Manuel Román ve cumplido su sueño en el coso de los Califas

Último festejo de la feria taurina de Córdoba

El de Santa Marina corta una oreja en su alternativa, y Juan Ortega y Roca Rey abren la puerta grande

Las imágenes de la alternativa de Manuel Román, con Juan Ortega y Roca Rey, en los Califas

Manuel Román, durante un pase. / Miguel Ángel Salas

Coso de los Califas

GANADERÍA: Seis toros de Domingo Hernández, desiguales de presentación entre si, alguno de ellos muy justo de presencia, y juego variado, aunque tuvieron el denominador común de apagarse en el tercio de muleta. El mejor fue el jugado en tercer lugar.

TOREROS: JUAN ORTEGA (verde oliva y oro). Estocada (dos orejas) y dos pinchazos y media estocada defectuosa (ovación con saludo tras aviso)

ROCA REY (azul Soraya y oro). Pinchazo y estocada (dos orejas tras aviso) y estocada caída y dos descabellos (ovación con saludos tras aviso)

MANUEL ROMÁN (sangre de toro y oro) que tomaba la alternativa. Pinchazo y estocada (oreja) y tres pinchazos, media atravesada y cinco descabellos (palmas tras aviso)

INCIDENCIAS: Tercer y último festejo de la Feria Taurina en honor de Nuestra Señora de la Salud. Casi lleno en tarde calurosa. Destacaron entre las cuadrillas, Viruta y Paquito Algaba, que se desmonteraron tras parear al 5º y Juan Rojas en el 1º. El subalterno Felipe Gravito, de la cuadrilla de Manuel Román, fue aparatosamente volteado tras parear el 6º de la suelta. Manuel Román se doctoró como matador con el toro de nombre Ofiverde, negro, con el número 2 en los costillares y 500 kilos de peso.

Eran las siete y veinte de la tarde del domingo 25 de mayo cuando Juan Ortega entregó muleta y estoque a Manuel Román, invistiéndolo así como matador de toros. Córdoba tiene un nuevo espada y este, que tanta ilusiones ha despertado, vio cumplido un sueño. La cosa no salió como de seguro el joven torero de Santa Marina hubiera deseado, ya que el mal uso de los aceros le privó posiblemente de atravesar con sus compañeros de cartel la puerta grande califal. Una nueva etapa para el nuevo matador. Ahora la cosa es de verdad, no porque antes como novillero no lo fuese, pero está claro que no es lo mismo.

El utrero, a pesar de tener ya seriedad, no es lo mismo que el cuatreño cuajado, como tampoco es lo mismo partir plaza con dos compañeros, en muchas ocasiones sin nombre, que mirar a derecha e izquierda y ver a dos auténticas figuras del toreo. Román tiene que madurar. Las prisas no son buenas. Posee buenos mimbres para hacer un canasto, ahora hace falta hacerlo. Mucha suerte en esta nueva etapa.

Decíamos el sábado que Córdoba atraviesa una seria crisis identitaria en lo taurino. No hay criterios uniformes. Todo se ha convertido en benévolo. La seriedad y el rigor se han perdido por completo. Los tiempos lo han cambiado todo. Todo es menos riguroso. Todo vale. Todo es extraordinario. Se premia lo banal, lo insustancial, lo nimio. Atrás quedaron los tiempos en los que todo tenía un esfuerzo supremo. Los tiempos nos han cambiado. Más que nunca urge mirar al pasado. Ver el legado de nuestros mayores y, sobre todo, no olvidarlo. Es la única manera de volver a ser lo que fuimos. Lo que se está viviendo en el coso de los Califas es demasiado fácil, un triunfalismo impostado y falso. Tanto es así que, a pesar de la doble puerta grande, mañana seguramente no nos acordemos de casi nada. El toreo de verdad, aunque efímero, cuando es puro, queda grabado tanto en la retina como en la mente. Es la verdad y la pureza. Ayer todo fue un sucedáneo de algo que no hace tanto tenía mucha más importancia.

Juan Ortega y Roca Rey, a hombros en Córdoba. / Miguel Ángel Salas

Tanto Juan Ortega como Roca Rey cortaron dos orejas a sus primeros oponentes. Doble trofeo que se antoja fácil en ambos casos. Resulta incomprensible la concesión de una segunda oreja, a criterio siempre del presidente, por labores poco compactas, caso de la concedida a Ortega, y la falta de acierto con la espada, como fue el caso de la de Roca Rey, pues le fue concedida tras un pinchazo previo a una estocada. El palco está a la deriva en Córdoba. Hace falta mayor rigor. Los trofeos, como dijo cierto torero mediático y de culto, no son más que despojos. Lo que vale es lo que se queda escrito en el alma, y ayer fue poco lo que se escribió digno de recuerdo.

Juan Ortega es un torero grácil, de buenas formas y maneras. Pero no es un torero rotundo. Su personalidad le lleva a intentar interpretar un toreo que ha sido cantado en panegíricos de loa y alabanza desde que cuando la infausta pandemia cuajó una histórica faena en la plaza de toros de Linares. Ortega trata de repetir los esquemas de aquel trasteo que le puso en el candelero. Unas veces sale, y otras no. El toro no es un material inerte como puede ser un lienzo, o una pella de barro. El toro es materia viva. Esa materia no se presta a repetir esquemas, hay que improvisar.

Juan Ortega, durante un pase. / Miguel Ángel Salas

No todo sale como se lleva estudiado. De ahí que a Ortega unas veces le salgan las cosas como lleva en su cabeza. Cierto es que hubo, en la tarde de ayer, pasajes bellos, estéticos, hermosos, pero efímeros, de poco fondo. Es un toreo que deslumbra, son fogonazos, pero todo resulta efímero. Excesivo por tanto el premio en su primero, no hubo rotundidad alguna. En su segundo, lo intentó igualmente. Hubo algún muletazo de su particular corte, pero finalmente todo quedó muy diluido, demasiado. Mucho ruido, para finalmente pocas nueces. Las cosas de los llamados artistas.

Roca Rey volvió a demostrar quién lleva el peso de la púrpura en el toreo actual. Su actuación no tiene ninguna objeción. El peruano hace lo que sabe y puede todos los días. Tarde tras tarde repite el guion. Salió espoleado al ver que su compañero había paseado el doble trofeo, así como que el neófito también hubiese tocado pelo. Salió a demostrar quién es la máxima figura y el porqué. Tras un recibo con el percal muy variado, hubo verónicas y chicuelinas que enervaron al tendido. Brindó la faena a José Luis Moreno para cuajar un trasteo rotundo, con pasajes de alta nota. Lo inició con dos vibrantes pases por alto de rodillas, para proseguir, igualmente de hinojos, toreando con mucha largura y temple con la diestra. Prosiguió, ya en pié con la mano derecha, para luego pasar al natural, donde logró un par de series, donde hubo naturales largos, muy largos.

Roca Rey, en plena faena. / Miguel Ángel Salas

El temple también se hizo notorio. Remató con una ceñidas bernardinas que precedieron a un pinchazo que pudo emborronar lo realizado, pero un palco dadivoso le otorgó el doble trofeo. En su segundo, que brindó al respetable, le instrumentó una faena donde hubo pasajes de interés, principalmente con la izquierda, pero el toro terminó rajado buscando los terrenos de toriles y aquello fue causa de que todo quedara en la nada.

Córdoba tiene un nuevo matador de toros, que no es otro que Manuel Román. Tiene su ambiente y cuenta con una ingente legión de seguidores. Desde sus iniciós Román ha impactado por su serenidad, por su buen concepto y por tener las ideas muy claras. Como único debe, el mal uso de los aceros, lo que le ha privado de muchos, muchos triunfos importantes. Es más, sin ir más lejos, si la espada hubiese viajado certera, de seguro hubiera acompañado a su padrino y testigo en la salida por la puerta grande. Una vez más la toledana se llevó el premio.

Román vio cumplido su sueño, pero de seguro que no del todo, porque en su cabeza también rondaba esa salida a hombros deseada. En el toro de la alternativa, un toro que se paró muy pronto, estuvo solvente. Inició el trasteo por bajo, para proseguir toreando con la diestra. Cuando pasó la muleta a la mano izquierda, el toro ya estaba muy venido a menos. Logró una meritoria tanda de naturales a pies juntos, de uno en uno, la ligazón ante el toro, muy parado, resultaban imposibles. De haber viajado la espada certera en el primer viaje y viendo la dadivosidad de la presidencia esta temporada, hubiera cortado dos orejas, pero un pinchazo previo a la estocada hizo que se quedara en la mitad.

Manuel Román agradece su oreja. / Miguel Ángel Salas

En su segundo, otro toro soso, pero que iba y venía de forma muy irregular, lo intentó de nuevo. No le pesó el molesto juego de su oponente, logrando alguna tanda meritoria en un trasteo que no acabó de remontar vuelo debido a las características poco propicias del burel. De nuevo la espada, ay la espada, se llevó algún posible trofeo. Román ha iniciado un camino. Maneras tiene, le deseamos que tenga mucha suerte en el futuro.

Para terminar, decir que la corrida volvió a ser muy justa para una plaza de primera categoría. Su presentación rozó el aprobado raspado, y su juego no fue el esperado, con toros que se fueron apagando una vez iba transcurriendo su lidia.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último