que fuimos", segúnBlas Infante.
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