El mancebo que apadrinó Ignacio Sánchez Mejías

Cordobeses en la historia

Francisco López Parejo 'Parejito' llegó de tierras lucentinas con el oficio de mancebo de farmacia, se encandiló con el brillo de los alamares y puso el corazón donde sólo fuerza y razón sobreviven

El mancebo que apadrinó Ignacio Sánchez Mejías

27 de diciembre 2009 - 01:00

EN el seno de una humilde familia lucentina, nació Francisco López Parejo el 5 de septiembre de 1899. Entró, siendo niño, como mancebo de una conocida farmacia de aquella ciudad, donde pronto se ganó el cariño de sus jefes. Y cuando la familia buscó mejor fortuna en Córdoba, aquel jovencito, de carácter serio y bonachón, había dejado atrás grandes amigos.

En la capital, pronto se apasionó por el ambiente taurino que se vivía a principios de siglo y, sin ninguna vinculación familiar con este mundo, logró hacerse un hueco en él, de modo que con 15 años toreó su primer becerro en Cabra. Corría el 3 de mayo de 1915. Desde ese instante, siempre preocupado por el bienestar económico de su familia, mostró una actitud valiente, cosechó triunfos destacados, apareció por vez primera en Los Tejares en 1919 y sufrió graves cogidas, siendo la más señalada la que le propinó un toro de López de Plata en la plaza de Lucena en mayo de 1920.

Fue en el coso de Madrid donde tuvo su gran oportunidad en la novillada del 15 de junio de 1922. Allí se lidiaban reses del Duque de Tóvar, tan bravas y fieras que hirieron a Villalta y Carralafuente, por lo que "tuvo que despachar cinco toros, obteniendo un clamoroso triunfo y saliendo en hombros de sus espectadores", decía una sentida nota póstuma de Juan J. de Lara.

A partir de entonces (1922), le llovieron novilladas. En el verano de 1923, la prensa se hace eco de su excepcional temporada en Italia, donde es contratado para despachar 14 festejos en las plazas de Roma, Milán, Verona o Torino, entre otras, y se consideraba muy probable que no participase en ninguna dentro del territorio nacional, dadas las ventajosas ofertas que tenía en aquellas tierras. Pero al acabar el verano, la prensa vuelve a dar noticia de él en la madrileña plaza de Cercedilla al ser víctima de una tremenda cornada el 5 de octubre de 1923. También califican de "horrible" el altercado y la herida que sufrió en la Malagueta.

El 24 de junio de 1925 volvió a la plaza de Cabra en que toreara su primer becerro, para tomar la alternativa, que nunca confirmó, de la mano de Ignacio Sánchez Mejías. Aquella tarde, con un lleno rebosante y la presencia de los gobernadores civil y militar de Córdoba, se enfrentaron a seis toros de Conradi junto al tristemente célebre Algabeño, y aunque la crítica lo tacha de aturrullado y flojo como toricantano, en su segundo demuestra su valía como matador pues "tumba al bicho patas arriba", obteniendo una gran ovación, oreja y salida a hombros.

Sin embargo, tras su muerte, su amigo Bernardo Estrada escribe que su doctorado fue precipitado "por complacer los egoístas deseos de un torero-empresario", criticando su carácter "débil, su fragilidad, su buena fe para todos, en una profesión como la suya"; para concluir: "después de la alternativa, el descenso; admitir lo que se presentara", que debió ser la gira por México. Aunque como la de Italia quedara en su biografía con letras de oro, responde a juicio de Estrada a su preocupación por el bienestar económico-familiar, actuando en "corridas de relleno, espectáculos mixtos" razón por la que, asegura, también se "fue a Italia a aquel simulacro de corridas que le restó el nombre que entonces se estaba creando; por ello fue a América de segundón". Así quedó en los anales de la tauromaquia junto a El Gallo en México y a solas por Francia, Portugal y Hungría, además de la mencionada campaña italiana.

Aunque se dice que el 8 de septiembre de 1926 sufrió otra de sus graves cogidas -ahora por un toro de Natera- y que estuvo más de un mes convaleciente, no debió ser tan largo el reposo puesto que el 26 de ese mismo mes y año tiene su gran corrida en Córdoba, ya como matador de toros, con Chicuelo, El Litri y Cañero.

Volviendo a la biografía de Lara, otra de sus brillantes actuaciones tiene lugar en su ciudad natal también en 1926. Para la feria lucentina, estaba prevista la presencia de Parejito, José Flores Camará y Marcial Lalanda, despachando toros otra vez de Natera, cuyos pitones ya conocía la carne de Francisco López. La lluvia impidió el espectáculo, que fue pospuesto para el siguiente domingo; pero la agenda de los diestros lo hacía imposible, y fue Parejito quien se encargó en solitario de los seis astados, destacando su biógrafo que "no cobró un solo céntimo a la empresa por su actuación". Estos gestos de honradez y altruismo llenan, junto a los de su carácter cariñoso y amigable, las páginas del recuerdo. Sin embargo, cuando esperó la mano tendida de algunos de sus compañeros, le llegó la decepción. Comenzó en la tarde del 20 de Abril de 1930 en Jaén cuando un novillo de A. García, alternando con Escrivá y Tirado, le atravesó el vientre. Unas cuotas del montepío no satisfechas lo enclaustraron en una cama "para pobres" de un hospital de Jaén. En julio de ese año seguía allí el muchacho "modesto". Los compañeros abrieron suscripciones, en el club Guerrita entre otros, pero cuando la financiación llegó habían pasado dos años de una herida que no pudieron cerrar en la clínica de Madrid, donde murió un 5 de abril de 1932. Mientras, una muchacha de luto guardaba su traje de novia en algún arcón de una casa cordobesa.

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