Medioambiente

Mueren numerosos barbos en el Guadalquivir tras aparearse por error en otoño

Un barbo muerto, en la zona de Casillas.

Un barbo muerto, en la zona de Casillas. / El Día

Como grandes bolsas que la corriente arrastra río abajo, decenas de barbos muertos de gran tamaño han sido avistados en los últimos días en el Guadalquivir en lo que todo apunta que se trata de un extraño fenómeno biológico: un agotamiento tras un desove fuera del momento en que le corresponde a la especie –la primavera– por las altas temperaturas registradas este otoño como consecuencia del cambio climático. Es la teoría más plausible que barajan los científicos pese a que, como aclara el ictiólogo Fernando Díaz Fernández, que estudia el fenómeno, aún no existe literatura al respecto.

A mediados de octubre, este integrante de la Sociedad Cordobesa de Historia Natural fue testigo durante sus jornadas de observación de cómo ejemplares adultos de Luciobarbus sclateri –barbo andaluz o barbo gitano, como popularmente se le conoce– iniciaban un proceso reproductivo que realmente les corresponde en primavera, como les ocurre a otros ciprínidos como la boga o el alburno. “Inesperadamente, en un momento en que deberían acumular reservas para afrontar el periodo más frío del año, cuando el alimento escasea, desarrollaron un comportamiento propio de los meses de primavera”, explica el experto.

De alguna manera, los engañó la propia naturaleza, que en ese momento del año presenta un fotoperiodo (horas de luz) similar a la primavera, con unas temperaturas exageradamente cálidas para la época del año. “La teoría más aceptada entre los expertos es que ese engaño los ha llevado a realizar una segunda reproducción que ahora les está pasando factura porque no encuentran suficiente alimento para reponerse”, explica el ictiólogo.

Como ocurre con el salmón, el barbo remonta los ríos y sus afluentes para poder desovar. Llegado el momento, las hembras sueltan la hueva y los machos la fecundan a través de la lecha o esperma. Es lo que lo científicos denominan el proceso de frezado, una pauta biológica que tiene lugar en primavera, el momento del año en que posteriormente puede encontrar alimento suficiente para sobreponerse del esfuerzo que supone remontar las corrientes.

Un ejemplar de barbo sacado del Guadalquivir. Un ejemplar de barbo sacado del Guadalquivir.

Un ejemplar de barbo sacado del Guadalquivir. / El Día

“Ahora, su propio sistema inmunológico los ha llevado a la muerte, igual que suele ocurrirles a los salmones cuando terminan la época de la reproducción, aunque en este último caso es un fenómeno mucho más complejo porque también tienen que adaptar su organismo del agua salada al agua dulce”, semeja. Es decir, “han pagado este esfuerzo biológico al modo en que lo pagan los salmones”, ya que avanzado el otoño las condiciones del río empeoran y los insectos empiezan a desaparecer.

Los barbos que están siendo víctimas de este extraño fenómeno natural son ejemplares adultos de gran tamaño, con hasta un metro de longitud, pues son los que mayores dificultades encuentran para adaptarse a la situación. Exhaustos unos y sin vida otros, la corriente los arrastra río abajo y ahora es fácil verlos pasar desde los puentes sobre el Guadalquivir, como el de San Rafael, o junto a los molinos del Jardín Botánico, donde precisamente Díaz Fernández observó a mediados de octubre el inusual desove otoñal que ahora los está llevando a la muerte.

Los que sobrevivan, empezarán de inmediato la diapausa invernal, una especie de latencia en la que el barbo se adormece en aguas profundas, aunque sin llegar a la hibernación de otros animales como los osos.

¿Y no podría tratarse de una oleada de mortandad provocada por algún virus? “Es una teoría improbable, pues los ejemplares que han aparecido muertos son barbos adultos, y no se ha observado que esto afecte a ejemplares más jóvenes o a otras especies de características similares que comparten espacio como carpas, alburnos o pez gato. Que la gente no se alarme”, llama a la calma. Y es que, incide, la explicación es mucho más mundana: “Han sufrido tanto desgaste energético que han muerto por una equivocación biológica. Simple selección natural”, concluye tajante.

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