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Sancha Carrillo nace en Córdoba en 1512, hija Luis Fernández de Córdova y Luisa de Aguilar, sextos Marqueses de Guadalcázar. Con 18 años, por su gran belleza, fue llamada a la corte como dama de la reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos V. El historiador cordobés Martín Roa J.S. al escribir su biografía la describió como "la flor de la nobleza, hermosura de Andalucía, espejo clarísimo de toda virtud, semblante alegre y mirar suave, hablar dulce y gallardo brío". Pero en esos días de preparación del ajuar propio de una dama de la corte, acudió a la ciudad de Écija (Sevilla), donde entonces vivían sus padres, el apóstol de Andalucía Juan de Ávila, al que seguía un hermano suyo, Pedro de Córdova, sacerdote de ejemplar vida y costumbres, y le recomienda que antes de su partida confiese con él.
Llegó a la iglesia de Santa María, ataviada ricamente y acompañada de sus criados. El Maestro Ávila, tras escuchar su confesión, le recriminó el mal uso que hacía de su linaje y casa, de su belleza y sus vestiduras profanas. "La vida es un dudoso bien y fugitivo", le dijo. Sus palabras hicieron mella en ella, volvió a su casa y reconociendo la vanidad de su vida, halló refugio en Cristo. Con el firme propósito de servirle toda la vida, se desprendió de sus galas, cortó su pelo y se cubrió con sayas.
Sus padres, desconcertados, prepararon dos aposentos con patio, capilla y oratorio, no consintiendo criada, ni dueña de compañía. Se alejó del mundo y de los suyos, entrando en comunión con Cristo, entregándose a la oración y la penitencia. Hizo voto de castidad perpetua, dormía sobre corcho, por camisa llevaba un cilicio sobre una túnica basta. Bebía sólo el agua de lluvia que recogía en una tinaja en el patio y salía de aquellas dependencias humildes cuando acudía a la iglesia.
Conforme al pacto hecho con su confesor el dominico Fray Lorenzo, éste se le presenta una vez fallecido y la exhorta a buscar a Jesús. Comprobado por su hermano Pedro que realmente había muerto, mayor fue su fervor.
Tuvo varias apariciones de Cristo, una de ellas con la Cruz a cuestas, una noche de Jueves Santo velando al Santísimo sacramento, en la iglesia de la Santa Cruz. Pidió que le hiciera sentir el dolor de la mano clavada en la Cruz, cayó enajenada de los sentidos y presentó durante ocho días sangrado, dolor e inflamación en la mano, dando lugar a la Hermandad y a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno Abrazado a la Cruz, que se venera en dicha iglesia.
De todas estas visiones eran participes su confesor y su hermano Pedro, igualmente tenía devoción por el Santo Ángel de la Guarda y por las ánimas benditas. Gozó de la visión de la Virgen, que la sana de una enfermedad. Predijo la muerte de su abuelo Pedro de Córdoba tres días antes de que aconteciese. Gracias a sus oraciones, se termina una larga sequía que padecía la comarca ecijana.
Confesó a su hermano que un fraile conocido por ambos le comunicó que el señor le había mostrado el día de su muerte. Señaló Pedro en un libro año, mes, día que le había sido referido, lo guardaron en una caja y llegado el día de su muerte se abrió y convenció a su padre de esta y otras verdades que había oído a su hija y antes no había creído.
Sancha Carrillo murió en Guadalcázar el 13 de agosto de 1537 a los 24 años tras una larga enfermedad, sobrevenida por sus largas abstinencias en el comer, sus terribles penitencias y sobre todo por haberse introducido una noche de crudo invierno en las aguas de la tinaja que tenía en el patio, acto que realizaba a menudo para así vencer cualquier tentación mundana, alcanzando grandes virtudes de santidad .
Era tanta la fe que tenía de la gloria de Dios, que le pidió que a su muerte le concediera el ser arrastrada como martirio. Tuvo la revelación que lo sería, pero después de muerta, se lo comunicó a su confesor y a su hermano, que serían testigos de su cumplimiento. Tenían los señores de Guadalcázar un enterramiento en el Monasterio de San Francisco en Córdoba. Tras depositarla en la caja y cerrarla, le transportaron en litera precedida de la Cruz y rodeada del padre maestro Juan de Ávila, su hermano Pedro, familia , criados y deudos a caballo. Se encaminaron hacia Córdoba, llegando a la una de la noche, pero pasado el puente, en el Triunfo, la acémilas que la portaban emprendieron una carrera sin fin por el portillo de los calceteros hasta parar en el compás de San Francisco. En esta alocada carrera se había desprendido la caja, quedando colgada por los pies y la cabeza de Doña Sancha fue arrastrada todo el camino. Ya en la puerta, se pudo ver el cabeza fuera, sonrosado el rostro, sudada la frente y una sonrisa en los labios, sin que el resto del cuerpo hubiera sufrido ningún daño. Dando fe de la maravilla, el padre Fray Bartolomé de la Puebla, guardián del convento, refirió que salía del sepulcro un olor suavísimo celestial.
De la vida de esta piadosa dama se ha ocupado y han dejado escritos Fray Luis de Granada, San Juan de Ávila y el padre jesuita Martín de Roa. Desde 2008 cuenta Écija con una calle dedicada a esta noble dama.
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