-
Desde el pasado jueves 29 de abril, los andaluces pueden moverse con libertad por las ocho provincias que conforman la comunidad, y desde el pasado 9 de mayo esa situación es extensiva al resto de España tras la caída del estado de alarma. Una excusa perfecta para conocer o redescubrir Córdoba, sin duda el lugar en el que mayo luce con más fuerza y pleno de belleza. Desde la singularidad de Mezquita-Catedral al centenario de los Patios, pasando por el Alcázar y sus hermosos jardines o los tesoros que esconde Medina Azahara, la ciudad se prepara para disfrutar de un Mayo Festivo diferente, pero igualmente atractivo para cordobeses y turistas, ahora que la movilidad vuelve a ser posible.
-
Catorce terrazas espectaculares donde apurar la tarde en Córdoba
Hablar de Córdoba es hablar de la Mezquita-Catedral, su principal monumento y, por ende, el más visitado. Única en el mundo, por esa mezcla de estilos que viaja desde el Helenismo al Barroco, sin olvidar el esplendor califal, invita a la relajación desde que uno pasa sus puertas exteriores y se sumerge en el Patio de los Naranjos, cuyo aroma de azahar es en la primavera todo un placer para los sentidos. Aunque su verdadera riqueza se encuentra unos metros más adentro, traspasando esa frontera que te hace viajar siglos atrás en el tiempo, serpeando columnas, con la calma a la que te transporta el silencio. Cada metro, cada rincón, cada paso son un disfrute para la vista y el alma, despierta al encontrar una catedral en su interior. Abierta a las visitas ya toda la semana, al menos hasta el 16 de mayo, es un imprescindible que siempre permite descubrir algo nuevo.
Tras la edición especial de 2020 en octubre, la Fiesta de los Patios ha quedado como la única en pie del Mayo Festivo cordobés. Desde el lunes 3 de mayo hasta el domingo 16 del mismo mes, medio centenar de recintos participan en el Concurso, junto a otras 26 rejas o balcones, lo que baña de flores una ciudad ya de por sí bella todo el año, aunque especialmente hermosa en el fragor de la primavera. El paseo se puede dibujar en seis zonas, que van desde San Basilio (Alcázar Viejo) a San Lorenzo, pasando por Regina y El Realejo, Santa Marina y San Agustín, San Francisco y la Judería, y Santiago y San Pedro. Algunos permanecen abiertos más allá del certamen, aunque es ahora cuando lucen en plenitud por las labores de sus cuidadores, que abren sus casas para suerte de toda Córdoba.
A escasos metros de la Mezquita-Catedral, en un cómodo paseo dirección adonde los Patios enraízan, se levanta esta fortaleza y palacio en la que se hacen hueco resquicios romanos, visigodos y, por supuesto, árabes, protegida por una muralla con cuatro torres en sus cuatro esquinas. La ruta por sus distintas estancias descubren sorpresas como un sarcófago romano del siglo III o el Salón de los Mosaicos, una capilla barroca en la que pueden verse piezas romanas y que se levanta sobre unos baños de inspiración árabe. Si bien, el placer máximo llega al escapar hacia sus enormes jardines enflorados, más ricos aún en esta época de floración, y ese paso intermedio por el Patio Mudéjar, donde los caños de agua alivian de las altas temperaturas desde tiempos inmemorables, y aún hoy, para hacer más liviano un paseo de reminiscencias ancestrales traídas al presente.
Rica en su conjunto, cualquier visita a Córdoba toma tintes mayúsculos cuando uno se acerca a esta ciudad palatina distante apenas unos siete kilómetros. Levantada en torno al año 936 y declarada como Patrimonio de la Humanidad en 2018 –es uno de los cuatro reconocimientos de la Unesco con los que cuenta Córdoba, más que nadie, pues suma la Mezquita, el centro histórico y los Patios también-, es el complemento perfecto al resto de visitas arquitectónicas. Lugar clave para conocer el legado hispanomusulmán no solo de la ciudad sino de Al-Andalus, las ruinas bien conservadas de la que fuera residencia califal dan cierta idea de la importancia que tuvo en la época, y ponen en valor todo el trabajo de recuperación posterior. A pesar de la clausura del Salón Rico, el paso por el centro de interpretación previo a la llegada al yacimiento sirve de guía para una excursión completa que puede iniciarse en la propia ciudad con un servicio de bus.
Paredes blancas, calles estrechas y empedradas y secretos por descubrir a cada paso, el corazón de Córdoba intenta recuperar el ritmo de sus latidos, tras sufrir como pocos las consecuencias de la pandemia. Es el enclave más turístico de la ciudad, pues además de acoger a la Mezquita-Catedral también da cobijo a la Sinagoga, el Museo Taurino, la plaza de Maimónides… y un puñado de tabernas, de aire añejo, en las que recuperar el sabor de siempre y degustar viandas y caldos de la tierra en la mejor compañía. El río Guadalquivir, el Centro moderno y la antigua muralla marcan los límites de un barrio con luz propia en el que perderse es la mejor de las bendiciones. Tal vez así, sin querer casi, uno se tope con la calleja de las Flores o la del Pañuelo, singulares como pocas y en las que tomar una foto es obligado para remarcar dónde se está.
Declarado Bien de Interés Cultural durante el primer tercio del pasado siglo, en bloque con la Puerta del Puente, en el lado del Casco Histórico, y la torre de la Calahorra, en el barrio del Campo de la Verdad, el que fuera único puente sobre el Guadalquivir durante miles de años es transitado diariamente por miles de personas. Su intensa remodelación en 2008, objeto de no pocos debates, no le ha hecho perder un ápice de su encanto, que a diario es recogido en cientos de instantáneas, físicas y en la retina, sobre todo cuando cae la noche y la luz artificial realza su figura, con la Mezquita levantada al fondo. En su entorno está la reserva natural de los Sotos de la Albolafia, hábitat de varias especies de aves, y un recorrido por singulares molinos que conforman un escenario insólito.
Es la única plaza mayor cuadrangular de Andalucía y está a solo unos metros del centro comercial de la ciudad. Esa conjunción hace de ella uno de los lugares más visitados de Córdoba. Con origen en el siglo XVII, mantiene en su estado original dos singulares edificios, la Vivienda del Corregidor que hoy acoge el mercado Sánchez Peña –antes el mercado de la ciudad estaba en la propia plaza y su reestructuración sacó a la luz restos romanos que se exponen en el Alcázar- y la Casa de Doña Jacinta, en el mismo lateral, el único sin soportales protegido por arcos. Habitual sitio de reunión, bajo un ambiente desenfadado, es uno de los clásicos de la ciudad que bien invita a una parada sin mirar el reloj. Ya habrá tiempo de reanudar la marcha…
No todo en Córdoba es romano, árabe o visigodo. La modernidad también está en una ciudad abierta con sus visitantes a la que le gusta vivir con las puertas abiertas, tirada a la calle. Y para ello basta con dar una caminata por el centro neurálgico de la misma, ese que acaba confluyendo en la plaza de las Tendillas, protegida por la figura del Gran Capitán a lomos de su caballo y rodeada por edificios de gran valor arquitectónico como el Palacio Palomera, que hoy acoge un hotel, La Unión y el Fénix o el propio reloj, que suena bajo los acordes de guitarra de Juan Serrano. Gondomar y Cruz Conde, históricas vías comerciales, toman sus diferentes caminos desde ahí, como Claudio Marcelo, que conduce al visitante hasta el altozano en el que se levanta el Ayuntamiento, previo paso junto al Templo Romano, que también merece una parada obligada.
Cerca de todo y a la vez escondido, a pocos minutos de donde la ciudad crece y el ritmo no se detiene, un remanso de paz pide cita para dar un pasaje a la reflexión y el viaje más íntimo. La plaza de Capuchinos, que mantiene su empedrado original, ha servido de escenario de no pocas películas, y cada año se viste de gala por Semana Santa para dar calor a las imágenes de las hermandades de la Soledad y la Paz y Esperanza. En el centro de la misma se levanta el Cristo de los Desagravios y Misericordia, conocido popularmente como el Cristo de los Faroles, en honor a los ocho candiles que rodean e iluminan. Muy cerca, está también la Cuesta del Bailío, histórica vía de comunicación entre la ciudad alta y la baja atravesando la viaja muralla romana.
“5 siglos, 12 patios e infinitas sensaciones” reza el lema que aparece en la portada web oficial del Palacio de Viana. Un viaje que arranca en 1.492 y termina en nuestros días, cuando la gestión de la Fundación Cajasur permite visitar un palacio, con sus obras de arte y archivo histórico, que estuvo cerrado al público hasta los años 80. Poco después fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional y Jardín Histórico Artístico, y pasó a convertirse en un dinamizador social más. Viana ofrece la posibilidad de visitar una casa nobiliaria vivida y descubrir una evolución de estilos arquitectónicos, artes decorativas y ambientes relacionados con la aristocracia, en una visita que se completa con sus 12 patios y el jardín, cada uno con una marcada personalidad que enriquece el paseo con los más variados sonidos, tonalidades y aromas, para confluir todo en una perfecta armonía.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios