Las manos que restauran la Mezquita-Catedral de Córdoba: una labor silenciosa para que el monumento brille

Patrimonio

El equipo de conservadoras está volcado en las cúpulas gemelas de la maqsura mientras trabaja también en el retablo de San Miguel

Un gran cementerio ocupaba la Mezquita-Catedral de Córdoba en el siglo XVIII

Una restauradora trabaja en la cúpula oriental de la maqsura.
Una restauradora trabaja en la cúpula oriental de la maqsura. / Luis Navarro

Córdoba/La Mezquita-Catedral es el monumento más visitado de Córdoba. Cada día pasan por él cientos de turistas que admiran su majestuosidad. El pasado año recibió más de 2.186.000 visitantes, superando el récord establecido en 2019. Su bosque de columnas, la maqsura y el mihrab y la riqueza de sus arcos polilobulados abren paso a la luminosidad renacentista de la Capilla Mayor de la Catedral y su crucero. Todo ello rodeado de decenas de capillas que recorren el perímetro del recinto.

Pero para que los turistas puedan disfrutar de su belleza, el edificio está en constante proceso de conservación y restauración. Se trata de una labor callada, pero imprescindible, que se realiza sobre andamios, tras las telas que tapan la parte del monumento que está en ese momento cerrada al público o en un taller.

Esta labor, que se hace en equipo, pero a la vez en soledad, hace que la Mezquita-Catedral -que desde 1984 es Patrimonio Mundial de la Unesco- se exhiba a los turistas en muy buen estado de conservación.

Anabel Barrena, junto a la primera interevención que hizo en la Mezquita-Catedral, una tabla de Pedro de Córdoba.
Anabel Barrena, junto a la primera interevención que hizo en la Mezquita-Catedral, una tabla de Pedro de Córdoba. / Luis Navarro

En la actualidad, la restauración más importante que está llevando a cabo el equipo conservador, dirigido por Anabel Barrena, es la de la maqsura, aunque estas profesionales aseguran que todas las actuaciones son igual de importantes, pero sí reconocen que esta es la más "mediática".

La otra gran restauración del momento es la de la Capilla Real, aunque estos trabajos corren a cargo del Ministerio de Cultura.

Un trabajo silencioso

Anabel Barrena lleva ligada a la Mezquita-Catedral desde 1986 haciendo proyectos de restauración, primero como autónoma y desde 2002 como directora de su empresa, Anbar, que puso en marcha debido a la envergadura de los trabajos que había que acometer.

Su primera intervención fue a una tabla flamenca de Pedro de Córdoba de 1472 considerada la pintura más importante de la Catedral. Un detalle curioso es que al retirar la tabla del muro en el que estaba se descubrió una pintura mural del bautismo de Jesús del siglo XIII y que también se sometió a un tratamiento de conservación.

Entre los trabajos que su equipo ha realizado en los últimos años está la puesta a punto de la capilla del Espíritu Santo, donde intervinieron durante cuatro años, ya que estaba totalmente "enmascarada" por pintura plástica. Allí descubrieron unas pinturas murales realizadas por Cesare Arbasia, pintor italiano que también decoró la capilla del Sagrario. "Es un hallazgo importantísimo que estaba oculto", puntualiza Barrena.

Capilla de la Conversión de San Pablo.
Capilla de la Conversión de San Pablo. / Luis Navarro

"Antes, los deterioros se encalaban, se les daba yeso, se reparaban de otra manera; entonces nosotros vamos rescatando todo lo que hay debajo, la decoración original, eliminando pinturas superpuestas", señala.

También han pasado por la capilla de San Juan, cuyo retablo se tuvo que desmontar; el altar de Santa Marta o el retablo de San Nicolás de Bari, en el que estuvieron tres años trabajando porque tenía problemas estructurales debido a un ataque importante de termitas. Hace años, también actuaron por fases en la capilla del Sagrario -donde se hacen celebraciones religiosas como bodas y bautizos- para recuperarla, y en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua.

Varios años le dedicaron a la capilla de la Conversión de San Pablo, que tenía un problema estructural. Se trata de un espacio con "una decoración espectacular" y muy parecida a la del coro en su parte superior. Allí también hubo otro hallazgo: la policromía de la reja, que estaba toda pintada de negro. "Cuando algo se dañaba, lo pintaban y ya está, es un método que siempre ha existido hasta que llegó la restauración", indica Barrena.

Y también se llevaron una sorpresa cuando intervinieron en la capilla de San Pelagio, que tiene una pintura de Antonio del Castillo. Durante los trabajos descubrieron que tanto la decoración del cuadro como los lunetos laterales de pintura mural son del mismo pintor barroco cordobés.

Por otro lado, la última portada que han finalizado ha sido la de San Sebastián, en el muro occidental, con un "tratamiento exhaustivo de conservación" y ahora están en plena tarea con la de San Ildefonso, que "también tiene un estado de conservación deficiente". A ello hay que sumar el retablo de San Miguel, ubicado en la fachada norte, que están restaurando por partes en el taller.

Capilla del Espíritu Santo.
Capilla del Espíritu Santo. / Luis Navarro

En la actualidad, el equipo que lidera Anabel Barrena está formado por Paula Lacort, Carmen Jurado, Raquel Gutiérrez, Marina Tejedor, Laura Jiménez, María José Sánchez del Arco y Carmen Luque. Están volcadas en la maqsura, donde están restaurando las cúpulas gemelas, que se sitúan en los laterales del mihrab.

Las actuaciones se van enlazando y se acometen "en función de la necesidad de la obra". Primero se hace un estudio, luego se elabora un proyecto que pasa por el Cabildo, que se envía a la Delegación de Cultura para su aprobación y, cuando tienen la resolución, comienzan los trabajos. Las labores se pueden realizar in situ o en el taller, cuando se trata de un lienzo o algún bien transportable.

La maqsura, una intervención de altura

Sobre un andamio y a unos diez metros de altura, el equipo de Anabel Barrena actúa en las cúpulas gemelas de la maqsura, uno de los lugares más singulares, representativos y valiosos de la Mezquita-Catedral. La maqsura era el espacio reservado para el rezo de la familia del califa y en la zona central del muro de quibla (pared a la que se dirige el rezo) se localiza el mihrab. Es una zona diseñada para que el espectador, asombrado por su riqueza, dirija su mirada hacia ella.

Subiendo por unas estrechas escaleras varias plantas de un andamio, se llega a las cúpulas. En la oriental, Marina Tejedor y Laura Jiménez trabajan cada recoveco. Esta cúpula sufrió una importante intervención en el siglo XVIII porque había muchas grietas y picaron mucho, por lo que la estructura es original, pero la decoración es barroca. Han hallado restos de pintura original que corrobora que estaba decorada igual que la occidental. Precisamente en la otra están identificando en el cupulín la decoración vegetal que tenía. "Pensamos que todo estaba pintado, debía de ser espectacular", aclara la jefa del equipo, añadiendo que incluso han descubierto restos de azul lapislázuli, una pintura muy cara que se usaba en esa época.

Laura Jiménez trabaja en la reintegración cromática de la cúpula oriental de la maqsura.
Laura Jiménez trabaja en la reintegración cromática de la cúpula oriental de la maqsura. / Luis Navarro

Cuando hay humedad y deterioro, el oro -el dorado- es lo primero que desaparece. Por ello, en el siglo XVIII se redoraron los capiteles y bases de la estructura de la cúpula oriental.

Hace un año que comenzaron los trabajos en estos espacios. Desde entonces, "se ha liberado la superposición de morteros que estaban enmascarando grietas y fisuras y ya se ha consolidado, se han cerrado grietas, se ha sellado la superficie y se están haciendo algunas reintegraciones", señala Anabel Barrena.

"Esta labor es muy exhaustiva y nos basamos en el proyecto de restauración que está aprobado, pero luego recogemos muestras tanto de morteros como de pintura que vamos descubriendo para que el laboratorio dictamine la composición, hacemos valoraciones y comparaciones con la otra... En fin, es un estudio bastante científico", explica la restauradora. Todo ello, con el apoyo de los arqueólogos e historiadores.

A lo largo del proceso se apuntan todas las alteraciones y patologías que se encuentran y, a medida que van avanzando, se hacen mapas de los tratamientos realizados para dejar constancia de cada intervención, cómo y dónde se realiza. Todo esto formará parte de la memoria final.

Aunque esta es la "restauración con más repercusión mediática, todas las obras las hacemos con el mismo empeño y profesionalidad", asevera Barrena, que es consciente de que "esta tiene trascendencia por ser la maqsura". "Sí, es compleja, pero también hemos hecho otras cosas complejas y delicadas en otros sitios", apunta.

Marina Tejedor realiza una integración cromática en la cúpula oriental de la maqsura.
Marina Tejedor realiza una integración cromática en la cúpula oriental de la maqsura. / Luis Navarro

Los trabajos en la cúpula oriental finalizarán dentro de poco tiempo, por lo que la parte alta del andamio se desmontará para intervenir un poco más abajo. Así sucesivamente hasta que lleguen al nivel del suelo. "Eso nos da una visión general de todo el trabajo realizado y si hay alguna cosa que modificar", indica Laura Jiménez.

A pocos metros de distancia, Marina Tejedor reintegra unos dorados en una zona de la cúpula. "En las zonas donde hemos detectado falta de material hemos añadido un nuevo material que es compatible con el original y le damos una entonación similar, pero con un criterio diferenciador", señala.

El objetivo es que desde abajo no se aprecie, pero de cerca se pueda distinguir donde está la intervención y donde la parte original. "Siempre hay que dejar constancia", puntualiza Barrena. Y lo mismo ocurre con los materiales: deben ser "inocuos, reversibles y que duren más tiempo; en eso siempre intentamos estar a la última", añade Tejedor.

Un lugar privilegiado

Para Laura Jiménez, que lleva 20 años como restauradora y nueve de ellos en la Mezquita-Catedral, "trabajar en una institución como es el Cabildo es una suerte a nivel profesional porque trabajar con obras de esta calidad artística siempre es un gustazo". A esto "hay que sumar el equipo multidisciplinar" que hay en el monumento, con arquitectos, ingenieros, arqueólogos, químicos... lo que hace que sea "muy enriquecedor".

En este tiempo, la intervención que Jiménez recuerda de forma más especial es la del lienzo de la Degollación del Bautista porque "fue un reto técnico ya que había sufrido muchas intervenciones poco afortunadas, lo que se tradujo en unas patologías muy complejas". Fueron muchas horas de "reintegración y estucado", pero quedó "precioso". Y "obviamente, no puedo no nombrar la maqsura por el lugar que es y la complejidad de esta bóveda a nivel de criterio, no tanto de técnica", puntualiza.

Laura Jiménez, durante su trabajo en la cúpula oriental de la maqsura.
Laura Jiménez, durante su trabajo en la cúpula oriental de la maqsura. / Luis Navarro

Marina Tejedor ha trabajado previamente en sitios como Medina Azahara o el Museo Arqueológico, "pero qué se puede decir de trabajar aquí en la Mezquita-Catedral... Somos unas privilegiadas", reconoce. Además, el equipo "me llena muchísimo y la experiencia de comunicación entre nosotras es enriquecedora; nos llevamos muy bien, tenemos una complicidad muy grande, lo que hace que el trabajo sea un espacio y un tiempo en el que nos gusta estar", apunta.

Por otro lado, este "es un trabajo lento, pero muy cansado", agrega Barrena, por las posturas que las profesionales tienen que adquirir para llevar a cabo su tarea -sobre todo en las cúpulas o zonas altas- y por el "sube y baja" a los andamios. Sin embargo, "como nos gusta tanto, no nos importa", apostilla.

40 años interviniendo en la Mezquita-Catedral

La vida de Anabel Barrena está unida a la Mezquita-Catedral desde hace 40 años, cuando en 1986, mientras trabajaba como autónoma en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, llegó desde la Junta de Andalucía una propuesta de restauración de la tabla flamenca de Pedro de Córdoba y la eligieron a ella para esa labor. Tras esto, realizó otras intervenciones puntuales.

En esa época, como apenas existía el turismo, muchas veces se quedaba sola en el monumento con las puertas cerradas. "Es una sensación que siempre recordaré, tengo unos recuerdos maravillosos en torno a este edificio", reconoce.

Trabajo de restauración de uno de los lienzos del retablo de San Miguel en el taller de Anbar.
Trabajo de restauración de uno de los lienzos del retablo de San Miguel en el taller de Anbar.

Luego, estuvo cinco años trabajando en la Delegación de Cultura de la Junta de Córdoba y Jaén volcada en analizar el estado de conservación de los bienes que había en ambas provincias. Hasta que en 1999 apareció "un trabajo interesante" en la Mezquita-Catedral: la restauración de la puerta de las Palmas. Entonces, se puso al frente de un equipo multidisciplinar que desarrolló este proyecto. Entre medias, también ha intervenido en Osuna, en el Castillo de Iznájar, en el monasterio de Valparaíso de Córdoba, en el Palacio Arzobispal de Madrid...

En 2002, creó su propia empresa, Anbar, con la que llevó a cabo la restauración de los lienzos de Antonio Palomino del altar mayor. "Desde esa época se puede decir que trabajo en exclusiva para el Cabildo", señala. "El resultado es mucho esfuerzo, mucho trabajo, pero muy contenta porque me encanta mi profesión", asevera.

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