La familia de María Angustia Hurtado y Juan Antonio Ramírez recibió a Ahmetu por segunda vez este año; solo habían pasado dos semanas de su cumpleaños número 11, así que le hicieron una fiesta para celebrarlo. Ahmetu les llama “mamá” y “papá” y “hermanos” a los dos hijos mayores de este matrimonio cordobés y se siente parte de su familia.
Esta, además, no es la segunda vez que se ven, pues María y Juan han estado en el Sáhara, específicamente en el campamento El Aaiún, donde vive Ahmetu con toda su familia. En el campamento no hay servicios básicos, duermen en alfombras, la educación es precaria y no pueden salir demasiado lejos sin autorización. “Es una prisión sin barrotes”, describe Hurtado.
Sin embargo, ella prefiere quedarse con la solidaridad del pueblo saharaui al recibirlos. “Al tercer día nos hicieron una fiesta de bienvenida, prepararon carne de cabra para comer y compartieron con todos los vecinos del campamento”, recuerda.

Ahmetu y su familia cordobesa.
“Ellos no tienen nada y aun así dan todo de lo poco que tienen”, dice la mujer mientras intenta contener las lágrimas. “El corazón de Ahmetu es noble. Desde hace días me ha dicho que extraña mucho a su familia del Sáhara, y sé que es así”, expresa.
La familia Ramírez Hurtado volverá al Sáhara en enero; han creado una relación estrecha con los parientes de Ahmetu, a quienes ayudan durante todo el año comprando alimentos a través de internet.
Todas las familias coinciden y no tienen dudas en que la mejor parte se la llevan ellos al poder pasar este mes y medio con los niños, quienes han aprendido español, visitado playas y ciudades de Andalucía y ahora se van, entre felices y nostálgicos, a reencontrarse con sus familias y amigos de los distintos campamentos.
La familia de Antonia Almarza, incluidos su marido, sus tres hijos y dos nietas, se reunieron durante toda la estancia de Mulay y Salku en una misma casa para estar con ellos. Les enseñaron español a través de señas y cumplieron con todas las vacunas y chequeos médicos que incluyen odontología y oftalmología. Mulay y Salku regresan con siete y cuatro kilos de peso ganado, saludables y con ganas de regresar el año que viene.
Durante la denominada operación de salida de los niños, que hoy iniciaron el regreso a sus hogares, el presidente de la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños y Niñas Saharauis (Acansa), Tomás Pedregal, ha informado de que este año han venido 156 niños que fueron repartidos entre distintas familias de 49 municipios de la provincia más Córdoba capital. Unos 20 menores más que el año pasado.
“Es reconfortante ver a los niños felices cuando vienen y también cuando se van porque quiere decir que se lo han pasado bien”, dice Pedregal. La estancia máxima de estos menores en el plan es de cuatro años. El programa incluye niños de ocho a 12 años de edad; sin embargo, en este período en particular se quedarán 3 niños por asuntos de salud hasta que sus médicos consideren que pueden ser dados de alta totalmente.

Niños y familiares se despiden.
Al respecto, Pedregal considera que “creemos que deben venir niños con edades menores porque desde más pequeños se les puede ayudar mucho más a su inserción, su aprendizaje y su salud”.
Durante la operación salida, las familias llevan bolsos identificados con los datos de los niños, pueden cargar un máximo de 30 kilos donde incluyen, sobre todo, ropa de verano y de invierno, alimentos que no se pueden conseguir en el Sáhara, enseres, artículos de higiene y regalos para los menores, a quienes además ayudan enviando comida durante el resto del año.
Acansa llega a sus 25 años cumpliendo con esta labor con el apoyo de distintas organizaciones y esperan poder repetir el verano que viene con cada vez más familias cordobesas.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios