El monseñor silencioso
Más polémico por sus decisiones que por sus palabras, el último sacerdote que estuvo al frente de la antigua caja de ahorros de Córdoba vuelve a ocupar un puesto de responsabilidad con Juan José Asenjo
"Don Santiago es un sacerdote piadoso, celoso, sumamente trabajador, humilde y sencillo, muy inteligente y bien preparado intelectualmente, que ama profundamente a Jesucristo, a su sacerdocio y a la Iglesia". Esa es la manera en la que el arzobispo de Sevilla, anterior prelado de Córdoba, Juan José Asenjo, definió ayer al obispo auxilar electo de Sevilla, Santiago Gómez Sierra. "Un hombre de la Iglesia" es la descripción general sobre el expresidente de Cajasur, quien ha cargado con la responsabilidad pública de que el Banco de España interviniera la entidad al negarse la entidad fundadora, el Cabildo, a la fusión con Unicaja.
El nombramiento de Gómez Sierra, que ya fue la mano derecha de Asenjo como su vicario general en la diócesis, no se va a leer, social y políticamente hablando, como un acto eclesial solamente. Supone la vindicación del último sacerdote que estuvo al cargo de Cajasur, 140 años de historia financiera ligada a la Iglesia Católica y a Córdoba.
Nacido en Madridejos (Toledo), en 1957, el ya obispo auxiliar electo de Sevilla es licenciado en Filosofía y Teología, disciplinas de las que ha sido profesor en el Seminario Mayor y en entidades de carácter religioso. Ordenado en Córdoba en 1982, tuvo su primer cargo como vicerrector de un seminario y se le encomendaron las almas de los fieles de la barriada de Los Ángeles, la última zona de la ciudad que tuvo agua corriente de la red pública.
Su formación y su vida es la de un hombre de Iglesia, no la de un experto financiero. Antes de ser elegido como nuevo responsable de Cajasur en 2007, fue, entre otras labores, párroco de la Trinidad, máximo responsable de su Obra Pía (una entidad con 300 trabajadores y un importante presupuesto) y deán de la Catedral. Javier Martínez lo nombró vicario general de la diócesis entre 1997 y 2001, puesto para el que fue llamado de nuevo por Juan José Asenjo en 2004 hasta su nombramiento como máximo responsable en Cajasur.
Desde su llegada a la cúspide de la entidad financiera, tomó una enorme distancia con la sombra de sus predecesores. Se cuentan con los dedos de una mano sus intervenciones públicas. En las pocas entrevistas concedidas, se define como un hombre de la Iglesia al cargo de una caja pero no como un banquero. En cualquier archivo fotográfico, hay más instantáneas suyas en la barrera de la plaza de toros, su gran pasión, que en actos públicos. En un encuentro que realizó con El Día, reconocía tener a mano siempre un breviario, se declaraba amante de la música de la Transición -particularmente, Jarcha- y de Mozart.
Su llegada coincidió también con la etapa crítica de Cajasur. Cerrados determinados conflictos políticos por el llamado pacto de Santa Lucía, Gómez Sierra lidió con el derrumbamiento general del mercado inmobiliario en el que la entidad tenía un empacho producto de los años de la burbuja. Llevó al juzgado al promotor Rafael Gómez y al ex director general de Cajasur, Francisco Jurado, por un supuesto delito societario que todavía no se ha dilucidado en los tribunales.
La entidad, sin embargo, tenía un problema económico gravísimo. La falta de continuidad en la cúpula ejecutiva -llegó a tener cinco directores generales en tres años, uno de los cuales falleció-, se dijo, fue a la vez reflejo de una situación interior y motivo de que la entidad no pudiera establecer una línea clara y contundente sobre lo que era necesario hacer.
Ya con problemas evidentes, en julio de 2009, Gómez Sierra y Braulio Medel llegaron a un primer acuerdo sobre el proyecto de una fusión. Como hombre de Iglesia, el obispo auxiliar electo de Sevilla estableció las bases de una presencia continuada de la entidad fundadora. No fue el fin de algo sino el principio de un problema. Las negociaciones se convirtieron en un quebradero de cabeza para el Banco de España, que apremiaba, para los responsables políticos y para las propias entidades. Gómez Sierra supeditó el sí definitivo al empleo, unas complicadísimas negociaciones que culminaron en un pacto de mínimos. El 21 de mayo de 2010, el Cabildo dijo no a Unicaja y pidió la ayuda del FROB. El activo y el pasivo de la centenaria entidad, con graves pérdidas, se adjudicaron a BBK. Gómez Sierra está expedientado por su gestión.
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