Muere el misionero Antonio César Fernández

Una jornada que empezaba cada día a las 04:30

  • El sacerdote organizaba actividades para los jóvenes a quienes también buscaba trabajo

El misionero Antonio César Fernández jugando al futbolín en la misión

El misionero Antonio César Fernández jugando al futbolín en la misión / El Día

Para el misionero salesiano Antonio César Fernández, asesinado el pasado viernes en un atentado yihadista en Burkina Faso, la jornada empezaba a eso de las 04:30 cada día, hora a la que se levantaba, y lo primero que hacía es decir misa a eso de las 05:45 y, posteriormente, acudía a la celebración de una oración con la comunidad. 

Antonio César Fernández, según la entrevista que concedió a el Día en 2017, ofrecía un relato del día a día de un misionero con total exactitud. Así, exponía, "a las 07:45 damos una pequeña formación y enseguida se van al trabajo".

"Yo doy una vuelta por los talleres, hablo personalmente con quien lo necesite para ayudarles en sus problemas, recibo a los padres, a otros jóvenes, salgo en mi moto a hacer gestiones en la ciudad -como presentar proyectos, arreglar asuntos del centro, buscar puestos de trabajo para las chicas que terminen o visitar las que ya están trabajando y dar una vuelta por las obras de construcción", describía.

"Hablo personalmente con quien lo necesite para ayudarles en sus problemas"

Lo que no saltaba por alto cada día era eso de echarse la siesta, ya que según confesaba después de la comida "hago media hora de siesta y vuelvo al centro".

En este casi cronometrado día a día, Antonio César decía otra misa a las 18:30, pasa posteriormente acudir al encuentro comunitario de oración y de la cena a las 20:00.

Tras ello, contaba, "echamos un rato en comunidad comentando el día y nos retiramos a trabajar personalmente, a responder el correo electrónico, leer un poco y preparar el trabajo para el día siguiente".

Una tarea que se prolongaba los fines de semana

Eso de lunes a viernes, porque la actividad cambiaba al llegar el fin de semana. Los sábados y domingos, contaba, "el trabajo es diferente".

Así, el misionero salesiano daba a los jóvenes, confesiones, enfermos y también ofrecía orientación personal a los jóvenes. Los sábados por la tarde, continuaba, "organizamos actividades educativas y de tiempo libre con los niños y jóvenes del barrio", como juegos, deporte, teatro, grupos y "talleres donde cada uno puede desarrollar sus cualidades".

"El domingo tenemos misas por la mañana y luego las actividades con jóvenes. En realidad nuestro descanso consiste en cambiar de actividad", subrayaba.

Antonio César Fernández también señalaba las razones por las que se hizo misionero: "Yo quería ayudar a la gente pobre y como era cura, sabía que en otros países hacía falta personal para dar misa, predicar la palabra de Dios y educar sobre todo a los niños y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida".

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