Una noche en vela por el agua

En la barriada periférica de Alcolea y junto al Aeropuerto, los vecinos pasan en vilo la madrugada por el miedo y la preocupación por que el río cause más destrozos

Los vecinos afectados en Alcolea intentan llegar a sus casa para recuperar algunos enseres.
Los vecinos afectados en Alcolea intentan llegar a sus casa para recuperar algunos enseres.

Toda la noche en vela. Los vecinos de la barriada periférica de Alcolea no pudieron pegar un solo ojo pendientes de cómo subía el nivel del agua y llegaba a sus casas. Una treintena de familias ya habían sido desalojadas y habían abandonado sus viviendas "con lo puesto", como relataba ayer Mari Carmen Castillo, una de las vecinas afectadas. "Cuando nos avisaron no nos dio tiempo de nada. El agua comenzó a subir y a entrar en las casas", recordó. "Hemos pasado la noche en la calle, a pesar de que nos podíamos haber ido al centro cívico, pero no tenía ánimos, prefería estar pendiente de mi casa".

En la mañana de ayer, tocaba evaluar los daños e intentar llegar a las viviendas para recuperar lo salvable. La calle La Barca, la más afectada, adquirió más sentido que nunca, pues éste fue el medio de transporte utilizado por los vecinos. Una barquilla comunicaba a los afectados que intentaban sacar agua de sus casas y coger algo de ropa, aprovechando la tregua del tiempo y esperando lo peor ante posibles crecidas.

Rafi fue una de las vecinas que intentó llegar con el coche. Enferma y con problemas de movilidad, recibió el aviso de la Policía Local de lo peligroso de su intención y, finalmente, tuvo que desistir. Antonio Perea descansaba también tras sufrir una noche "para olvidar". Hace poco que ha padecido un infarto y la pasada madrugada fue muy complicada para él y su mujer, Ana: "Esto ha sido un palo muy grande", lamentó. Las familias se afanaban en achicar agua y prepararse para lo peor. Muchos de ellos no pudieron ir a trabajar y la guardería de la barriada periférica permaneció cerrada ante el peligro de la crecida. "Nos han dicho que esto puede ir a más y ya no sabemos qué hacer", apuntó Ana López, otra de las desalojadas. "Salí con lo puesto; menos mal que mi hija vive aquí y pude pasar la noche con ella", dijo.

En el oeste del término municipal, también se precipitaron los desalojos y los nervios. En la Altea y Fontanar de Quintos, se vivieron los peores momentos. "Acaban de cortarnos la luz sin avisar", se quejó Ramón López, uno de los pocos residentes de la calle Buganvilla que a mediodía seguía atrincherado en su vivienda. Allí vive con su mujer, Araceli Ocaña, desde hace más de diez años: "Me enteré de lo que pasaba porque me llamaron unos amigos de Rota para decirme que habían visto las inundaciones por televisión. Aquí no ha venido nadie para avisar", se quejó la mujer.

En Encinarejo, algunos vecinos observaron desde la lejanía cómo el agua corría entre sus viviendas. A la familia de Antonio Rafael Torrico le comunicaron el desalojo a las 09:30 del martes. "Intentamos salvar los muebles y los animales, y luego ayudamos a trasladar las reses de la vaquería", dijo el joven, residente del camino de los Caleros, donde desemboca la carretera del Soto.

La crecida del Guadalquivir dejó su vivienda y la de otras 21 familias completamente incomunicadas en Encinarejo, al otro lado del cauce del río. El agua consumió campos de cultivo y árboles frutales, un espectáculo que no quisieron perderse multitud de curiosos con cámaras de fotos y vídeocámaras. "No veo algo así desde los años 60", dijo un octogenario de Villarrubia.

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